Concierto barroco en Torroella
El maestro Dantone y la contraalto Galou ofrecen una intensa velada inaugural
A César López Rosell, periodista y amigo que nos ha dejado.
Comienzan 19 días intensos de música en Torroella de Montgrí, en realidad más si sumamos actividades complementarias al programa central. Es uno de los festivales más significativos del verano, fiel a su compromiso con la clásica, y ahondando en un perfil que poco a poco fue creciendo, además de en calidad de propuestas, en una definición que lo centra en los repertorios barrocos, clásicos y románticos. Lo fundó Josep Lloret con las Juventudes Musicales en 1981, con la modestia de aquellos tiempos, pero con la ilusión que abre caminos. Iba a decir fe, porque además los conciertos se celebraban en la iglesia de Sant Genís. Ahora profundiza en su legado con la nueva dirección de Montse Faura, con un estupendo auditorio. Y en él inauguraron esta edición la contralto francesa Delphine Galou y la reconocida Accademia Bizantina, un grupo creado hace tres décadas en Ravena que ocupa un lugar de privilegio en el ámbito de la interpretación de músicas del barroco. En Torroella revive estos días un signo que ha alimentado nuestro panorama actual de festivales veraniegos de clásica, la melomanía de su gente. Debo decir que veinte años atrás, esto fue lo más fuerte; el entusiasmo y la convicción de un público que iba sumando lentamente.
El programa es un intenso cuadro que aúna dos formas sustanciales de aquellos tiempos (primera mitad del siglo XVIII, si descontamos a Monteverdi): el concerto grosso y motetes o arias de oratorios que se situaban en la frontera entre la ópera –digamos profana– y esta forma que se acerca más al ámbito religioso, aunque musicalmente apenas difieren. Obras centrales: concerti grossi del gran padre de la forma: Arcangelo Corelli y de su discípulo Geminiani, así como motetes de la Seva morale e spirituale de Monteverdi, y ya entrando en terreno del oratorio, arias de Stradella, Porpora, Jommeli y Vivaldi. El concierto se abrió con una novedad, un concerto grosso de Giovanni Gregori nacido en Lucca como Geminiani –según nos confirma el autor de las notas Eduardo Torrico. La mezo Galou centró el programa; con sonido muy cálido, intensidad y recursos ornamentales, color y expresión muy atractivos, que ya manifestó al comienzo con Et egressus est, un motete de Stradella.
Distinta es la óptica interpretativa para la Selva morale de Monteverdi, cuya sensibilidad expresiva es tan sutil y en la cual Galou mostró una muy buena ductilidad, con cuerpo en la voz, buena dicción, profundidad y un agradable color en los registros alto y bajo. El grupo de cuerdas, con la dirección al clavecín de Ottavio Dantone, presenta un sonido muy consistente y muy cuidado, cinco violines, dos violas, contrabajo y dos violoncelos, casi como en origen, con muy buen trabajo de los dos primeros violines y continuo –notorio ya en el Gregori y ratificado con brillo en Corelli. Este Concierto en Re mayor de Corelli, n.º 4 del op. VI, es un modelo del género, con un breve y delicadísimo tiempo lento, homogéneo y sutil en sonoridad.
Abonando este perfil del Festival del que hablamos, sigue hoy el dúo Lina Tur-Enrico Onofri que desde su práctica barroca miman los sorprendentes 44 dúos de Bártok; en unos días la propuesta bachiana del Dunedin Consort, o el grupo Tenebrae que dirige Nigel Short en Sant Genís, nada menos que con Victoria o Cererols. En repertorios clásico-románticos el Brahms Project propone Die Forelle y cierra el festival la PKF Prague Philharmonia nada menos que con un programa Beethoven. Veremos los quilates de todo ello.
La intérprete Galou mostró una muy buena ductilidad, con cuerpo en la voz y buena dicción