Mayoría en marcha
La mayoría presidencial rechaza las mociones de censura por el caso Benalla
El presidente francés, Emmanuel Macron, respira aliviado al comprobar que la mayoría que le llevó al Elíseo se mantiene sólida y liquida las dos mociones de censura contra el Gobierno de su primer ministro, Édouard Philippe.
La aritmética estaba a su favor, pero debían confirmarlo los votos. Emmanuel Macron pudo respirar aliviado ayer al comprobar que la mayoría que le llevó al Elíseo, en mayo del año pasado, se mantiene sólida. Las dos mociones de censura contra el Gobierno del primer ministro Édouard Philippe, presentadas por la derecha y por la izquierda, fueron rechazas por amplio margen. Una obtuvo 143 votos y la otra 74. Necesitaban 289 para triunfar.
Aunque a nivel formal se pretendía censurar al Ejecutivo, por el escándalo protagonizado por el exguardaespaldas de Macron, políticamente la diana era el presidente. Según la Constitución francesa vigente, el jefe de Estado sólo responde ante el pueblo francés y no ante el Parlamento. Por eso la oposición no tuvo otro remedio que activar las mociones de censura, sabedora de que fracasarían, para al menos hacerse oír, tratar de levantar cabeza –aún duelen las derrotas del 2017– y poner las cosas difíciles a los inquilinos del Elíseo y de Matignon. Hacía 38 años que no se presentaban dos mociones de censura simultáneas. Fue en 1980, contra el gobierno de Raymond Barre, y ambas las planteó la izquierda –los socialistas y los comunistas–. Esta vez se ha producido el hecho insólito de una tenaza, por la derecha y por la izquierda.
El debate previo a las votaciones permitió a Philippe situarse en el centro político, alejado de los extremos, una maniobra beneficiosa para el propio Macron, quien ha sido continuamente acusado desde la izquierda y desde los sindicatos de haberse escorado a la derecha y de ser “el presidente de los ricos”. El encontronazo parlamentario ha hecho que el macronismo pueda reubicarse en el terreno que pretendía desde un principio y que tanto rédito electoral le procuró.
La discusión en la Asamblea Nacional fue animada. Hubo gritos e intentos de interrupción de los oradores. Por parte de la izquierda, defendió la censura al Gobierno el diputado André Chassaigne. Según él, la conducta del exescolta, Alexandre Benalla, y la actitud del Elíseo ante los hechos ha destapado el estilo de Macron, la existencia de consejeros ocultos y de privilegios. Todo ello ha supuesto, para Chassaigne, un daño a la imagen internacional de Francia. El diputado insistió en que ha sido un escándalo de Estado y no un escándalo de verano (jugando con los vocablos franceses que riman, État y été, usado ya por Benalla para minimizar el caso). Chassaigne alertó de las derivas de un “hiperpresidencialismo” que debilita el Estado de derecho, y llegó a citar al barón de Montesquieu –el teórico de la división de poderes– al recordar que “todo poder sin un límite no es legítimo”. “El Ejecutivo ha mentido para protegerse”, enfatizó Chassaigne.
Christian Jacob defendió la moción de Los Republicanos (derecha). El diputado conservador usó la palabra barbouze (un término muy peyorativo, cuyo origen está en los agentes semiclandestinos durante la guerra de Argelia) para referirse a Benalla. Jacob dijo no creerse que el guardaespaldas había sido castigado por el Elíseo tras descubrirse que había maltratado a manifestantes, con casco de policía, en la protesta del Primero de Mayo, a la que asistía como observador. El dirigente derechista afirmó que “en la República de Macron las sanciones son falsas”, denunció los “amiguismos malsanos” en su seno y pidió que el sistema de seguridad del presidente sea redefinido por ley.
En nombre de la mayoría presidencial habló, entre otros, Marc Fesneau, presidente del Movimiento Demócrata, quien espetó a la oposición: “Todavía no habéis aceptado la decisión de las urnas del 2017”.
En su turno de la palabra, el primer ministro estuvo enérgico. Su estrategia fue redimensionar lo ocurrido, como un fallo personal y no institucional, y defender la respuesta que se dio. Philippe admitió que Benalla “faltó a los deberes de su función” y tuvo “un comportamiento chocante”, si bien agregó: “Es el affaire de las faltas individuales, de los pequeños tratos entre un encargado de misión (el cargo de Benalla) y un miembro de la prefectura de París (el jefe policial que lo invitó a “observar” la manifestación del Primero de Mayo). Lo que debía hacerse se ha hecho”.
Philippe contrapuso la reacción del actual Elíseo con otros escándalos anteriores. “¡Qué contraste con periodos precedentes!”, exclamó. “Podemos decir alto y fuerte que sí, la democracia funciona –prosiguió el primer ministro–. Nada deja entrever la existencia de ningún tipo de milicia paralela, ni de deriva monárquica ni de impunidad. La República ejemplar no es la República infalible”. El jefe de Gobierno lamentó la “instrumentalización” política del caso Benalla y el objetivo solapado de la oposición, que según él es “ralentizar el ritmo de transformación del país”.
CLAMOR DE LA OPOSICIÓN Derecha e izquierda acusan al Gobierno de mentir sobre el ‘affaire’ del exguardaespaldas
PHILIPPE CONTRAATACA “La democracia funciona, no hay deriva monárquica ni impunidad”