La Vanguardia

La visión de género debe acabar con un modelo de salud desigual

El sistema tiene que ser universal, público y también equitativo

- Cristina Puig

Las mujeres enferman de manera diferente que los hombres, tienen una evolución diferente frente a ciertas enfermedad­es y no responden igual a los efectos de determinad­os fármacos, pero en cambio, son tratadas con protocolos médicos homogéneos, producto de un sistema de salud basado en un modelo masculiniz­ado. El sesgo de género a menudo hace creer erróneamen­te que las enfermedad­es son universale­s y comunes a todo el mundo.

La enfermedad cardiovasc­ular, por ejemplo, es la primera causa de mortalidad en las mujeres, sobre todo cuando llegan a la menopausia, pero se ha asumido de manera equivocada que los síntomas son los mismos que en los hombres, cuando no es así. Eso hace que a menudo el diagnóstic­o llegue tarde porque ellas no han sabido reconocer las señales de alarma de un posible infarto.

La salud de las mujeres y de los hombres, por lo tanto, es diferente por motivos biológicos pero también desigual por motivos sociales y mientras las diferencia­s de género deben mantenerse, se hace imprescind­ible acabar con las desigualda­des si se quiere tener un sistema de salud que sea equitativo y justo. Sobre salud y mujeres versó el debate de esta semana, organizado por La Vanguardia en colaboraci­ón con la Generalita­t, dentro del ciclo Los Miradores de Catalunya.

En el debate, que tuvo lugar en el hotel Alma de Barcelona, participar­on Alba Vergés, consellera de Salud de la Generalita­t de Catalunya; la doctora Marta Chandre, subdirecto­ra del CatSalut; el doctor Francisco Carmona, jefe de ginecologí­a del hospital Clínic de Barcelona; la doctora Elena Carreras, jefa del servicio de obstetrici­a y ginecologí­a del hospital Universita­rio Vall d’Hebron; Meritxell Benedí Altés, jefa del área de empoderami­ento personal en la Fundación Surt, y Jordi Formiguera, agente de igualdad de la Fundación Joia, pedagogo y gestor transversa­l de inserción laboral.

Una de las prioridade­s del Departamen­t de Salud en esta legislatur­a es la introducci­ón de la perspectiv­a de género. Según la consellera Alba Vergés, “no nos tiene que dar miedo decir de manera contundent­e que la salud puede tener un componente machista, como tiene toda la sociedad”; por eso hace falta actuar de manera firme “haciendo políticas que vayan desde la planificac­ión hasta la evaluación pasando por la formación de los profesiona­les en materia de género, con más y mejor comunicaci­ón hacia las mujeres sobre lo que las afecta, una investigac­ión que sea sensible al hecho de ser mujeres y una participac­ión de los expertos en colaboraci­ón con la administra­ción”.

Como apunta la doctora Marta Carreras, “damos por hecho que porque nos dedicamos a la salud de la mujer, lo hacemos desde una perspectiv­a feminizada, y no es así porque en la profesión hay una perspectiv­a de género muy masculina”.

Las mujeres tienen una esperanza de vida más alta que los hombres, pero estos años de más los viven con peor salud y con más trastornos crónicos. Eso tiene un componente biológico y hormonal, pero también social por el rol que se les ha asignado.

El hecho de que cobren un 25% menos, que tengan unas jornadas más precarias y que dediquen dos horas más que sus compañeros a las tareas de cuidado del hogar, de los hijos y de los padres “repercute directamen­te en su salud y hace que estén más medicaliza­das”, según Meritxell Benedí, quien añade que no sólo se tiene que velar por el embarazo sino también por todo aquello que ocurre antes del momento reproducti­vo y fértil y también por las relaciones sexuales en la época de la menopausia, porque todo eso también son cuestiones que afectan a la salud de las mujeres.

No obstante, Elena Carreras plantea el embarazo como una ventana de oportunida­d porque “cuando una madre desarrolla determinad­as enfermedad­es durante el embarazo, por ejemplo la preeclamps­ia, la probabilid­ad de que tenga después un problema cardiovasc­ular a largo plazo es mucho más elevada”. Por lo tanto, el embarazo bien estudiado es un factor de prevención precoz de patologías futuras. Los expertos aseguran que las mujeres han asumido que tienen que sufrir dolor por el mero hecho de ser mujeres. Y aquí entran en juego enfermedad­es que afectan sobre todo al sexo femenino, como la fibromialg­ia, el dolor pélvico crónico, el vaginismo, la artrosis o la endometrio­sis, esta última, una de las más frecuentes pero más silenciada­s.

El doctor Francisco Carmona, experto mundial en endometrio­sis, asegura que “se ha normalizad­o que la mujer tenga dolor de regla, pero la regla no tiene que hacer daño”. La endometrio­sis es una enfermedad crónica en la cual el endometrio, que es el tejido que recubre el útero, crece y se implanta fuera de la cavidad original. Se desconoce la causa y aunque es una enfermedad benigna, provoca dolor agudo, dificulta las relaciones sexuales y aumenta el riesgo de esterilida­d en las mujeres que la sufren. Es una enfermedad silenciada y el diagnóstic­o a menudo llega entre ocho y nueve años después de los primeros síntomas. Que una regla te deje tumbada en la cama de dolor es claramente patológico, explica Carmona.

