Política en Lledoners
ORIOL Junqueras ha recibido esta semana en la cárcel de Lledoners dos visitas de especial relevancia política. Ayer se vio con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el martes –como reveló Mayka Navarro en exclusiva–, con el lehendakari Iñigo Urkullu. El interés de los dos encuentros estriba en la posible capacidad para explorar futuras negociaciones con el independentismo. Al menos, con una parte.
Desde la frustrada declaración de independencia de hace casi un año, Esquerra ha sostenido que es preciso ampliar el apoyo social a una separación de Catalunya antes de plantear otra vez la vía unilateral. La obsesión de Junqueras ha sido siempre atraerse al mismo tiempo a sectores de la antigua Convergència y de otras formaciones de izquierda. Pero, por encima de todo, Junqueras sabe que la independencia no será una opción factible mientras no logre introducirse en el área metropolitana de Barcelona. Para Esquerra, un entendimiento con los comunes, que defienden el referéndum legal, permitirá, tarde o temprano, superar el agarrotamiento político derivado de la actual división en dos bloques enquistados. Y, sobre todo, Junqueras y Colau son conscientes de que gobernar Catalunya o Barcelona pasa por una alianza entre ambos.
La visita de Urkullu va incluso más allá. El lehendakari intentó en su día que Carles Puigdemont convocara elecciones para evitar el 155 y no lo consiguió. Entre los mensajes que envió al entonces president, Urkullu llegó a ofrecerle su ayuda para entablar una negociación con el gobierno central sobre la reformulación del modelo de Estado. El lehendakari afronta una reforma del Estatuto y la demanda de un referéndum por una parte del Parlamento vasco. Lo que esbozó sin éxito con Puigdemont bien puede tratar de reanudarlo con Junqueras.
Son vías de diálogo que se abren camino y cuyo gran obstáculo va a ser el avance implacable de la maquinaria judicial.