La venta de visualizaciones falsas, un quebradero de cabeza para YouTube
En el 2013, la plataforma tenía tanto tráfico de bots como de visitantes reales
A pesar de los esfuerzos de YouTube para evitarlo, hay empresas que venden visualizaciones falsas para los vídeos de esta red social, para hacer aumentar su popularidad de forma artificial, según ha desvelado una investigación llevada a cabo por The New York Times.
Una de las paradojas de esta situación es que estas empresas se pueden localizar fácilmente mediante una búsqueda en Google, que es la propietaria de YouTube.
El periódico estadounidense ha probado hasta nueve de estos servicios de compra de visualizaciones, siete de los cuales se mostraron muy eficientes, aunque la investigación pone en duda que este crecimiento ficticio tenga el efecto bola de nieve que buscan aquellos que lo contratan, que haga que se reciban más visualizaciones legítimas o se generen más ventas.
El modus operandi de estos proveedores “depende de tácticas en constante evolución, que incluyen el tráfico automático, los bots y los vídeos que se abren en ordenadores de usuarios desprevenidos”, dice el reportaje.
La más barata de estas empresas permitió recibir más de 5.000 vistas falsas por 13 euros. Otra aumentó el contador en más de 30.000 visitas en menos de un día, por 119 euros. Mientras que otras dos sólo otorgaron unas 2.000 vistas, frente a las 5.000 prometidas.
Entre ellas hay servicios como 500Views.com, que asegura que este año ya lleva vendidas 15 millones de visualizaciones falsas, con unas ganancias de 175.000 euros. O Devumi.com, que dice haber proporcionado 196 millones de vistas falsas a sus clientes en tres años, lo que le habría reportado unos beneficios de 875.000 euros. Entre los clientes de esta última –siempre según la investigación– se encontrarían un empleado de RT, una cadena de noticias financiada por el Gobierno ruso, y un empleado de la edición en inglés de Al Yazira. Otros compradores fueron un cineasta que trabaja para Americans for Prosperity, un grupo conservador, y el jefe de vídeo de The New York Post.
Según YouTube, todo esto habría sido posible gracias a errores que ya habían sido corregidos. Sin embargo, el periodista de The New York Times asegura que lo intentó nuevamente con éxito, después de las afirmaciones de YouTube, aunque sí reconoce que la entrega fue más lenta que la primera vez.
El de las visualizaciones falsas no es un problema aislado de YouTube. También hay empresas dedicadas a la venta de usuarios falsos para otras redes sociales como Twitter, Facebook o Instagram. Obviamente, es algo que todas tratan de combatir, ya que afecta directamente a su credibilidad, pero otra cosa es que lo consigan, ya que cada vez que se detecta un procedimiento para el fraude, los que han convertido esta práctica en un negocio ya han descubierto la manera de que no deje de serlo.
Incluso, dice la propia compañía de vídeos, hacia el 2013 YouTube tenía tanto tráfico de bots como de visitantes humanos reales, por lo que se temía que esto hiciera que el sistema de detección de fraude terminara por clasificar el tráfico falso como real y viceversa.
“Este ha sido un problema en el que hemos estado trabajando durante muchos años”, afirma Jennifer Flannery O’Connor, directora de gestión de productos de YouTube. Los sistemas de la compañía controlan constantemente todo lo que sucede alrededor de cada vídeo, e incluso la propia YouTube dice que a menudo compra visitas falsas para comprender mejor cómo funcionan los sitios que los venden.
Normalmente, el interés en inflar de forma fraudulenta las cifras de visualización de los vídeos estriba en conseguir que estas arrastren visualizaciones reales o bien que se traduzcan en un aumento de ventas. Pero no siempre sucede así.
La doctora Judith Oppenheimer pagó 4.400 euros para promocionar un libro que ella misma había escrito y editado, con la esperanza de obtener un contrato para publicarlo. Su vídeo pronto tuvo más de 58.000 visitas, entregadas a través de Devumi, pero “no hubo un aumento en las ventas ni ningún acuerdo para publicarlo”, explica Oppenheimer.