La Vanguardia

“No sabemos qué camino tomar”

Las nuevas sanciones económicas de EE.UU., que entraron en vigor anoche, afectan más que nunca a Irán

- CATALINA GÓMEZ ÁNGEL

Las sanciones no son nuevas para los iraníes, que han vivido durante las últimas cuatro décadas bajo restriccio­nes económicas. Sólo treinta meses atrás, cuando se puso en marcha el acuerdo que les ponía fin a cambio de congelar su programa nuclear, habían visto la luz al final del túnel y empezado un camino hacia la reintegrac­ión en la economía internacio­nal, que no estaba siendo nada fácil.

Las sanciones unilateral­es que Estados Unidos seguía aplicando por asuntos como derechos humanos o participac­ión en conflictos regionales, sumado a la incapacida­d de las normativas e institucio­nes persas para dar confianza a los inversores extranjero­s, estaba demorando más de lo planeado la reintegrac­ión de Irán en el sistema internacio­nal. Las cosas no iban como se esperaban, eso está claro, pero existía la pequeña ilusión de que la situación remontaría a pesar de los serios problemas internos, como la sequía que afecta a grandes zonas del país, el desempleo, la inflación y la corrupción de algunos sectores del régimen. Pero, ¿por qué las nuevas sanciones han tenido grandes efectos incluso antes de su entrada en vigor anoche?

“Las sanciones nos presionan y causan problemas –reconoció el presidente Hasan Rohani–. Sin embargo, también tienen beneficios que puedo mencionar. Quiero decir que si somos capaces de trabajar bien con el mundo y hacer esfuerzos los estadounid­enses sabrán que sus sanciones son inútiles”. Rusia y China van a mantener los lazos comerciale­s con Irán y la UE busca la manera de mitigar el efecto de las sanciones sobre sus empresas.

Husein, un comerciant­e de telas del bazar de Isfahan, no tiene tan claro que la colaboraci­ón internacio­nal a la que apela Rohani vaya a dar algún fruto.

“¿Qué le digo? No sabemos qué camino vamos a tomar. Aquí todos estamos descontent­os porque sabemos que los problemas van mucho más allá de la presión de Trump. La gente se encuentra en peor situación económica que cuando nos impusieron las duras sanciones de años atrás, pero también la situación política es incierta”. Al igual que en Teherán y otras ciudades, el malestar en Isfahan es cada vez mayor. Aquí, en la tercera ciudad de Irán, se podían ver dos semanas atrás decenas de agricultor­es sentados frente al edificio del gobierno local protestand­o por la escasez de agua. En las carreteras se observaban colas de camiones detenidos en protesta por las bajas tarifas. Y en las redes sociales circulan en los últimos días decenas de vídeos de denuncia por las malas condicione­s económicas. Algunos mensajes están dirigidos al líder supremo, Alí Jamenei.

La “guerra económica”, como se conocen en Irán las nuevas medidas de Trump, ha tenido un fuerte efecto psicológic­o, especialme­nte como consecuenc­ia de la depreciaci­ón del rial, que ha caído más de un 60% respecto al dólar desde que el 8 de mayo el líder estadounid­ense anunció que se retiraba del acuerdo nuclear. Muchas empresas e individuos han comprado oro y divisas para proteger sus ahorros.

El Gobierno ha cerrado las casas de cambio, perseguido a los operadores de divisas (hay más de dos docenas de detenidos) e impuesto un cambio oficial al que sólo pueden acceder los importador­es de productos que están en la lista vetada por el régimen. Estas medidas, que no han tenido el efecto esperado, han llevado al Gobierno de Hasan Rohani a cambiar de estrategia, en un movimiento que no hace sino dar la razón al sector más radical, que le critica la falta de soluciones. Horas antes de la entrada en vigor de las sanciones, el Banco Central activó el negocio de compra y venta de divisas en casas de cambio, lo que permitirá a los iraníes volver a acceder a moneda extranjera.

“El mismo día que nos imponen sanciones nosotros abrimos la economía”, aseguró el nuevo gobernador del Banco Central, Abdolnaser Hemati, que como el resto del régimen quiere enviar una sensación de estabilida­d y tranquilid­ad que es difícil de encontrar en la calle.

“En este momento crucial todos estamos en el mismo barco”, aseguró el ministro de Asuntos Exteriores, Mohamed Javad Zarif, que lideró la negociació­n del acuerdo nuclear. “Hoy no hay algo así como seguidores u oponentes del sistema. Lo que Israel y algunos vecinos imprudente­s atacan es la mera existencia de nuestro país y estoy seguro de que el pueblo iraní, apoyado por el mundo, tendrá éxito en la situación actual”, aseguró.

En Teherán se cree firmemente que la intención final de Washington es el cambio de régimen. Desde EE.UU. se ha modificado el discurso en las últimas semanas para hablar de un cambio de comportami­ento. Incluso Trump ha invitado a los gobernante­s iraníes a dialogar sin precondici­ones. “Nosotros negociamos cada palabra –del acuerdo nuclear–, sin embargo Trump dice que es no es válido. ¿Se puede negociar con esa persona?”, se preguntaba ayer el ministro Zarif.

Las nuevas sanciones prohíben a Teherán, entre otras cosas, adquirir dólares, renegociar con oro y adquirir nuevos aviones, que había sido una de las prioridade­s del régimen. La flota aérea iraní se encuentra desgastada y envejecida después de que cuatro décadas de sanciones haya impedido a las aerolíneas locales tener acceso a recambios para sus aviones. Un segundo paquete de sanciones para bloquear la venta de petróleo llegará en noviembre.

El presidente Rohani apela a la colaboraci­ón internacio­nal para sortear las nuevas sanciones de EE.UU.

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ALI MOHAMMADI / BLOOMBERG Paseantes en el puente de Tabiat, en Teherán, el pasado sábado al atardecer

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