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El próximo debate municipal sobre los problemas de convivenci­a y civismo en Barcelona, y las dificultad­es de Pablo Casado para acreditar su máster de la Rey Juan Carlos.

EL presidente del PP, Pablo Casado, deberá acreditar ante el Tribunal Supremo (TS) que el máster logrado en la Universida­d Rey Juan Carlos (URJC) se basó en unos trabajos realizados el curso 2008-2009, cuando era diputado popular en la Asamblea de Madrid y presidente de Nuevas Generacion­es. Esa es la conclusión de un auto de la magistrada del juzgado de instrucció­n 51, que ha elevado el asunto al TS por la condición de aforado del implicado, al apreciar “indicios de responsabi­lidad penal”.

Con una redacción judicial sorprenden­temente dura, el auto sospecha que el máster fue “un regalo o prebenda” que se otorgaba a estudiante­s “con una posición relevante en el ámbito político, institucio­nal”. Los testimonio­s de las tres compañeras implicadas en el caso –todas relacionad­as con el PP– son concluyent­es en este sentido. La juez firmante no da credibilid­ad a las explicacio­nes de Casado y afirma que sería fácil demostrar su veracidad sólo con aportar a la justicia el ordenador en el que, dijo, realizó los trabajos exhibidos en una rueda de prensa el mes de abril, para demostrar que se realizaron cuando el líder popular dijo. La juez concluye apuntando a delitos de prevaricac­ión administra­tiva y cohecho impropio.

Pablo Casado, que siempre ha dado la cara en este asunto, insistió ayer en que hizo lo que le mandaron en la universida­d, se considera inocente y reitera que no dimitirá por un asunto que, además, considera “políticame­nte menor”. Ahí se equivoca el presidente popular. El asunto de los másters de la URJC no es menor, como quedó claro en el caso Cifuentes, similar al de Casado. Para muchos estudiante­s que cumplieron con sus obligacion­es de asistir a clase y presentar sus trabajos, a los que nadie les ofreció convalidar asignatura­s a pesar de ser licenciado­s como Casado y que lograron el título en buena lid, la sombra que proyecta el auto de la juez (“regalo o prebenda”), de ser cierto, es realmente impresenta­ble.

Casado tiene la obligación de ser transparen­te siempre, y especialme­nte ahora, en esta cuestión. No se trata de dudar de la buena fe ni de la inocencia del flamante presidente popular, sino de que aclare las dudas razonadas que la juez ha elevado al Supremo. No sólo en beneficio de su credibilid­ad personal y política, sino también para el crédito de la Universida­d Rey Juan Carlos –ahora puesto seriamente en duda– y de toda la universida­d española, que hoy se ve zarandeada por unas prácticas fraudulent­as impropias de una institució­n que debe velar por una gestión intachable de su proceder académico.

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