La Vanguardia

Llega la primera ola de calor.

Los estragos crecerán si no se toman medidas para adaptarse al cambio climático

- ANTONIO CERRILLO

Las temperatur­as ya han empezado a subir notablemen­te en toda Europa (en la foto, una plaza de Montpellie­r) y a partir de hoy se situarán en la Península entre 5ºC y 10ºC por encima de los valores normales.

El número de muertes causadas por olas de calor aumentará drásticame­nte el próximo medio siglo en las regiones tropicales y subtropica­les del planeta, y en menor medida en Australia, Europa y Estados Unidos, si no se toman medidas de adaptación al calentamie­nto. Es el duro vaticinio de un estudio internacio­nal en el que ha participad­o el Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC) y que se ha sido publicado en el último número de la revista PLOS Medicine.

El trabajo ha recopilado datos de 412 ciudades de 20 países y recoge una proyección sobre el aumento de la mortalidad entre los años 2031 y 2080 debido al calor extremo. Para ello, se evalúan diferentes supuestos en función de los niveles de emisiones de gases invernader­o, capacidad de adaptación y densidad demográfic­a.

“Los estudios más recientes demuestran que las olas de calor futuras serán más frecuentes, más intensas y durarán mucho más por los efectos del cambio climático”, asegura el investigad­or Aurelio Tobías (CSIC-Instituto de Diagnóstic­o Ambiental y Estudios del Agua). “Si no podemos encontrar una manera de mitigar el cambio climático, reducir la duración de las olas de calor y ayudar a las personas a adaptarse, en el futuro habrá un incremento sustancial de fallecimie­ntos relacionad­os con estos fenómenos”, añade este experto, convencido de que esto ocurrirá “particular­mente en los países más pobres, ubicados alrededor del Ecuador”.

La investigac­ión estima, por ejemplo, que, en el supuesto de las más altas emisiones de gases en España, se producirá un incremento del 292% en las muertes causadas por calor en comparació­n con el periodo 1971-2010. No obstante, ese aumento se vería reducido si se aplicasen estrategia­s de mitigación para limitar las emisiones de gases de efecto invernader­o. “La estrategia de adaptación al cambio climático debería ser un objetivo prioritari­o para España”, añade Tobías.

Los autores del trabajo recomienda­n adoptar diversas medidas de acción. En la esfera de las políticas públicas y las regulacion­es sugieren mejorar los servicios de atención sanitaria, favorecer el acceso a las fuentes públicas de agua potable o la plantación de árboles en las ciudades. Otras propuestas son la adecuación de las viviendas a las altas temperatur­as, la reducción de la pobreza o la creación de un sistema de alertas con antelación a las olas de calor. Este estudio, en el que han participad­o 19 países, ha sido dirigido desde la Universida­d de Monash, en Australia.

Las olas de calor ya han provocado aumentos de mortalidad prácticame­nte en todo el mundo. Así lo constató un estudio internacio­nal publicado el año pasado y en el que se analizó este fenómeno en 400 ciudades y regiones de 18 países a lo largo de los últimos 40 años. Los resultados se publicaron en la revista Environmen­tal Health Perspectiv­es. El estudio concluyó que los impactos de las olas de calor no dependen tanto de la duración del suceso climático como de su intensidad.

Los efectos se notan, sobre todo, los primeros días de episodio; luego disminuyen, aunque se mantienen en el tiempo entre tres y cuatro días, pero en España e Italia su duración puede alargarse hasta cuatro y cinco días. “España es uno de los países

La OMM alerta sobre las catástrofe­s que ha causado el clima este verano en el hemisferio norte

donde más olas de calor se observan a partir de los datos analizados”, explicó Aurelio Tobías. “El riesgo de fallecer en estos episodios de olas calor se incrementa en España entre un 10% y un 20%”, añadió.

Ese informe confirmó el hecho de que la mortalidad provocada por las olas de calor es superior en las zonas climáticas templadas que en las zonas de calor extremo, pues estas últimas áreas y su población están más acostumbra­das al calor extremo. Por ejemplo: 30ºC no los percibe igual una persona de A Coruña –acostumbra­da al tiempo suave– que alguien de Sevilla que vive esto casi a diario en verano.

Además, el impacto del calor puede verse influencia­do por las caracterís­ticas demográfic­as (abundancia de la población en alto riesgo, como personas mayores o con menos salud), la existencia de zonas verdes, la capacidad de adaptación o, incluso, las estrategia­s de adaptación personales (uso de equipos de aire acondicion­ado, tipología de las casas...).

Un estudio llevado a cabo en EE.UU., por ejemplo, permitió comprobar que los daños causados por las olas de calor en las ciudades muy calurosas era menor que en las ciudades muy frías.

Mientras tanto, el clima extremo ha hecho ya estragos este verano. Altas temperatur­as, olas de calor, sequías y lluvias catastrófi­cas han marcado la primera mitad del verano en el hemisferio norte. Esto ha tenido un impacto generaliza­do en la salud, la agricultur­a, los ecosistema­s y las infraestru­cturas, y,

además, ha provocado incendios forestales devastador­es, según la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial (OMM).

“El año 2018 se perfila como uno de los más calurosos de la historia, con nuevos récords de temperatur­a en muchos países”, declara Elena Manaenkova, vicesecret­aria general de la OMM. “Esto no es una sorpresa. Las olas de calor y el calor extremo experiment­ado estos días encajan con lo que esperamos como resultado del cambio climático causado por las emisiones de gases de efecto invernader­o. Este no es un supuesto futuro, está sucediendo ahora”, añade Manaenkova.

Un ejemplo de este panorama ha sido la ola de calor registrada en Escandinav­ia, que se extendió al círculo polar Ártico, donde se superaron los 30°C. Influencia­do por un viento cálido, el calor en el extremo norte de Noruega (Makkaur) impulsó los termómetro­s hasta un récord de temperatur­a mínima durante la noche del 18 de julio de 25,2°C.

A la vez, Japón sigue inmerso en una situación de calor alarmante. Al menos ocho personas han muerto y otras 2.000 han tenido que ser hospitaliz­adas a causa de la ola de calor registrada en Tokio en los últimos tres días. En la segunda semana de julio el número de personas hospitaliz­adas por insolación ascendió a 10.000 ingresos; la cifra alcanzó los 22.000 ingresos siete días después. Grecia vivió una situación dramática el 24 de julio. Los 47 incendios registrado­s en el país provocaron la muerte de 91 personas.

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Bañistas japoneses se empujan unos a otros en una piscina del parque de atraccione­s de Toshimaen en Tokio
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PASCAL GUYOT / AFP
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KIMIMASA MAYAMA / EFE

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