El gran caballo de Troya tecnológico
YA decía Travis Bickle (Robert De Niro) en Taxi driver que había aprendido mucho más sobre América conduciendo taxis que en ningún otro sitio. Los taxistas son los mejores para tomarle el pulso a una metrópoli. A menudo, el taxista es para el periodista enviado a un conflicto la primera fuente, aunque pocos lo citan desde que Pérez-Reverte denunciara a los que van a las guerras en taxi en lugar de transitar por las trincheras.
Los taxistas saben también que resultan parte imprescindible de la ciudad y que constituyen una fuerza cuando se sienten interpelados ante cualquier contencioso que les afecta. Barcelona colapsada por los taxis es una patada en el trasero del turismo, de la marca BCN, del comercio, de la alcaldesa y de los gobiernos catalán y español. El gran atasco es una imagen tercermundista que no se puede permitir esta capital, permanentemente amenazada por su condición de gran plató global.
Los profesionales del taxi tienen parte de razón –y el pulso actual con la Administración lo ganarán–, pero la batalla a medio plazo con la nueva economía no será tan fácil. Las tecnologías disruptivas, impulsadas por internet, están habilitando, interrumpiendo y alterando el funcionamiento de la industria, las personas, la cultura y las finanzas. Antes fueron la música, el cine o el periodismo quienes pagaron el precio de esta transformación. Y ahora sufren la logística, el comercio o la restauración. Cada vez más, la movilidad en las grandes urbes no sólo tendrá a Uber o Cabify como amenaza, sino también BlaBlaCar o las start-ups de coche compartido.
El taxi cantará victoria esta semana y Tito será recibido como los héroes espartanos. Pero el mundo se ha convertido en una gran caballo de Troya tecnológico del que salen iniciativas que en poco tiempo nos cambian la vida. A unos se la hacen más fácil y a otros se la complican. Así que muchos ánimos y hasta la próxima.