Pase lo que pase y digan lo que digan
El 27 de agosto del 2017, diez días después de la tragedia, la tensión entre las autoridades, presentes en la manifestación de repulsa por los atentados, provocó el desmayo de la entonces vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. El Rey fue el primero en darse cuenta, pendiente de todos y de todo; Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, no podía dejar de llorar y Ana Pastor, presidenta del Congreso, se contenía para no enfrentarse a quienes estaban utilizando el acto mientras Mariano Rajoy ejercía su papel de presidente del Gobierno impasible. El Rey oía los pitidos, notaba los nervios de locales y visitantes y hasta vio el cartel en el que se le responsabilizaba del tráfico de armas. El servicio de orden de la manifestación, en manos de la ANC, permitió el acoso al jefe del Estado, pero los responsables de seguridad de la Zarzuela cumplieron a rajatabla las órdenes recibidas: el Rey se quedaba en su sitio pasara lo que pasara.
Y en su sitio ha seguido a pesar de que, desde el pasado otoño, su presencia en Catalunya ha estado acompañada de declaraciones, por parte de autoridades catalanas – autonómicas y municipales–, en las que como poco se le ha calificado de persona non grata. El mensaje del 3 de octubre estuvo especialmente dirigido a quienes, sobre todo desde el resto de España, esperaban del jefe del Estado una toma de postura en defensa de la Constitución frente a quienes, amparándose en mandatos populares, habían contravenido sus propias leyes, pero ha acabado siendo la excusa perfecta para atacar a la Corona.
Una rápida lectura de los diez artículos de la Constitución (del 56 al 65) relativos a la Corona serviría para que algunos dirigentes políticos, incluidos los que han hecho carrera desde las aulas de Ciencias Políticas, aprendieran cuáles son las funciones del jefe del Estado. El Rey es árbitro, pero, como los de las competiciones deportivas, debe aplicar el reglamento. Desde hace meses, la Corona sufre una campaña de acoso basada en la falacia de atribuir al Rey potestades de orden político y, por tanto, la responsabilidad máxima del conflicto catalán. Felipe VI ha vivido en Catalunya situaciones incómodas, pero Catalunya sigue siendo su máxima prioridad, de hecho es la comunidad autónoma que más ha visitado desde su proclamación el 19 de junio del 2014.
El Rey es consciente de que si el conflicto tiene solución, esta debe salir de la propia sociedad catalana, de la que, como el jefe del Estado, también forma parte. Ese es el diálogo que promueve, esos son los puentes que tiende, a pesar de los desplantes de los últimos meses. El actual presidente de la Generalitat, Quim Torra, junto a los dos anteriores, Carles Puigdemont y Artur Mas, le mandó una carta errando en el destinatario (sus demandas no podían ser atendidas en la Zarzuela sino en la Moncloa). La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el presidente del Parlament, Roger Torrent, decidieran no darle la mano ( amparándose en su rechazo a un besamanos cortesano que, ellos más que nadie, saben que ya no existe), cuando llegó al Palau de la Música con
El Rey estará presente en el acto de mañana para recordar a las víctimas y acompañar a las familias
motivo de la cena inaugural del Mobile World Congress. El president Torra anunció su boicot a los actos que convocara la Corona cuando, en realidad, los actos a los que asiste el Rey, en su gran mayoría, los convoca la sociedad civil, y dos días después se dio cuenta de que la inauguración de los Juegos del Mediterráneo se celebraban en Tarragona (Catalunya) y no tuvo más remedio que asistir junto al Rey. Hasta la alcaldesa de Girona, Marta Madrenas, alardeó de no ceder el Auditorio a la Fundació Princesa de Girona cuando la verdad es que el Ayuntamiento nunca lo cedió porque siempre cobró un alquiler.
A pesar de la manifiesta hostilidad de algunos políticos catalanes y no catalanes , el Rey nunca se ha planteado espaciar sus estancias en Catalunya. Mañana, junto a la Reina, estará, de nuevo, en Barcelona como hace un año, para, en nombre de todos los españoles, recordar a las víctimas y acompañar a los familiares. Pase lo que pase y digan lo que digan.