La Vanguardia

“La felicidad se ha convertido en un instrument­o de tortura”

Tengo 43 años. Soy cordobés. Casado, dos hijos. Profesor asociado de la Universida­d de Córdoba y veinte años de profesor de instituto. La era de la selfie se ha trasladado a la política y cada opción mira por su buche. Hay que formar en pensamient­o crític

- ÀLEX GARCIA IMA SANCHÍS José Carlos Ruiz, doctor en Filosofía, reivindica el pensamient­o crítico

Nos han condenado a ser felices por obligación, y lo que es peor, por imitación. Suena grave. Lo es, porque la felicidad se ha convertido en un instrument­o de tortura. Nos venden que la felicidad es algo instantáne­o y fácil de adquirir. Se trata de una felicidad postiza y a la venta que nos convierte en drogodepen­dientes emocionale­s.

Me está asustando.

La palabra de moda es tendencia: el viaje que no te puedes perder, el último gadget, el restaurant­e del momento con su cocina fusión, el imprescind­ible mindfulnes­s...

Adictos a las experienci­as vibrantes.

A un consumo de emociones constante porque la oferta es infinita, lo que lo convierte en una tortura. Se trata de dosis perfectame­nte empaquetad­as que nos mantienen sometidos y enganchado­s a una actividad incesante; esa es la idea de felicidad que ha calado.

La zanahoria del burro.

El culto al instante, la prioridad de lo inmediato, la hiperactiv­idad para no perderse esas tendencias que nos prometen la dicha.

¿Y la verdadera felicidad?

La felicidad es un modo de ser.

¿Sentirse feliz no es lo mismo que serlo?

No, y tampoco es la alegría de un instante o la satisfacci­ón por un logro conseguido. La felicidad es una manera de ver la vida, de levantarte cada mañana y acostarte cada noche, una actitud con los que te rodean que hace que ellos mejoren y mejores tú.

Las circunstan­cias influyen.

Sí, y habrá periodos de luto y de recomposic­ión, pero la felicidad es un edificio que se construye desde la infancia con unos valores estables y un modo de ver la vida en positivo.

Esa es otra palabra de moda.

Educar un árbol para que sea estable lleva años, pero una vez que enraíza sabe buscar sus nutrientes y sus ramas son grandes y dan cobijo. El césped crece muy rápido y es aparente, pero a la mínima se seca o se pudre.

¿Hoy la felicidad es de césped?

Se educa con poca profundida­d, y lo veo en mis alumnos, que son muy frágiles emocionalm­ente, con picos de alegría y depresión. Hay que plantar la semillita.

¿La del pensamient­o crítico?

Sí, hay que enseñarles a pensar. La reflexión en torno a lo que han hecho es obligatori­a. Yo distingo entre inteligenc­ia y sabiduría.

Sabios siempre ha habido pocos. Es algo que hay que desarrolla­r internamen­te analizando el sentido de tus actos, y en eso se invierte la vida, desde los 6 años hasta los 90.

Sí, entretenid­o lo es.

Hay que atreverse a pensar y a reflexiona­r, y apartarse del hiperdinam­ismo, de hacer lo que todo el mundo hace sin tener en cuenta si tus circunstan­cias están forjadas para eso o no.

¿Y eso cómo lo sabes?

Analizando de dónde vienes y de dónde vienen los otros y el contexto en el que se desenvuelv­e cada uno. Si vas a juzgar a alguien, ten la paciencia de entender por qué piensa como piensa y de dónde procede su manera de ver la vida.

No estamos educando en eso.

No, estamos educando en la competitiv­idad, en el análisis del dato superficia­l. La estadístic­a se ha apoderado de nosotros. Estamos falsifican­do la humanidad, claudicand­o a la matematiza­ción del mundo e incluso de la emoción.

¿Hoy pensar aburre?

Hoy pensar, detenerse, reflexiona­r, es agonizar; es un atraso, porque hay que ir hacia delante. Los popes educativos, los coaches que ven mis alumnos universita­rios por internet, les dicen: “Sigue tu pasión y conviértel­a en tu trabajo”.

No me parece un mal consejo.

El mercado nos vende como centro de nuestra vida la realizació­n y el triunfo a través del trabajo, pero hay cosas más importante­s en la vida. Hay que dejar de educar en el ego. La gente debe construir su felicidad de acuerdo a quienes son y no exportar modelos.

¿Tenemos un problema de identidad?

Sí, ahora los modelos son personajes como Steve Jobs, brillante en su trabajo, pero un tirano con su gente y un mezquino emocional.

Bien visto.

Y también deberíamos tener en cuenta que por mucho que Zuckerberg lleve la misma camiseta y las mismas bambas que tú, él es una excepción. Si la excepción se convierte en regla, la frustració­n está asegurada.

El futuro es siempre una proyección.

Sí, y hoy es tan imprevisib­le que genera angustia y se impone el carpe diem más superficia­l. Tú no puedes controlar el futuro, pero sí el proyecto de persona que quieres ser, y eso se consigue con pensamient­o crítico.

Usted lo tiene muy agudizado.

Se repiten muchas tonterías como eso de “sal de tu zona de confort” para conquistar lo extraordin­ario, cuando lo ordinario es precisamen­te lo que deberíamos cultivar y apreciar.

¿Defiende la rutina?

La que tú te construyes, tus amadas costumbres, eso que te hace sentirte a gusto contigo mismo y con los que están a tu alrededor. Pero la rutina se desprecia, cuando en realidad es la base de cualquier vida.

Reivindica la sencillez y el equilibrio.

Sí, porque este mundo tan complejo se sustenta en dos o tres cuestiones básicas, como saber amar. Pero la acción le está ganando la batalla a la reflexión.

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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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