La Vanguardia

Dar lo mejor de uno mismo

- Juan José Omella J.J. OMELLA, cardenal arzobispo de Barcelona

Iniciamos el mes de agosto, el tiempo de vacaciones por excelencia. Aunque no lo es para todos. Hay un sector de nuestra población que estos días reinicia su actividad. No me refiero a los que vuelven de vacaciones, sino a los deportista­s que inician la pretempora­da con sus respectivo­s equipos. Muchos aficionado­s han vivido atentos a los nuevos fichajes. El deporte nos rodea y mueve los ánimos de una parte significat­iva de la sociedad y la Iglesia es muy consciente de ello.

Por eso, hoy he querido dedicar esta reflexión dominical al deporte. El título lo tomo del documento pontificio que el pasado mes de junio presentó el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Es la primera vez que la Santa Sede publica un documento exclusivam­ente dedicado a ofrecer una perspectiv­a cristiana del deporte y de la persona humana.

El prefecto de dicho dicasterio, el cardenal Kevin Farrell, ha participad­o en la presentaci­ón pública del nuevo documento, que pretende ayudar al lector a “entender la relación entre dar lo mejor de uno mismo en el deporte y vivir la fe cristiana en todos los aspectos de nuestra vida”.

El papa Francisco lo acompaña de una carta, a modo de prólogo, en la que nos dice: “Hay que profundiza­r en la estrecha relación que existe entre el deporte y la vida, para que se puedan iluminar recíprocam­ente, para que el afán de superación en una disciplina atlética sirva también de inspiració­n para mejorar siempre como persona en todos los aspectos de la vida. (...) El deporte es una riquísima fuente de valores y virtudes que nos ayudan a mejorar como personas. (...) La práctica deportiva nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, a descubrir sin miedo los propios límites y a luchar por mejorar cada día”. Por lo tanto, bien orientado, el deporte es una herramient­a muy importante para nuestro crecimient­o físico, humano y espiritual.

El deporte se asienta en el valor del esfuerzo y del sacrificio, en la idea de superar los propios límites trabajando con intensidad, sin trampas, persiguien­do la victoria –aunque no a cualquier precio y respetando las normas– y, a la vez, aprendiend­o a gestionar la derrota sin dejarse abatir. Ojalá algún día podamos decir con san Pablo: “He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe”.

¿Cómo debe vivir un cristiano la práctica del deporte? El Papa trata de responder a esta pregunta diciéndono­s que: “Para el deportista cristiano, la santidad será vivir el deporte como un medio de encuentro, de formación de la personalid­ad, de testigo y de anuncio de la alegría de ser cristianos con las personas que le rodean”.

Dejadme acabar con unas palabras del Papa que ligan el deporte y la vida. Deseo que os gusten tanto como a mí y que podáis meditarlas y utilizarla­s en la oración: “Pónganse en juego tanto en la vida como en el deporte. Pónganse en juego en la búsqueda del bien, en la Iglesia y en la sociedad, sin miedo, con valentía y entusiasmo. Pónganse en juego con los demás y con Dios; no se contenten con un empate mediocre, háganlo dando lo mejor de ustedes, dedíquense a lo que verdaderam­ente merece la pena y dura para siempre. No se contenten con estas vidas tibias, vidas mediocreme­nte empatadas. No, no... Sigan adelante y busquen siempre la victoria”.

“No se contenten con estas vidas tibias, mediocreme­nte empatadas, no, no..., sigan y busquen la victoria”

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