Hacienda y diplomacia
Las medidas arbitradas por el Gobierno para aliviar las cuentas públicas autonómicas; y la desconcertante política exterior de Donald Trump.
LAS dotes de persuasión de Donald Trump en la esfera internacional no parecen estar cosechando grandes resultados. A los ya conocidos improperios, desplantes y acusaciones a sus socios tradicionales –guerra comercial con Europa, exigencia de mayor gasto en defensa en la OTAN, salidas de tono con los miembros del G-7– se suman ahora dos nuevos episodios que afectan a la seguridad y estabilidad de dos zonas sensibles de la política mundial: la península coreana e Irán.
Tras su histórico encuentro en junio con el presidente de Corea del Norte, Kim Jong Un, Donald Trump alardeó de que ambos países iban a empezar negociaciones para la desnuclearización norcoreana. Tales negociaciones formalmente han comenzado, pero al parecer, según las pruebas obtenidas por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, ello no ha sido óbice para que Corea del Norte prosiga su carrera armamentística atómica. Según fotos de satélites espía americanos, Pyongyang seguiría fabricando misiles con capacidad para alcanzar territorio estadounidense. De confirmarse, estas informaciones avanzadas por The Washington Post desmentirían las afirmaciones de Trump tras la cumbre de Singapur cuando declaró que “Corea del Norte ya no supone una amenaza nuclear” y pondrían en entredicho el vago comunicado que firmaron los dos líderes.
El segundo dossier en el que las dotes diplomáticas de Trump han vuelto a chirriar es el del contencioso con Irán. Hace unos días el presidente de EE.UU.ys uh omólogoiraní,H asan Rohani, intercambiaron duras amenazas verbales. Pero sorprendente mente anteayer, en otra de sus habituales salidas de tono, DonaldTrump dijo por su cuenta y riesgo que estaba dispuesto a encontrarse con las autoridades iraníes“s in condiciones previas ”.“El acuerdo nuclear (con Irán) –añadió– era ridículo y un desperdicio de papel, pero creo en las reuniones”. La respuesta del régimen iraní no se ha hecho esperar y responde a la lógica de Teherán: “No habrá encuentro alguno hasta que EE.UU. vuelva al acuerdo nuclear, cese las hostilidades (léase sanciones) y respete plenamente al pueblo iraní”. Como Trump no dará marcha atrás, toda posibilidad de diálogo es hoy inviable.
Irónicamente, la voluntad que Trump dice tener de reunirse y llegar a acuerdos con líderes de países enemistados acaba indefectiblemente en un fiasco, aunque él está convencido de que su personal concepto de la diplomacia y las relaciones exteriores, consistente en obviar los equipos asesores y mantener encuentros cara a cara con sus oponentes, le convierte en un maestro de la negociación. Las críticas internas y externas recibidas tras su reciente cumbre con Putin son la última muestra de una diplomacia personalista de nulos resultados.