Matteo Salvini
630 evacuados en Génova recogen sus enseres y esperan un hogar provisional
MINISTRO DEL INTERIOR DE ITALIA
Salvini (45), de visita en Sicilia el día del derrumbe del puente Morandi, pasó la noche en una cena en la que sus correligionarios locales de la Liga le homenajearon y no viajó a Génova hasta el mediodía del día siguiente.
El centro cívico de Buranello, en Génova, está desbordado. Desde hace tres días, no paran de llegar familias desalojadas de las viviendas más cercanas al puente que se derrumbó el martes. Algunas han pasado la noche allá, a la espera de obtener una vivienda temporal. Otras, que han podido alojarse en casas de parientes, sólo acuden al centro para reclamar este alojamiento provisional que les ha prometido el Ayuntamiento hasta que les conceda uno definitivo antes de Navidad.
Han pasado ya tres días de la tragedia y, por si el dolor y el cansancio fueran poco, algunos todavía no han obtenido respuesta de las autoridades municipales. “En casa somos cuatro, con mi mujer y mis dos hijas. No tenemos dónde caer. Priorizan a la gente mayor, a los italianos y luego a los inmigrantes”, lamenta Alfredo Wuan, un ecuatoriano que hasta el martes residía en uno de los edificios cercanos a la torre del puente que aún sigue en pie, en la parte opuesta al pilón que se desplomó. En cambio, a su vecina, Pina, una calabresa de 59 años que lleva dos en Génova, ayer le comunicaron que la trasladarían a un hotel en el centro de la ciudad junto a su marido y su hija. Entre los afectados que había esperando en Buranello, Pina decía en broma (o no tanta) que ahora viviría de lujo, mejor que en su barrio. “¡Aquello es el Bronx!”, gritaba. El barrio de Sampierdarena, de donde han sido evacuadas las 630 personas que residían debajo o cerca del puente por riesgo de un nuevo desplome, es uno de los más populares de la ciudad, y su índice de delincuencia es elevado. “No dejo salir a mi hija por la noche, y si lo hace, la acompaño hasta la parada del autobús”. Alfredo, que lleva más de veinte años viviendo en el barrio, coincide con Pina. “La zona se ha convertido en un lugar inseguro. Hay robos y violencia. Sólo nos faltaba esta tragedia ahora”, lamentaba este pintor mientras conducía hacia su casa para recuperar lo imprescindible.
Durante todo el día, Protección Civil autorizó a los vecinos entrar a sus hogares a recoger sus pertenentos cias. Pero al llegar, Alfredo se encontró con que tenían prioridad los que necesitaban recuperar su medicación o su mascota. No era su caso, como tampoco el de otras decenas de afectados que, en la cola para entrar a la zona acordonada, lamentaban –algunos entre lágrimas– que tenían su vida entera allá dentro. Alfredo dijo que intentaría entrar por la madrugada confiando en que no habría tantos vecinos esperando.
Los abuelos de Alessandro Pistone fueron algunos de los que sí entraron a por medicinas y otros obje- imprescindibles. “Su casa y también la de mis padres están justo debajo del puente. Las van a derruir, seguro. He vivido aquí 17 años. Una parte de mi vida quedará destrozada”, decía este genovés. Pero entrar en las casas tampoco era sinónimo de alivio: “En veinte minutos no puedes empaquetar tu vida entera. Está destinada a quedar allí atrapada para siempre”.
Ayer, pasear por el mestizo y decadente barrio de Sampierdarena era doloroso e incómodo. Los vecinos que habían salido a la calle sólo hablaban de la tragedia. “¿Te han tenido que desalojar?”, preguntaba una panadera a una clienta que respondía que “no, afortunadamente”. La gente andaba triste, cabizbaja. Dos vecinos del barrio, Matteo y Salvo, de 27 y 32 años, parecían destrozados. El día del desplome uno estaba fuera de la ciudad, y el otro, en el barrio. “Parecía que nos sacudía un terremoto”, recuerda. Giuseppe, otro vecino, un pensionista siciliano, contaba que no había notado nada debido a las tormentas. Una mujer de edad avanzada gritaba por la calle: “¡La naturaleza se está rebelando contra nosotros!”.
Aún no se sabe cuál fue la causa del desplome de un tramo del viaducto Morandi el martes pasado. Pero la Fiscalía de Génova ha descartado que el desastre fuera obra de la naturaleza y apunta a un “error humano”. El Gobierno culpa a la
SIGUEN LOS TRABAJOS
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EL PLAZO DE PROTECCIÓN CIVIL “En veinte minutos no puedes empaquetar tu vida, quedará allí atrapada para siempre”