Édouard Leclerc
Un municipio bretón acoge en sus calles la mayor muestra del artista británico de este año
EMPRESARIO Y MECENAS
El empresario Édouard Leclerc es el responsable de que el fondo que dirige haya programado este verano una gran exposición del escultor Henry Moore en la pequeña población bretona de Landerneau, cerca de Brest.
La escultura es un arte de aire libre. Necesita luz de día, sol. El mejor complemento de una escultura, es el entorno”. Lo dijo el escultor inglés Henry Moore (1898-1986), que junto con Giacometti es una referencia del siglo XX en la materia. Y FHEL, esto es, Fonds Hélène et Édouard Leclerc, dispersó en pleno Finisterre bretón parte de las 120 esculturas, que con 80 dibujos componen la que según Mary Moore, hija del artista, es “la más importante muestra Moore del 2018 a escala mundial. Y una de las mejores de las muchas que he visto”.
El marco, un municipio de menos de 16.000 habitantes, Landerneau, casi un barrio de Brest. Aquí, hasta el 4 de noviembre, Large reclining figure (1964), un escultura en fibra de vidrio, corona el aparcamiento del muelle de Léon, y The
arch (fechado 1963-69) ocupa la plaza del Ayuntamiento. A su vez, el bronce Two piece reclining figure:
cut (1979-81) atravesó el puente de Rohan para instalarse en pleno Brest, en la terraza del Atelier des Capucins.
El grueso de la exposición se despliega en el espacio creado hace siete años en un antiguo convento de Landerneau, que en los 1960 fue primer depósito de lo que luego sería cadena de hipermercados Leclerc. Medio siglo más tarde, gracias a FHEL, el municipio se ha inscripto en el mapa de las grandes exposiciones europeas, con un artista importante cada año (Picasso el 2017).
Pero si Moore es universalmente célebre, en Francia es mal conocido. Hasta el punto de que las colecciones nacionales cuentan con una sola escultura suya. Y desde el 2002, cuando Jean-Louis Prat le montó una recordada exposición en la Fondation Maeght, con un eco en París cuatro años después, nada se había visto.
“Fue gracias a Jean-Louis Prat –reconoce Michel-Edouard Leclerc, presidente de FHEL–, que se abrieron para nosotros las puertas de la Henry Moore Foundation en Perry Green. Así pudimos montar esta experiencia de la escultura”. Radical, porque el padre de las
Reclining figures osciló entre abstracción y figuración, pero siempre supo sacar del yeso, el bronce, el mármol o la piedra sensuales cuerpos humanos.
“La escultura que me impresiona nunca es perfectamente simétrica –escribió Moore–: poderosa y vital, debe transmitir algo así como la energía de la montaña. Y tiene vida propia, independiente del objeto que representa”.
Los comisarios Christian Alandete (un responsable habitual de exposiciones de la Fondation Giacometti) y Sebastiano Barassi, a cargo de las colecciones de la Henry Moore, montaron un recorrido cronológico de obra y vida.
Aprendizaje/La tentación de lo abstracto enseña los comienzos del joven alumno de la escuela de arte de Leeds, en la que trabaja el dibujo porque, dirá más tarde, “los grandes escultores a los que admiraba, Miguel Ángel, Bernini, Rodin, fueron grandes dibujantes”.
En los 1930 participa de las búsquedas formales en las que la simplificación de las formas humanas tienden a la abstracción. Con Barbara Hepworth y Ben Nicholson contribuye a renovar la escultura británica y aunque se enrola en las diferentes corrientes abstractas –The 7&5 Society, Unit One, Circle–, se niega a toda sistematización.
Nuevo capítulo, Surrealismo y guerra. En 1936, Roland Penrose introduce en Inglaterra el surrealismo, con una exposición internacional de la que Moore forma parte con siete obras, junto a Dalí, Miró, Picasso, Giacometti, De Chirico... También en este caso rechaza elegir entre abstracción o surrealismo porque “un buen trabajo contiene siempre elementos surrealistas y abstractos”.
Soldado en la Primera Guerra, Mundial, cuando estalla la Segunda Moore aceptará el encargo del War Artist Advisory Committee. A partir de las notas que toma en las estaciones de metro en las que los londinenses se refugian durante los bombardeos, dibuja unos cuerpos sentados o acostados a los que transforma en seres mitológicos. Expuestos en toda Inglaterra, esos dibujos le harán popular.
Celebraciones/El taller de ma-
quetas Perry Green marcan su retorno a la escultura, interrumpida por los dibujos de guerra. La coronación de Isabel II le inspira una pareja regia que mezcla elementos naturalistas con formas animales y arcaicas. Ya instaló casa y taller en Perry Green, cerca de Londres, un villorrio del que incorporará las casas adyacentes para montar talleres dedicados a las diferentes técnicas.
Otro dúo, arquitectura y Stonehenge. Desde que en 1928 le encargaron un bajorrelieve para una fachada londinense, le preocupan las relaciones entre escultura y arquitectura. En 1956 el encargo de un relieve para una casa de Rotterdam le sirve de excusa para una obra monumental que se integra en el edificio.
También cristaliza, en 1972 y 1973, en una serie de litografías, el impacto que le produjera, en 1921, su primera visita al sitio neolítico de Stonehenge.
Figuras de pie/Mujer e hijo consolida la impresión que le causó en su juventud el descubrimiento del arte no europeo, en especial africano, de cuyas figuras retiene la verticalidad. También atraviesa su carrera la obsesión por la pareja madre/hijo, reflejada en centenas de dibujos y esculturas.
En fin, Monumental: Moore trabaja a escala de maqueta, pero la obra final se ensancha, se alarga. Sus grandes figuras tumbadas son características. Pero una vez más, alterna esa monumentalidad con pequeñas esculturas, para demostrar que no se casa con nadie.
Ni siquiera con la reina. En 1950 se negó a ser ennoblecido. “Reflexioné sobre cómo me sentiría si me llamaran sir Henry todos los días, incluso en mi taller. Cambiaría la concepción que tengo de mí mismo y, por ende, mi trabajo”.
EL VOLUMEN El fondo Leclerc ha esparcido parte de las 120 esculturas que expone con 80 dibujos
MARY MOORE Para la hija del artista es “la más importante muestra Moore del 2018 a escala mundial”