Fernando Alonso
PILOTO DE FÓRMULA 1
El piloto asturiano anunció el martes que dejará la competición de F-1 cuando acabe esta temporada después de dos títulos mundiales y 17 años en los circuitos. Las muestras de reconocimiento a la carrera de Alonso (37) no cesan.
Nos quiere hacer creer que se va, pero él sabe que no se marcha. Cuando decidió “venir” sabía que lo hacía para quedarse.
Fernando Alonso se marcha de la F-1, pero no se marcha del automovilismo. Después de 33 años compitiendo (a los 3 años ya lo hacía en un kart que le construyó su padre), Alonso ha confirmado que deja la fórmula 1.
El pensamiento que me viene a la cabeza es el de agradecimiento absoluto hacia una figura que ha hecho todo lo que alguien puede pensar hacer en el mundo del automovilismo.
Fernando Alonso, el mismo que estuvo residiendo en l’Escala, el que gracias a la familia Marcó pudo sacar adelante su carrera deportiva en el mundo de los karts, dejando su familia en Asturias y convirtiéndose en un escalenc más, un ampurdanés más.
He tenido la suerte de vivir de cerca diferentes etapas del piloto asturiano. He podido ver como aquel chico talentoso, jovencito, inexperto con todo lo que no era un volante, desconfiado, miedoso y temeroso, se iba forjando y se convertía en un profesional distendido, abierto e incluso ahora, últimamente, comprometido no sólo consigo mismo. (Basta con leer sus declaraciones en febrero durante los tests de F-1 en relación con el nuevo asfalto del Circuit de Barcelona-Catalunya: “El circuito ha hecho un trabajo de 10. No, no, ¡de 12!...”).
Con él me viene a la memoria lo tremendamente ocupados que estábamos en Octagon, en enero del 2003 y el 2004, para comprar paquetes de entradas en el Circuit de Catalunya, para las empresas que querían llevar a sus clientes a ver la F-1. Quedaban agotadas en un abrir y cerrar de ojos. La emoción era máxima y se tenía que vivir.
Me viene a la cabeza también cuando con el presidente de Octagon y dos compañeros más ( Ka y Jou) un sábado de la primavera del 2003 cortábamos el paseo de la Castellana a medianoche para poder hacer la exhibición, el RoadShow, del mismo Fernando Alonso. Venía de Malasia de conseguir su primer podio en la F-1. El funcionario que nos firmó la autorización lo hizo bajo una sola condición: “Que el piloto no supere los 60 km/h”. ¡Evidentemente, cuando salió con el monoplaza lo dio todo! Madrid enloqueció. El Renault Mild Seven rodó a 300 km/h con los semáforos en rojo. Más de 100.000 personas lo presenciaron. Más tarde haríamos los RoadShows de Sevilla y de Oviedo.
Más allá de mis anécdotas profesionales, con Fernando todos hemos podido vivir momentos deportivos de una excepcionalidad máxima.
El Alonso que en 1999 compitió en el volante de un Hyundai en las 24 Horas de Barcelona en el Circuit (este año se disputará la 20.ª edición el 7 y 8 de septiembre) con Pere Fermí Flores en el equipo, el año que ganó el Open Telefónica nada más llegar.
O cómo ganaba el duelo con Schumacher en Imola en el 2005 y en Suzuka adelantándole por fuera en una curva a más de 320 km/h. Compitiendo, siempre.
La marea azul iba ondeando la bandera asturiana allí donde iba el piloto. Teñían de azul y amarillo las tribunas de gran parte de los circuitos del circo de la F-1. Los mismos colores que lucía el Renault Telefónica capitaneado por Flavio Briatore.
Todo eso iba cuajando en el aficionado hasta que consiguió llenar a rebosar el Circuit de Catalunya con más de 140.000 espectadores (récord absoluto de un domingo en Montmeló), después de las dos coronas mundiales, las del 2005 y el 2006, año en que consiguió también su primera victoria en el trazado vallesano.
La última victoria en la F-1 fue el 2013 con Ferrari... en el Circuit de Barcelona-Catalunya. ¡En casa! El aficionado volvía a disfrutar y a soñar.
Aquel chico tímido pero extremadamente talentoso ha ganado 32 grandes premios y ha sido el bicampeón más joven de la F-1.
El pasado mes de diciembre visité con unos amigos el Museo Fernando Alonso (también altamente recomendable para los que no les guste la F-1 pero sí el deporte en general o incluso para los que sólo sean curiosos por naturaleza). Es allí, en su museo, donde queda patente que Fernando Alonso puede querer hacernos creer que se marcha de la F-1, pero que evidentemente todo lo que ha ido sembrando durante más de 30 años ha ido arraigando y ya nadie nos lo quitará: su talento en mayúsculas, su manera de competir, su clase, su carácter, la estima por este deporte, la escuela que ha creado, su equipo de karting y la afición de cientos de miles de fans de este deporte... en definitiva, su legado.
Se marcha de la fórmula 1, pero no se marcha del automovilismo. Vino para quedarse. ¡Bienvenido, Fernando Alonso!