Las dos caras del independentismo
EL gobierno catalán siempre ha sabido sacar tajada del Ejecutivo central cuando este era débil y necesitaba los votos de los diputados nacionalistas para mantenerse en el poder. Se ha escrito mucho sobre la estrategia del peix al cove de CiU. Las circunstancias actuales con Pedro Sánchez se asemejan mucho a aquellos momentos en los que González o Aznar se presentaban como los mejores amigos de Catalunya. Pero ahora el independentismo afronta este momento histórico con dos caras. Por un lado, existe un soberanismo pragmático que ve una gran oportunidad en hacer una pausa en la estrategia rupturista y, sin renunciar al objetivo final de la independencia, centrarse en aumentar el nivel de autogobierno y lograr resultados tangibles para Catalunya como podrían ser la mejora de la financiación o el traspaso de competencias como Rodalies. Pero existe otro soberanismo, que es el dominante, que quiere aprovechar esta debilidad y la próxima celebración del juicio a los líderes independentistas presos para volver a forzar la máquina y plantear un nuevo reto que acabe, esta vez sí, en la independencia de Catalunya. Los mismos argumentos que se utilizaron en octubre del 2017 para apoyar la declaración de independencia, acerca de la debilidad del Estado o un hipotético apoyo final de la UE, vuelven hoy a ser utilizados de forma simplista. Y se recuperan lemas como el “ahora o nunca” e incluso hay quien mira con envidia la movilización de los taxistas pensando en acciones similares en aeropuertos o vías de comunicación para paralizar el país. Por eso hay que felicitarse por reuniones como las de ayer entre el Estado y la Generalitat, aunque las dos partes siguen todavía en posiciones lejanas. Que esta comisión se vuelva a reunir siete años después es la mejor noticia. Cada acuerdo que se pueda alcanzar a partir de ahora es un misil en contra de la estrategia de la confrontación.