La Vanguardia

Panorámica

- Pilar Rahola

Último artículo de la temporada, y, en lógica, pequeño resumen de un momento histórico que podría tomar el título de aquella famosa película, porque ha sido el año que hemos vivido peligrosam­ente. El periodo que va de la Diada del 2017 al verano del 2018 ha sido la etapa política más tensa y difícil desde la transición, y nada permite creer que el otoño será tranquilo. Porque si una cosa está clara, con los matices que cada franja ideológica quiera ponerle, es que el conflicto catalán está abierto en canal, no muestra síntomas de solución y las posiciones se mantienen pétreas.

En mirada retrospect­iva, la primera conclusión aterriza en el campo de la física cuántica, porque estos últimos meses han acumulado una densidad política, social y emotiva de tal magnitud, que parecería que han pasado años desde aquella Diada esperanzad­a, con el 1 de octubre como gran colofón, y la represión que vendría después. Cada día ha sido un calendario entero, y las noticias han cabalgado a tal velocidad, que han tropezado entre ellas. Probableme­nte tardaremos años en digerir todo lo que hemos vivido colectivam­ente, no en vano hemos escrito un capítulo trascenden­te de la historia de Catalunya. Un capítulo

Vivida la etapa política más tensa desde la transición, nada hace pensar que el otoño será tranquilo

que todavía está abierto, y cuyo resultado es tan nebuloso, que dinamita cualquier tentación de prospectiv­a.

Con respecto a los hechos más relevantes, no hay duda de que la represión ha sido la madre de todas las noticias, tanto la policial durante el referéndum como la generada a través del 155, o la ejercida por el poder de la toga, con la consecuenc­ia malvada de los presos, encausados y exiliados políticos. Nuevamente, pues, España ha repetido su obcecación histórica de intentar resolver por la violencia del poder establecid­o aquello que tendría que solucionar por la vía política. A partir de aquí, la aceleració­n de los acontecimi­entos ha colapsado todas las portadas, con la traca final de la victoria internacio­nal de Puigdemont sobre el juez Llarena y todo el llanerismo que ha contaminad­o el espectro judicial, Lamelas y Marchenas incluidos. Es evidente que Llarena puede repetir el sostenella y no enmedalla de patética tradición castiza, pero Alemania ha creado sentencia rotunda, y a partir de aquí, mantener las acusacione­s bunqueriza­das de la rebelión, la sedición y etcétera sólo demostrará internacio­nalmente hasta qué punto no hay justicia, sino represión y venganza.

¿Qué pasará a partir de septiembre? Todo está tan abierto, que todo es posible: desde una salida honorable para presos y exiliados (vía Fiscalía o TC) hasta juicios delirantes con condenas de años de prisión; desde el mantenimie­nto de los dos gobiernos, el catalán y el español, hasta la aceleració­n del calendario electoral; y en el trasfondo, el papel de Puigdemont, el Consell de la República y la mirada internacio­nal, cada día más atenta y más crítica. Otoño, pues, caliente e incierto.

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