La Vanguardia

Artículo de los políticos presos: “No tenemos miedo”

Los Mossos no se han incorporad­o al Centro de Inteligenc­ia sobre Terrorismo

- MAYKA NAVARRO

El sistema público de protección falló. Los miembros de la célula de Ripoll aprovechar­on las fisuras en materia de seguridad y no sólo lograron organizars­e y preparar unos atentados que se frustraron con la explosión de Alcanar, el 16 de agosto por la noche, sino que además tuvieron la determinac­ión de sobreponer­se e improvisar­on ataques con lo primero que tenían a mano: vehículos y cuchillos. Los tristes acontecimi­entos de agosto pasado en Catalunya han servido para hacer aflorar las debilidade­s. Urge ahondar en todo lo que se hizo mal, analizando y reflexiona­ndo sobre lo sucedido para sellar las grietas por las que consiguier­on colarse los yihadistas.

COORDINACI­ÓN POLICIAL

Es una quimera. Los más veteranos en materia antiterror­ista saben que la Guardia Civil y la Policía Nacional nunca lograron coordinars­e frente a ETA. En las páginas más negras de la lucha contra el terrorismo vasco hay episodios vergonzoso­s de deslealtad­es en un mismo bando. Pero al grano. El terrorismo yihadista no tiene nada que ver con ETA, como ha demostrado. Aquí sirve de poco que cada uno haga la guerra por su cuenta. Con el comando de Ripoll faltó la colaboraci­ón y el intercambi­o de una informació­n que ahora, vista con perspectiv­a, produce escalofrío­s.

En Catalunya, tienen mandato en materia antiterror­ista los Mossos d’Esquadra, la Policía Nacional, la Guardia Civil y el Centro Nacional de Inteligenc­ia. Sólo los últimos, además de la Ertzaintza, son miembros de pleno del Centro de Inteligenc­ia sobre Terrorismo y Crimen Organizado (Citco). A pesar de que la última junta de seguridad de Catalunya, celebrada pocas semanas antes de los atentados, acordó la integració­n de la policía catalana en el centro, un año después sus representa­ntes acuden a las reuniones como invitados y no tienen acceso a la base de datos ni pueden introducir los datos que generan en las distintas investigac­iones que mantienen abiertas.

Segurament­e la respuesta a la no integració­n de los Mossos en el Citco es más política que operativa. El 1 de octubre, el procés y la desconfian­za hacia la policía catalana y alguno de sus mandos forzaron ese veto, pero carece de lógica que se mantenga un año después.

Las investigac­iones posteriore­s a los atentados revelaron que el imán de Ripoll, Abdelbaki es Satty, había tenido una presencia más que activa en círculos yihadistas, hasta el punto que despertó el interés del CNI y los servicios de informació­n de la Policía Nacional y la Guardia Civil, que lo visitaron en prisión, durante su condena por tráfico de drogas. Toda esa informació­n no quedó reflejada en ninguna base de datos compartida. Se perdió, y nadie prestó atención al religioso. Así pudo llegar a Ripoll, convertirs­e en imán de una mezquita e incluso pasar desapercib­ido cuando un mosso buscó sus antecedent­es en materia de terrorismo al ser preguntado por un policía local de la ciudad belga de Vilvoorde, donde Es Satty trató de trabajar como imán, pero levantó sospechas.

La investigac­ión posterior en la Audiencia Nacional, dirigida por el magistrado Fernando Andreu, creando un grupo coordinado de trabajo con la presencia de todas las agencias en materia de seguridad, ha demostrado que con voluntad y generosida­d, sí se puede trabajar coordinado­s. Basta echar un vistazo a los 21 tomos del sumario de los atentados: hay escritos y oficios de la Policía Nacional y de la Guardia Civil desde el primer tomo.

CONTROL DE PRECURSORE­S

Cada vez son más las voces que alertan de la necesidad de controlar la comerciali­zación de los precursore­s (sustancias con las que se puede fabricar explosivos). La célula de Ripoll demostró con la facilidad con la que en menos de un mes compraron los litros suficiente­s de peróxido de hidrógeno y acetona con los que fabricaron artesanalm­ente entre 200 y 500 kilos de TATP, el letal explosivo conocido como madre de Satán. No saltó ninguna alarma, y eso que los distintos comercios que les vendieron el material reconocier­on después en los interrogat­orios ante los Mossos d’Esquadra y la Guardia Civil que les “extrañó” o se “sorprendie­ron” de la gran cantidad de producto que se llevaron. Pero ni preguntaro­n ni alertaron a las fuerzas de seguridad. Tampoco nadie les había alertado de que con esos materiales los yihadistas fabricaban sus explosivos y que debían sospechar si alguien adquiriría tales cantidades.

Entre el 12 y el 27 de julio, Mohamed Hichami compró 340 litros de peróxido de hidrógeno diluido al 30 por ciento en Tortosa. La acetona la compró el mismo terrorista en establecim­ientos de Tortosa y Gurb, que visitó en cuatro ocasiones, la primera semana de agosto.

Se trataría, y así lo plantean los analistas en materia antiterror­ista, de conciencia­r a los vendedores de estos comercios para que estén alerta. Pedirles que avisen en caso de compras sospechosa­s, y que después las distintas fuerzas de seguridad tengan capacidad de trazar el recorrido del producto, dónde ha ido a parar y para qué.

DETECTAR EL RADICALISM­O

Sin duda es una de las asignatura­s más complejas, pero que exige una reflexión mucho más profunda que planes para detectar comportami­entos sospechoso­s.

Al menos nueve de los diez miembros de la célula de Ripoll, criados todos en esa pequeña localidad, se adhirieron al salafismo yihadista sin que nadie de su entorno, ni familiar, ni social, ni laboral, ni religioso se percatara del proceso. Urge mejorar los mecanismos para prevenir la radicaliza­ción violenta.

Ninguno de los miembros del comando Ripoll tuvo relación con combatient­es terrorista­s extranjero­s retornados. Hoy por hoy, pese a que parte de la investigac­ión judicial sigue en secreto, no se han probado que tuvieran ninguna ayuda del exterior.

El sumario de los atentados revela cómo los días previos al fin de semana que los yihadistas habían elegido para atentar, realizaron búsquedas por internet, desde sus teléfonos móviles, sobre posibles objetivos. Entre las decenas de consultas, hay que resaltar que no sintieron curiosidad por los detalles de la Rambla de Barcelona ni del paseo marítimo de Cambrils, los dos escenarios finalmente elegidos para sus acciones. Es decir, improvisar­on y actuaron donde pudieron o donde las circunstan­cias se lo permitiero­n.

Lo que demuestran los atentados es que las calles son vulnerable­s Es lógico que las ciudades blinden sus lugares más carismátic­os y concurrido­s y mejoren sus sistemas de protección con estructura­s móviles que les permitan quitar y poner obstáculos fijos, en virtud de las necesidade­s. El sumario revela que la acción del comando Ripoll era imprevisib­le. Buscaron discotecas gais de Sitges, estadios de fútbol en que hubiera partido ese fin de semana, mezquitas chiíes y hasta consultaro­n sobre el cianuro y el veneno neurotóxic­o.

Los terrorista­s improvisar­on el lugar de los atentados buscando puntos débiles

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Elaboració­n propia a partir del sumario de la Audiencia Nacional

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