La Vanguardia

Entre el referéndum y la cruda realidad

- Isabel Garcia Pagan

El president Quim Torra se autodefine como presidente provisiona­l de la Generalita­t. Su mandato pretende ser un tránsito entre el Carles Puigdemont de Girona y el Carles Puigdemont de Waterloo. Pero los hospitales, las escuelas, las infraestru­cturas... no pueden estar en tránsito indefinido, así que, junto a la demanda de un referéndum de autodeterm­inación y la libertad de los presos independen­tistas –“de esto va esta legislatur­a”, sostiene Torra siempre que puede–, se impone la cruda realidad.

Esa que, discretame­nte, llevó el lunes por la mañana a la Conselleri­a d’Ensenyamen­t a participar en la conferenci­a sectorial de Educación en la sede del ministerio, y que por la tarde hizo que se firmara en el paseo de la Castellana un convenio de colaboraci­ón entre el Ministerio de Fomento y la Generalita­t por valor de 272 millones para ejecutar el plan de vivienda. La misma realidad por la que la consellera de Presidènci­a, Elsa Artadi, se excusó en persona con la vicepresid­enta del Gobierno central, Carmen Calvo, por no poder acudir a la conferenci­a sectorial de Igualdad. Artadi envió a la secretaria general de su departamen­to a la cita en la que se desbloquea­ron los fondos para el Plan contra la Violencia de Género, que adjudica a Catalunya casi 13 millones extras. O los más de 800.000 euros pescados también ayer en la sectorial de Pesca para cofinancia­r el coste de las ayudas a armadores y tripulante­s por el paro temporal de la actividad durante el 2017.

El Govern de JxCat y ERC se aferra a los gestos, como no acudir al Consejo de Política Fiscal y Financiera, en busca de una relación bilateral con el Estado; pero la Conselleri­a d’Economia que dirige Pere Aragonès envía al Ministerio de Hacienda su plan económico-financiero, para que sea declarado “idóneo”. O disimula cuando la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos permite la refinancia­ción de operacione­s de crédito a corto plazo, que fue la gran reclamació­n de Oriol Junqueras y que el PP nunca concedió.

No hay normalidad posible mientras el problema político catalán esté pendiente de los jueces, pero mientras se defiende la autodeterm­inación, el independen­tismo no puede olvidarse de gobernar.

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