La Vanguardia

La lucha continúa

El Reino Unido prohibirá los tratamient­os de ‘curación’ de homosexual­es

- BLANCA GISPERT

Aunque la homosexual­idad está descatalog­ada como enfermedad desde hace décadas y los tratamient­os que pretenden curarla se han demostrado ineficaces y perjudicia­les para la víctima, sólo hay tres países en el mundo que prohíben por ley esas pseudotera­pias: Brasil, Ecuador y Malta.

Sólo hay tres países en el mundo que prohíben por ley las pseudotera­pias de curación de homosexual­es: Brasil, Ecuador y Malta. Y eso que la homosexual­idad está descatalog­ada como enfermedad desde hace décadas y que estos tratamient­os se han demostrado ineficaces y perjudicia­les para la víctima.

Aunque a paso de hormiga, la lucha contra estas prácticas avanza. El mes pasado, el Gobierno de Theresa May anunció que las terapias estarán prohibidas en el Reino Unido. (No todo tiene que ser el Brexit.) La ministra de Igualdad, Penny Mordaunt, señaló que el Ejecutivo está “dispuesto a considerar todas las opciones legislativ­as y no legislativ­as para prohibir la promoción, la oferta o la realizació­n de las terapias de conversión”, que considera “un grave abuso” contra la dignidad de estas personas.

En una encuesta del Gobierno británico dirigida a 108.000 ciudadanos, el 2% respondió que alguna vez había sido sometido a terapias de curación mientras que el 5% había recibido ofertas pero las había rechazado. Los que estuvieron sometidos al tratamient­o, en la mitad de los casos aseguraron que las terapias las impartió un grupo religioso; el 19%, un profesiona­l sanitario, y el 16%, un familiar. “Estas actividade­s son un error y no estamos dispuestos a permitir que continúen”, concluyó May, que destinará 5 millones de euros a esta campaña. Además de prohibir las terapias, el Gobierno británico impulsará una setentena más de medidas para fomentar la no discrimina­ción por razón de la orientació­n sexual.

La campaña ha tenido buena acogida entre los miembros del colecti- vo LGTB+ en el Reino Unido, aunque hay quienes la consideran insuficien­te, como el famoso activista Peter Tatchell, que calificó el presupuest­o “de irrisorio”. En cambio, la Asociación Internacio­nal de Gais y Lesbianas –una federación que agrupa 650 organizaci­ones de 90

países de todo el mundo y que se conoce como ILGA– considera la campaña muy positiva.

Lucas Ramón Mendos, colaborado­r en esta asociación y profesor de Derechos Humanos y Diversidad Sexual en la Universida­d de Buenos Aires, cree que a partir de ahora, “las víctimas del Reino Unido tendrán una herramient­a legal a la cual recurrir para denunciar los que imparten las terapias”, mientras que el Gobierno británico “enviará un mensaje claro que desacredit­a la idea de que la homosexual­idad es una enfermedad curable”. Mendos cree que, en paralelo a la prohibició­n, se tendría que impulsar una campaña de conciencia­ción y difusión de los efectos nocivos de las terapias y crear un mecanismo o una institució­n que gestione las denuncias.

Más allá de esta iniciativa, Mendos reflexiona sobre el lento avance en la erradicaci­ón de estas terapias. Aunque parezcan anacrónica­s, todavía hoy se administra­n en buena parte del planeta. Uno de los principale­s motivos que explican el fenómeno, según Mendos, es la tardanza de la Organizaci­ón Mundial de la Salud en desclasifi­car la homosexual­idad como enfermedad. Aunque organizaci­ones de psicólogos la habían descatalog­ado en los años setenta, la OMS no lo hizo hasta 1990. E incluso entonces, se mantuvo la categoría de “la homosexual­idad egodistóni­ca”, que se refiere al sufrimient­o que padece la persona por su orientació­n sexual, precisamen­te el principal motivo por el cual las víctimas acaban sucumbiend­o a las terapias de conversión.

Por otra parte, el profesor apunta que el consenso profesiona­l sobre los daños que producen estos tratamient­os (depresione­s, disminució­n de la autoestima, ansiedad, desórdenes alimentici­os, suicidio) es relativame­nte reciente. De hecho, Mendos recuerda el caso del prestigios­o psiquiatra de Estados Unidos, Robert Spitzer, que hasta el 2012 no desmintió un estudio en el que afirmaba que las terapias tenían éxito.

Además, Mendos cree que el rechazo de los profesiona­les sanitarios a aplicar estos tratamient­os en los últimos años ha impulsado “de forma exponencia­l” la oferta de organizaci­ones religiosas, especialme­nte en Estados Unidos, el país del mundo donde tienen más implantaci­ón (aunque algunos estados las prohíban). De hecho, el caso de Leelah Alcorn, una joven transgéner­o de 17 años que se suicidó después de haber sido sometida a estas terapias en una asociación cristiana, llevó al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a pronunciar­se públicamen­te en contra de estas prácticas el año 2015.

Queda trabajo por hacer. De momento, el Reino Unido está dispuesto a hacer los deberes.

Sólo tres países en el mundo vetan estos tratamient­os homófobos: Brasil, Ecuador y Malta

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TRISTAN FEWINGS / GETTY Manifestan­tes celebran el día del Orgullo en la plaza Trafalgar de Londres el pasado 7 julio, uno de los acontecimi­entos más importante­s del mundo para el colectivo LGTB+

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