Coordenadas
Festival Albéniz
Intérpretes: Marisa Martins, mezzo; Josep Surinyac, piano Lugar y fecha: monasterio de Sant Pere, Camprodon (12/VIII/2018) Una serie de coincidencias afortunadas, debidamente buscadas y elaboradas, llegan a conformar un momento artístico con toda su capacidad expresiva, y en este verano ya llevamos algunas, algo que no es fácil. La que nos ocupa ahora –un recital de canciones en torno a los tiempos de Albéniz en París– acaba de tener lugar en el monasterio de Sant Pere, a pocos metros de la iglesia donde fue bautizado en 1860 en su pueblo natal de Camprodon. Unos pocos kilómetros más arriba está el pueblo de Molló, con su iglesia dedicada al inusual culto a Santa Cecilia, patrona de la música, quien sin duda celebró en su momento el nacimiento del pequeño Isaac.
El programa muy cuidado que propuso la mezzo Marisa Martins con el pianista Josep Surinyac, muy afín a estos repertorios, incluía canciones de Fauré, Debussy, Ravel, Albéniz y Falla. Todos coincidieron (Ravel y Falla los más jóvenes) en aquel París que era –junto a Viena, y quizá más para nosotros– el centro del mundo de la música. Y estas canciones de Albéniz, tan en estilo con los movimientos estéticos de entonces, sobre textos de poetas como Lotti, de Musset o de su mecenas Money Coutts, muestran cómo aquella frontera que le hizo nacer en Camprodon se extendía hacia Francia. De hecho, era considerado uno más entre sus pares, como lo fue Picasso poco después, y su aportación va en paralelo en algunos aspectos a la de Debussy.
Para ir al tema, las cuatro canciones de Fauré, junto a las de Albéniz, participan de una estética muy centrada en la armonía y su resolución melódica; distintas son las Cuatro últimas canciones de Albéniz –dedicadas a su gran amigo Fauré– contemporáneas de la suite Iberia, y con esencias que ya miran al siglo XX de Debussy y Ravel. La interpretación de Marisa Martins mostró una atractiva dinámica narrativa (todas cuentan historias) y una dicción muy elaborada y clara. Descontada su musicalidad, su momento vocal es muy bueno y debería ser atendido por los programadores de los ciclos de lieder.
Es una de las mezzo muy buenas de que disponemos que mostró además en los 3 poèmes de
Mallarmé de Debussy un atractivo juego de color junto a la importancia de la palabra, y una dosis de gracia narrativa en Histoires naturelles de Ravel, síntesis de naturalidad y de arte puro. El buen pianismo de Surinyac agregó carácter a las canciones, en una coincidencia de coordenadas –timbre y cuerpo de la voz– que mostraron comprensión de estilo y carácter. Para grabarlas...