De paseo por el White Summer
La séptima edición del festival veraniego de Pals se abre con las mejores perspectivas
El primer día, 5.000 personas. Cuando el Mas Gelabert de Pals abrió las puertas a la séptima edición del White Summer, el sábado a las 19 horas, la ola de afluencia hizo presagiar un año potente, sobre todo en lo que respecta a lo cultural, con una programación mucho más extensa que en ediciones pasadas. Un total de 200 actividades se sucederán a lo largo de las tres semanas de festival, hasta el 26 de agosto. Y una de las primeras constataciones sobre el terreno es la mejora selectiva de los comercios que participan en el market, buscando aportaciones más allá de lo estrictamente comercial y apostando por marcas locales y sostenibles.
En realidad, la primera constatación es entrar en el White Summer al precio de 7 euros, aunque en el interior es más que probable gastar más dinero en comida, bebida y las infinitas tentaciones. Pero, eso sí, al final con la sensación de haberlo invertido gustosamente.
El itinerario por el recinto lo marcan los denominados “caminos del deseo”, que vistos desde el cielo tienen forma de constelación, como si de un circuito onírico se tratara. En clave de fantasía se presenta también a Nagore, una avatar que es el símbolo del festival y que está por todos sitios –en el cartel, físicamente en la entrada al Mas Gelabert…–, y que sirve de conexión con la idea de la constelación que forma el trazado de las calles del recinto. Los ojos de Nagore apuntan hacia arriba, para dar más relevancia al cielo y a las estrellas que sobrevuelan el White Summer.
En este sentido, el plato fuerte de la primera noche fue la actuación de Voalá, un grupo que nace de la experimentación escénica en el aire, utilizando el cielo como escenario. En su espectáculo Voalá Station los artistas danzan colgados de una grúa, con música en directo, mientras crean formas diversas. Asimismo, otras muestras de danza, espectáculos itinerantes y conciertos acústicos son parte del paseo de los visitantes, que en cada momento se encuentran con alguna sorpresa en alguno de los nueve escenarios existentes.
Además de la música y los escenarios repartidos por los 35.000 metros cuadrados del festival, los visitantes se encuentran también gastronomía en los 50 foodtrucks y puestos de restauración, un espacio para niños y una gran oferta de tiendas, que este año destacan por ser marcas originales, vibrantes. “Hay muchos markets, pero White Summer sólo uno”, afirma Sara Adroer, directora de marketing del evento. Adroer destaca el espíritu creativo y la versatilidad de un festival 360, que incluye música, gastronomía, 40 conferencias y talleres, etcétera. Y por lo que respecta al público esperado, remarca la variedad de los asistentes, desde grupos de jóvenes a familias con niños, pasando por barceloneses y público extranjero en plan vacacional.
Si hay que escoger un único día para visitar el market, vale la pena hacerlo este jueves, día de la solidaridad, en el que un euro de cada entrada que se venda, se destinará a la Fundación Ramon Noguera, que trabaja con personas con discapacidad intelectual. Esa noche contará con la actuación de Andrea Motis y Joan Chamorro, entre otros.
Las sorpresas se sucederán hasta el último día de festival, 26 de agosto, jornada con un grupo o artista sorpresa, del cual se irán adelantando datos por las redes sociales para quienes tengan ganas de descubrirlo.
El primer día, la convocatoria artística, gastronómica y cultural acogió a 5.000 visitantes