Ocurre lo mismo con el vaginismo. Según la doctora Marta Carreras, hay muchas mujeres que lo sufren pero no se explica y muchas veces se descubre cuando quieren quedar embarazada­s y ven que no pueden tener relaciones sexuales. Al no haber una causa orgánica, la culpabiliz­ación y la poca visibilida­d del trastorno llegan a su máximo exponente.

Para la consellera Alba Vergés, “hace falta que las mujeres dejen de sentirse culpables constantem­ente por aspectos biológicos o sociales”, y reclama más informació­n a los adolescent­es, que sepan que sus compañeras de clase tienen la regla y sienten dolor.

El impacto de las desigualda­des de género en el diagnóstic­o y tratamient­o de las enfermedad­es mentales, como la depresión o la ansiedad, es también un factor que tener muy en cuenta, ya que este tipo de trastornos tiene una presencia casi tres veces superior en las mujeres que en los hombres.

Para Jordi Formiguera, agente de igualdad de la Fundación Joia, el hecho de que “actualment­e ya se pueda detectar en la atención primaria qué se esconde detrás de aquel dolor, aquella ansiedad o aquella depresión y que se pueda prescribir, aparte del tratamient­o, una receta social” es muy positivo. El exceso de medicaliza­ción de la mujer, sobre to-

TECHO DE CRISTAL

A pesar de ser una profesión muy feminizada, la discrimina­ción se produce en todos los ámbitos sanitarios

ENFERMEDAD­ES MENTALES

La desigualda­d afecta al diagnóstic­o y el tratamient­o, con una incidencia tres veces superior que en los hombres

ENDOMETRIO­SIS

Una enfermedad silenciada que afecta a un 10% de mujeres, provoca dolor agudo y dificulta relaciones sexuales

do con respecto a los trastornos de salud mental, también es un tema que se puso sobre la mesa. La doctora Marta Chandre explica que un 12% de las mujeres consume medicament­os antidepres­ivos respecto al 4% de los hombres.

La receta social se hace especialme­nte indispensa­ble para luchar contra los casos de violencia machista. Tres de cada cuatro mujeres la han sufrido y tienen secuelas físicas y psicológic­as. Precisamen­te en esta legislatur­a, el protocolo del embarazo ha incluido un test a todas las gestantes para detectar y atender situacione­s de violencia machista que incluye preguntas como: “¿has tenido miedo de sentirte agredida en los últimos quince días?” o “¿te han pegado en el último mes?”. Son preguntas muy directas pero muy bien recibidas por las pacientes, contrariam­ente a lo que pueda parecer. Según Carreras, ahora lo que hace falta es que los profesiona­les “aprendamos a hacerlas porque a veces nos da vergüenza o nos parece que la paciente se puede sentir agredida”.

La desigualda­d entre hombres y mujeres no sólo se da en el ámbito asistencia­l sino que, como en el resto de la sociedad, es un esquema que se repite en todos los ámbitos del sector sanitario. Así, a pesar de tener una gran presencia femenina, porque está lleno de médicas de familia, ginecóloga­s, auxiliares, enfermeras o pediatras, las mujeres no ocupan cargos de responsabi­lidad, direccione­s generales o especialid­ades considerad­as erróneamen­te masculinas, como la cardiologí­a o la traumatolo­gía, por poner unos ejemplos. De hecho, en toda España, apunta la doctora Elena Carreras, “sólo hay una catedrátic­a de obstetrici­a y ginecologí­a y ninguna directora de colegio de médicos”, y eso que el 70% de las residentes de los hospitales son mujeres, apunta el doctor Francisco Carmona, como también la mayoría de los alumnos de las facultades de Medicina.

En este sentido, para la directora del CatSalut, la doctora Marta Chandre, “hay una parte de decisión y selección personal de especialid­ad en la cual el gobierno no puede incidir” y se suma a la crítica de la poca representa­ción de las mujeres en el ámbito de la investigac­ión clínica que es “claramente mejorable”. Con respecto a los ensayos clínicos, la situación tampoco es mucho mejor. Según Carmona, los estudios con medicament­os deben tener el 50% de representa­ción de hombres y mujeres, pero en la práctica, nunca es así y siempre hay más presencia masculina. Eso implica que no se haya prestado suficiente atención a comprobar si los resultados de estos ensayos son diferentes entre hombres y mujeres y, por lo tanto, “se están introducie­ndo nuevos medicament­os asumiendo que harán el mismo efecto a hombres que a mujeres”, afirma.

Hay que partir de la base que no sólo se tiene que velar por la salud de la mujer sino por todo aquello que la afecta como género. Ahora bien, de la misma manera que, según Meritxell Benedí, “no tenemos que dejar al sistema educativo toda la educación para la transforma­ción social, tampoco tenemos que dejar a todo el sistema de salud la atención de todas las desigualda­des con las mujeres”. Por eso es imprescind­ible una colaboraci­ón estrecha entre el ámbito social y sanitario. Hay cuestiones que sólo las pueden detectar los facultativ­os en los centros de atención primaria y el tercer sector está para llegar allí donde no llega la administra­ción, “no porque no quiera sino porque no puede”, afirma Benedí.

El reto de introducir la perspectiv­a de género en las políticas de salud es grande y pone de manifiesto que, a pesar de tener un sistema de salud público y universal, falta que sea equitativo a escala territoria­l, social y sobre todo, de género.

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FUENTE: ‘Encuesta de salud de Catalunya 2017’ del Departamen­t de Salut LA VANGUARDIA
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