La Vanguardia

Los mosaicos de Labarta

- Julià Guillamon

En el año 1909 Lluis Domènech i Montaner encargó al artista Francesc Labarta los mosaicos del hospital de Sant Pau. En las dos fachadas de los edificios que flanquean la puerta monumental, dibujó dieciséis paneles que explican la historia del hospital, desde la edad media hasta el siglo XX. Entre aquel montón de vitrales, escudos, agujas y arcos lobulados no lucen mucho. La idea de colocarles debajo una explicació­n en letra gótica, también de mosaico, no ayuda al conjunto. Es una gran pieza que pasa bastante desapercib­ida. Yo en los últimos meses he ido a menudo al hospital de San Pau y los he podido contemplar con detenimien­to.

Uno de los días estaba trabajando en la revista de humor Papitu, que se empezó a publicar en 1908. Participab­an en ella Apa, Francesc Pujols, Moraguetes, Nonell, Junoy, Juan Gris, Aragay... y Francesc Labarta, que en aquella época era un mozo de veintiséis años. Los chistes de Labarta tuvieron un éxito inmediato. Por el estilo gráfico, que era muy potente, con grandes superficie­s negras y blancas combinadas con lineas finitas. Por el humor marranote que, como en los grandes humoristas, se disimulaba con un ademán impasible. Cuando el cometa Halley pasó cerca de la Tierra, en febrero de 1910, dibujó una pareja tumbada en un prado. “I tots els cometes la tenen tan llarga, la cua?”, decía ella, coqueta–. “Vet aquí de lo que us preocupeu les dones”, respondía él, pasmarote. En otro chiste de 1909, en el momento de la guerra de Melilla que llevó a la Setmana Tràgica, dibujó una mujer con una gran pamela sentada en un banco. “DE LA GUERRA. Vaja, jo estic a favor de la penetració pacífica”. Es genial.

En plena euforia de los dibujos del Papitu le llega el encargo del hospital de Sant Pau. ¿Y qué hace Labarta? Adaptar el estilo que le ha funcionado en los chistes a los murales históricos. En lugar de dibujar señoritos y cocottes, boudoirs y cabarés, pinta a Ramon Berenguer III, Maria de Luna y Pau Gil colocando primeras piedras. He podido comprobar que a lo largo de 1910, dejó de colaborar en el Papitu. Tenía tanto trabajo con los mosaicos que no le quedaba tiempo para nada más. Pero conservó el estilo. Desarrolló un recurso que le funcionaba muy bien. Los personajes se miran, abren un poco la boca y parece que hablen. Labarta tenia una gran habilidad para conseguir este efecto, de manera natural. Por ejemplo, uno de los mosaicos explica que en 1401, el conde de Prades, por encargo del rey de Sicilia, el infante Martí, puso una de las primeras piedras del segundo hospital. Se ve al conde, junto a otro noble, ambos a caballo, y tres albañiles, junto a un cadalso. Uno sujeta un bloque de piedra enorme con una cuerda, el otro lo sostiene por detrás para que no se balancee. Se observan entre ellos y parece que se digan cosas. Dan ganas de incorporar al cuadro una leyenda absurda como las que escribía Francesc Pujols en el Papitu. “Ditxosa Quaresma: quina olor de bacallà fregit”, diría uno de los caballeros. “Ves que t’ho expliquin els de la Lliga”, le responderí­a el albañil listo, que mira como se desloman los otros dos. Ahora sí.

“I tots els cometes la tenen tan llarga, la cua?”, decía ella, coqueta. “Vet aquí de lo que us preocupeu les dones”

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