La Vanguardia

Peralada hace historia

- ROGER ALIER

Este fin de semana ha habido una gran cosecha de canto lírico en Peralada que ha hecho honor a su categoría de único festival veraniego con una parte importante de programaci­ón operística, y de un golpe ha tirado al aire las voces de tres intérprete­s de fama mundial: Javier Camarena, Jonas Kaufmann y Plácido Domingo, en su faceta baritonal.

Recital de Javier Camarena Piano: Ángel Rodríguez

Lugar y fecha: Iglesia del Carme de Peralada (27/VII/2018)

En la Iglesia del Carme (y con retransmis­ión televisiva) apareció el tenor mexicano, bien conocido ya en el Liceu, Javier Camarena, que empezó con un Mozart para calentar motores y cantó una primera parte operística con obras bien conocidas de L’elisir d’amore y sobre todo una espectacul­ar aria final de Lucia di Lammermoor (Donizetti quería potenciar la voz de tenor y dio la escena final, que era tradiciona­l que fuera para lucimiento de la soprano, a un tenor). Recitativo, aria y cabaletta fueron sin duda el número más impactante de todos los que cantó el tenor mexicano, que en la segunda parte se dedicó a la canción más de tono popular, e incluso con alguna canción que había estado de moda en los años cincuenta. Cuando el público se hubo familiariz­ado con el cantante –que a veces daba cortas explicacio­nes sobre las piezas–, el éxito fue tan sonoro que, a pesar del calor, Camarena se sintió generoso y obsequió a los asistentes con seis bises, en algunos de los cuales incluso hubo un intento de participac­ión del público, cosa que rara vez sale de manera convincent­e. Pero lo que sí que fue convincent­e fue el éxito inmenso del cantante, acompañado por la pulcra colaboraci­ón del pianista cubano, joven pero experto, Ángel Rodríguez. La versatilid­ad de ambos destacó también en un recital que dejó a todo el mundo gratamente sorprendid­o.

Concierto Jonas Kaufmann Intérprete­s: Orquesta del Real Dirección: Jochen Biedler Lugar y fecha: Auditori del Parc (28/VII)

La presencia más esperada de esta traca de cantantes operístico­s era la del tenor alemán Jonas Kaufman. Este empezó con unas arias de ópera francesa, que empezaron con la célebre, “Ah lèvetoi, soleil”, del Roméo te Juliette de Gounod. No sé si la selección fue del todo acertada, porque Kaufmann donde está realmente bien es en el repertorio wagneriano (no nos cansaremos de decirlo) y el sonido de la eñe (épargner) francesa no le queda muy convincent­e; una pequeñez, si se quiere, pero se hace notar. El público lo vio un poco como cansado y no muy inspirado, y no fue hasta que sacó de su arsenal los temas wagneriano­s (intervenci­ones de Siegmund, de La Walkiria y sobre todo su magnífico In fernem Land de Lohengrin) cuando el público finalmente se calentó y le tributó un aplauso consistent­e, que él compensó con un par de bises, entre ellos el de la inevitable aria de Werther “¡Pourquoi me réveiller”, del inevitable Massenet. Como suele pasar, el recital más esperado (este) no fue lo mejor de la trilogía de fin de semana, y resultó menos emotivo e importante. La orquesta titular del Teatro Real de Madrid, con algún pequeño error en el repertorio francés, se mostró más a la altura en Wagner (abertura de Lohengrin y otros refinamien­tos) bajo la atenta batuta del joven maestro Beidler, que hace honor a su ilustre apellido.

‘Thaïs’ de Jules Massenet Intérprete­s: Ermonela Jaho, Plácido Domingo, Michele Angelini, Elena Copons, Lídia Vinyes-Curtis, Sara Blanch, Marifé Nogales, Orq. del Real Dirección: Patrick Fournillie­r. Cor0: Andrés Maspero.

Lugar y fecha: Auditori (29/VII)

Tengo que confesar que me daba una cierta pereza asistir a una representa­ción –semi-escenifica­da, es cierto– de la ópera religiosoi­de de Massenet, y no era lo único que expresaba sus dudas. Pero el cierto es que la representa­ción nos cayó en todos muy bien, que los cantantes estuvieron a muy buen nivel, la orquesta del Real sonó mejor que en el concierto anterior, bajo la batuta del experto Patrick Founillier, y que el conjunto resultó muy afortunado. Plato especial fue la importante actuación baritonal de Plácido Domingo en el papel de monje Athanaël, con intervenci­ones intensas de vocalidad espléndida, algunas de considerab­le dificultad, y que la intérprete del papel de Thaïs (que lució un vestido rojo de cortesana y uno blanco como penitente) tuvo una presencia vocal importante. Ermonela Jaho viene a sumarse a la cosecha de cantantes albaneses que empiezan a recorrer Europa (por fin liberados de la tiranía d’Enver Hoxha, ahora pueden cantar por todas partes). Su voz tiene una sonoridad un poco peculiar, pero sin problemas en el registro agudo (Thaïs es de hecho una ligera, y no sólo de costumbres). Angelini, tenor de origen italiano, hizo un buen papel como el estúpido personaje de Nicias, y las cortesanas Crobyle, Myrtile y Encisadora hicieron el contrapunt­o vocal al inicio con especial relieve, como también se distinguió Marifé Nogales como Albine, incongruen­temente vestida de lentejuela­s si bien se supone que es la abadesa.

La orquesta funcionó con mucha elegancia; la Méditation salió redonda, y sólo el coro pasó relativame­nte desapercib­ido. ¡No nos aburrimos nada, y unos largos aplausos coronaron el espectácul­o y la presencia del incomparab­le, indestruct­ible, fabuloso Plácido Domingo!

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