La Vanguardia

El Cabaret Tropicana acerca un trozo de Cuba al corazón del Paral·lel

- ESTEBAN LINÉS

El mítico Cabaret Tropicana se hará con el escenario del Teatro Apolo desde esta noche y no lo abandonará hasta el 16 de septiembre, y desde allí expandirá por las noches del corazón del Paral·lel las esencias de la música cubana. En su regreso a la capital catalana tras su última actuación en 1995, la legendaria compañía ofrecerá una visión espectacul­ar con músicos, bailarines y vocalistas de la variada gama de estilos y músicas de la isla, como mambo, cumbia, chachachá, guaracha, son, los pregones o la balada.

El director artístico general del elenco, Juan Armando Pérez (con el sobrenombr­e artístico de El Jimagua), explicaba ayer que “lo que se verá será un espectácul­o musical antológico; Tropicana es igual al Moulin Rouge, al Lido o a los grandes espectácul­os de Las Vegas, ese mismo tipo de revista musical, pero con la diferencia de que la música que ofrecemos es totalmente cubana. Esto es lo que nos diferencia desde 1939, año en que abrió el Tropicana en La Habana”.

El montaje supone un esfuerzo logístico y humano notable, ya que mueve a 45 artistas y unos cuantos kilos de equipo y vestuario. Un equipo artístico de primer orden técnico que son los últimos responsabl­es de “ofrecer música alegre y contagiosa, que es nuestra manera de abordar las relaciones humanas”, tal como sentencia El Jimagua, vinculado a Tropicana desde hace 43 años, 26 de ellos como bailarín.

Este recorrido por las músicas cubanas permitirá escuchar canciones de variado sabor y tiempo como Multas del cha-cha-chá, La Mucura, Batanga, la gloriosa La chancleter­a (de Lecuona), la nostálgica Negro esclavo o las indispensa­bles Guantaname­ra y Carnaval, esta cerrando el espectácul­o, que servirán para precipitar la interacció­n de público con artistas. A lo largo de la gran fiesta de baile, música y color (que se estrenó hace tres años en La Habana y que es idéntica al original excepto en su adaptación a la dimensión del escenario), también habrá espacio para recordar el legado del Buena Vista Social Club.

“Yo soy producto de Tropicana, más de la mitad de mi vida está ligada a ella”, suelta para reafirmar su íntima identifica­ción con el rumbo vital del cabaret. “Los artistas estamos en nuestra burbuja, en nuestro mundo artístico, y los artistas somos parte de la sociedad, pero a veces obviamos mucho lo político. Yo personalme­nte me dedico a mi baile y a eso, y no discuto ni me he metido nunca mucho en política”, confiesa, y recalca que “ya Tropicana existía cuando llegó el castrismo a Cuba. Y se mantuvo. Y lo hizo gracias a la vehemencia y el trabajo de los mismo artistas, y por estos se logró al cabo de un tiempo apoyo gubernamen­tal, financiero. Apoyo para que siguiéramo­s creando a partir de la música popular cubana”.

La situación de la isla va viviendo cambios vertiginos­os en los últimos años. Hace unas semanas incluso se comenzó a debatir la reforma de la Constituci­ón en la que se prevé la desaparici­ón de términos como comunismo. “En el discursar dialéctico de la misma historia nada permanece, todo evoluciona; lo que es bueno hoy puede ser malo mañana, y viceversa. Y la vida cambia, lo mismo que el ser humano. Y yo lo que he aprendido es que cada día hay que ser mejor, y mi manera de hacerlo es ser mejor artista para ser después mejor ser humano. Y eso me lo planteo cada día”.

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ANA JIMÉNEZ Armando Pérez Sánchez, fotografia­do ayer ante el Teatro Apolo

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