Independentismo de pura cepa
Más del 80% de los votantes en Berga son soberanistas, pero hay dudas por el camino tomado desde el 1-O
Del optimismo al enfriamiento. El electorado independentista en Berga navega entre dos aguas. Unos admiten decepción por el transcurso del proceso soberanista desde el 1-O; otros se muestran ilusionados todavía y afirman que “todo irá adelante”. “Indiscutiblemente todo se ha enfriado un poco. Pero es lógico”, admite Agustí Ferrer, que gobernó la ciudad de 1987 a 1991 de la mano de Alternativa Berguedana Independent (ABI). Sentado en la terraza del bar junto al Consistorio, confiesa que en la ciudad hubo “decepción general” y un “fuerte desencanto” porque no se hizo efectiva la república proclamada el 27 de octubre.
En Berga, con más de 16.000 habitantes, gobierna la CUP desde el 2015. “La niña, Venti, está haciendo un trabajo excepcional”. De esta manera afectuosa se refiere Ferrer a la actual alcaldesa, Montse Venturós. A la espera de sentencia firme, la dirigente cupera ha sido condenada a seis meses de inhabilitación por no descolgar la estelada del balcón del Ayuntamiento durante dos periodos electorales. Actualmente ondea una, la estelada roja, acompañada por una azul, que cuelga entre el primer piso y el segundo. Si no quieres sopa, toma dos platos.
Cuatro de cada cinco votantes optan por partidos soberanistas –entre JxCat, ERC, la CUP y CatComú–. Por toda la ciudad abundan banderas, estelades, lazos amarillos y un montón de carteles que exigen la “libertad de los presos políticos”. Tan sólo en la plaza de la Cruz de Berga hay una simbología diferente: una bandera azul carlista, izada el 1 de julio de este año, después de una representación de la historia de Berga que, con actividades deportivas y lúdicas, rememoró por tercer año consecutivo la lucha entre liberales y carlistas y que en 1837 la ciudad fue la capital de los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón durante la primera guerra carlista.
“Berga es claramente indepennunca”. dentista. Es un núcleo desde hace muchos años, y lo será durante muchos más, porque las nuevas generaciones vienen muy fuertes”, asegura Ferrer.
De la misma opinión es Gemma Morer, conciudadana. Irradia optimismo: “No estoy nada decepcionada. Lucharemos hasta el final”. Eso sí, no tiene ninguna esperanza con el deshielo abierto por Pedro Sánchez y Quim Torra, porque, “aunque es un paso adelante, los españoles no cambiarán Un punto de vista que comparte Rosa Maria Navarro. Parca en palabras, pero muy descriptiva, afirma que “está todo mucho chungo”, que el Govern que hay ahora le va bien porque le ha concedido las becas a su hija y que el diálogo Sánchez-Torra “es complicado que resuelva nada”.
Otra Rosa, Rosa Guitart, va cargada con dos bolsas. Su punto de vista es un poco diferente al de sus vecinos. También es votante independentista, pero su tono es áspero cuando habla del proceso soberanista. “Ya no miro nada, ni las noticias. Es exasperante. Después del 1-O todo estaba muy exaltado, pero ha acabado pinchando”, afirma.
¿Hay fractura social? Sólo los que aseguran no comulgar con una república catalana lo admiten. Algunos, con matices: “La hay, pero no hasta el extremo de relacionar la Patum con celebraciones nazis, como han hecho recientemente algunos medios”.
Quien hace este reproche es un votante del PSC (en Berga concurrió como Candidatura de Progrés) que prefiere no decir su nombre. Lo hace justo en medio de la calle del Balç, vía semipeatonal donde se reúnen pintadas a favor de la FAI, de Alerta Solidària (organización antirrepresiva de la izquierda independentista), y un local, el Centre d’Estudis Josep Ester Borràs, adherido a la CGT. Unos metros más abajo, el Casal Panxo, donde militó Venturós. “Puede haber disputas, dialécticas, a veces”, admite.
Sin embargo, ha habido episodios comprometidos. El más llmativo, el del joven bergadán Sergi Rodríguez, Teti, que fue condenado en el 2017 a un año de prisión por “un delito de atentado contra la autoridad” por dar un coscorrón al entonces concejal del PP en Berga, Joan Antoni López, durante un pasacalles de la Patum del 2012.
López es bastante conocido en Berga. En las escaleras de la parroquia de Santa Eulàlia se sienta una de las muchas personas que se implicaron en la creación del Comitè de Defensa de la República (CDR) del municipio después del referéndum del 1 de octubre. “No hay problemas con los no independentistas. Incluso con Joan Antoni nos vemos para tomar un café”, asegura mientras pide mantener el anonimato.
Por el contrario, López celebra que “se haya rebajado la tensión”, pero no tiene dudas de que hay fractura social. “El hecho de que a usted, como periodista, le cueste encontrar votantes no independentistas que quieran expresarse y dar su nombre ya es un síntoma de que la cosa no va bien”, argumenta. A pesar de todo, reconoce que “el 90% de los ciudadanos soberanistas en Berga son tolerantes, pero hay ciertos grupos que no lo son”. Además, dice que la Patum “se ha convertido en un aquelarre independentista”.
Durante el 1-O, ni una población de la comarca del Berguedà sufrió la violencia policial. “No me sorprende –dice el miembro del CDR–, porque echaron el freno de mano después de que la Unión Europea dijera al Estado español que se le estaba yendo de las manos. Los siguientes éramos nosotros”. Seguidamente, repasa lo que ha pasado desde octubre del 2017: “Ha habido desafección hacia la Generalitat por su posicionamiento. Yo estoy decepcionado, porque parecía que la cosa iba hacia un camino y parece que nos hemos acomodado”.
También lo cree así el exalcalde Ferrer. “La Merkel...”. A Ferrer no le molesta que se hable de Berga como parte de una supuesta “Catalunya profunda”. Pero matiza: “Si por profunda entienden que somos unos paletos, no, pero sí lo es en el sentido de que aquí late el independentismo, hay una tradición, hay raíces”.
“Ya no miro nada, es exasperante; después del 1-O todo estaba muy exaltado, pero ha acabado pinchando”