José Remensal
CATEDRÁTICO DE LA UB
El profesor de la Universitat de Barcelona José Remensal ha dirigido una investigación al frente de un equipo pluridisciplinar que ha revelado las rutas comerciales que utilizaban los romanos para abastecer a sus legiones.
El vino catalán al ganar prestigio cambió las ánforas itálicas por otras de diseño propio
La ruta atlántica hasta Germania suponía 44 días, mientras que la mediterránea eran 200 El estudio de un millón de datos extraídos de las ánforas revela que el aceite de la Bética romana llegaba a la Germania por el Atlántico
La idea de etiquetar los alimentos para informar de sus características no es una invención de la sociedad de consumo avanzada. Ya lo hacían los romanos. Las ánforas en las que transportaban el aceite, el vino u otros productos llevaban pintadas o grabadas unas inscripciones con detalles como el peso, el origen o incluso el nombre del transportista, el día de salida y el de llegada de su contenido. Era como su etiqueta de barras, y más fácil de leer.
Gracias a los datos contenidos en estas ánforas que con el paso del tiempo se rompían, eran abandonadas o quedaban en el fondo del mar con algún pecio hundido, ahora sabemos mucho más del comercio del antiguo imperio romano. Y la colaboración entre historiadores y matemáticos, informáticos y físicos expertos en redes complejas ha permitido cruzar los miles de datos obtenidos sobre puntos de origen de la producción, rutas del transporte, puntos de destino. La base de datos del Centre per a l’Estudi de la Interdependència Provincial a l’Antiguitat Clàssica (Ceipac), de la Universitat de Barcelona (UB), ha recogido 43.000 registros arqueológicos de restos de ánforas que con sus respectivas informaciones, procedentes de estas etiquetas, supone un millón de ítems. A este banco de datos conocido como Roman Open Data, se han sumado ya universidades de Nueva York, Southampton y Heildelberg, y en el futuro se espera que lo hagan otras para ampliar aún más estos registros y facilitar nuevas investigaciones. Hay que tener en cuenta que el volumen de ánforas halladas y por hallar es mucho más amplio y puede aumentar la capacidad de análisis. Sólo en el Monte Testaccio de Roma se calcula que hay
restos de alrededor de 50 millones de ánforas rotas. La gran mayoría eran de aceite de oliva procedente de la Bética. Las ánforas llegaban al puerto de Roma, donde se vaciaba su contenido y se rompían en pedazos. Los restos eran depositados en este monte y luego se esparcía cal sobre los recipientes para evitar los malos olores.
Uno de los primeros resultados de este análisis transversal de datos se ha publicado recientemente en la revista Journal of Archaelogical Science, a cargo del equipo de investigación que lidera el catedrático de la UB José Remesal, que ha recibido una de las prestigiosas Advanced Grants del Consejo Europeo de Investigación, en el marco del proyecto Production and distribution of food during the Roman Empire: economic
and political dynamic . Y una de las conclusiones más sorprendentes es que dentro del comercio a escala continental europea entre las diferentes provincias romanas para abastecer especialmente al ejército, la ruta principal para el transporte de aceite, de conservas de pescado y de vino desde la península Ibérica hacia el norte de Europa era por el Atlántico y no como se creía hasta ahora por el Mediterráneo y el valle del Ródano. Así lo acreditan los restos de ánforas halladas y especialmente gracias a los detalles que en ellas se ofrecen.
José Remensal puede ahora aportar datos empíricos a partir de estos restos de ánforas y confrontarlos con otras lecturas historicistas. Otro de los investigadores, Bernardo Rondelli, destaca que este cruce de bases de datos permite abrir nuevos modelos y demuestra la necesidad de compartir informaciones para hacer posible el conocimiento científico. Y Iza Romanowska, del Barcelona Supercomputing Centre, explica que tal como se simulan procesos moleculares, se simulan los procesos sociales, y que hay que maximizar el uso de los datos disponibles en ciencias sociales mediante las nuevas tecnologías.
Una de las deducciones más llamativas del estudio es que el traslado de ánforas de aceite procedentes del área de Hispalis (Sevilla) por la ruta atlántica, desde Gades (Cádiz) hasta los Países Bajos y de allí hasta Germania (también se enviaba a Britania), era mucho más rápido que la ruta por el Mediterráneo, primero hasta la costa cercana a Marsella, y desde allí remontando por el Ródano hasta Germania. En el primer caso se invertían 22 días entre Gades y la isla Batavia, un puerto holandés hoy seguramente desaparecido bajo las aguas. Los barcos seguían la costa portuguesa doblando desde Galicia hasta Bretaña (incluso se apunta que la Torre de Hércules de A Coruña no se construiría para los pescadores locales, sino para orientar a esas naves). Y desde esta isla, convertida en una gran factoría de distribución, se necesitaban otros 22 días remontando el río Rin hasta Maguncia. Estos traslados se hacían especialmente entre abril y noviembre, cuando el tiempo mejoraba. La otra vía por mar conocida pasaba por Eivissa y luego iba hasta la desembocadura del Ródano, cerca de Arles. Desde aquí remontaba por este río y más tarde exigía un
tramo de transporte terrestre con mulas por tierras germanas, lo que podía llegar a suponer un total de 200 días. Y además los cargamentos tenían que ser más ligeros. Las grandes ánforas de aceite, de 100 kilos, exigían barcos que no podían subir por el Ródano, y tampoco podían trasladarse en barcazas y en mulas. Según los estudios realizados, los soldados de las legiones consumían aproximadamente el equivalente a un kilo de aceite al mes, y eso suponía unas necesidades no siempre fáciles de atender.
La vía mediterránea, aun siendo secundaria, era importante. Primero porque el aceite de la Bética era consumido también en el sur y el centro de Francia y llegaba también a Roma, Alejandría e incluso a India, se supone que sólo para los soldados romanos. Esta vía era también la salida natural del vino de la Layetania, del área cercana a Barcelona, hacia la Galia y la Germania. Por las ánforas encontradas se percibe que había una importante producción de vino en lo que ahora serían las comarcas del Baix Llobregat y el Maresme. Se han encontrado numerosas ánforas de vino en Alella, Argentona, Badalona, Sant Vicenç dels Horts, Sant Joan Despí, Blanes... De todos modos, los investigadores señalan el sesgo que supone una mayor urbanización en el área de Barcelona, lo que facilita las excavaciones y el hallazgo de más restos de recipientes de cerámica y barro de esta época. El seguimiento de la comercialización de vino catalán ha permitido descubrir que inicialmente se utilizaba un tipo de ánfora que imitaba la itálica, que a su vez era copia de la cretense, y posteriormente, cuando el vino local adquirió mayor prestigio y se consumía en Alemania, en Francia e incluso en Italia, que también era productor, se ideó una ánfora propia. Ahora, gracias al análisis de sedimentos, incluso se puede identificar los tipos de uva utilizados, que en algunos casos sólo se conocían por la documentación. El artículo publicado apunta a que se abren nuevas posibilidades para conocer mejor la Roma clásica, creadora de la primera gran red comercial europea.