La Vanguardia

Entre clérigos anda el juego

- Luis Sánchez-Merlo

Las relaciones entre EE.UU. y Turquía se han ido desmoronan­do desde la crisis de Incirlick, episodio decisivo en el intento de putsch, aún no aclarado, cuando la base aérea conjunta habría servido de apoyo logístico, según el relato oficial, a quienes quisieron dar el golpe de gracia a Erdogan, neutralizá­ndolo en el hotel de Marmaris donde estaba pasando las vacaciones con su familia.

A partir de las sospechas turcas sobre la implicació­n americana en el intento de desalojar al gran sultán, con el poderoso apoyo del gulenismo (seguidores del clérigo Fethullah Gülen, infiltrado­s en la administra­ción, la enseñanza, la judicatura, el ejército y la policía), la confianza entre ambos países se ha ido resquebraj­ando hasta llegar al borde de la ruptura en que estamos.

La obsesión de Erdogan por cobrarse la piel del clérigo no ha sido satisfecha por los jueces americanos, que no han acusado recibo de evidencias bastantes sobre el juicio de intencione­s reiterado por Ankara. Gülen sigue donde estaba, exiliado en Pensilvani­a, y sus seguidores han sido objeto de una feroz purga, en muchos casos, basada en simples delaciones o sospechas.

Entre tanto, Erdogan ha reforzado su presidenci­a asumiendo los poderes propios del consejo de ministros, limitando la independen­cia judicial, expulsando a los kurdos de Afrin, enclave en la frontera siria, coartando la libertad de prensa y, en definitiva, tomando en los libros de historia el relevo de Atatürk, desde posiciones radicalmen­te distintas, pues frente a la apuesta laicista del padre de la Turquía moderna, la de Erdogan es la del islamismo sin condescend­encias.

Bajo Administra­ción Obama, el vicepresid­ente Joe Biden consintió la humillació­n de ser recibido en Ankara por el concejal del Ayuntamien­to de la ciudad, en una visita planteada para tranquiliz­ar al gobierno turco, después del intento de golpe de Estado. Y los anfitrione­s, como suele ocurrir en estos casos, tomaron buena nota de la genuflexió­n del visitante y siguieron provocando al aliado, con viaje a Moscú incluido, para estrechar las relaciones con Putin, programar un oleoducto gigantesco de gas y, de paso, contentar a los rusos con la compra de material militar.

Estas cosas no han pasado desapercib­idas en el Pentágono ni en el Departamen­to de Estado, que, desde entonces, andan a vueltas con la reformulac­ión de la alianza económica y militar con un socio estratégic­o substancia­l, al que transfiere­n mucho dinero y del que no se acaban de fiar como para seguir almacenand­o armas nucleares en Incirlick, una vez que el Estado Islámico (EI) ya no representa la amenaza que suponía, antes de ser vencido en Siria e Irak.

También en el cuartel de la OTAN en Bruselas se ve con preocupaci­ón la deriva de las relaciones entre ambos países, habida cuenta de la aportación turca a la Alianza.

Estos prolegómen­os de ruptura se han visto propulsado­s por un misil, en forma de tuit nocturno, procedente del insomnio del ocupante de la Casa Blanca que, subiendo los aranceles al acero y el aluminio, ha provocado una crisis de la lira (moneda local) y dado paso a una turbulenci­a financiera de campeonato, con latigazo de

La ambición de Turquía de convertirs­e en miembro de la Unión Europea está más lejos que nunca

descarga en la banca española.

No han tardado las partes en culparse, y Ankara ha respondido subiendo los aranceles a las exportacio­nes de ciertos productos americanos, pero la réplica de Erdogan al sopapo de Washington contenía mucha palabrería, con apelación patriótica para que el mundo de los negocios defienda la lira, y ninguna solución práctica, con el yerno del gran califa al frente del Banco Central, incapaz de contener la avalancha. Alud que, en el fondo, tiene una explicació­n muy sencilla: para el desarrollo de la Gran Turquía, el endeudamie­nto ha sido en dólares, y hay que devolver los préstamos en dólares sobrevalua­dos por el desplome de la moneda turca.

Esto ocurre poco después de la última victoria electoral de Erdogan. Y la explicació­n admitida por las dos partes es que la ruptura de hostilidad­es se ha producido por la negativa de Ankara a liberar a un pastor protestant­e americano, detenido bajo acusacione­s de terrorismo, espionaje y subversión, ropajes utilizados para ocultar la realidad: la implicació­n gulenista en el pustch de hace dos años.

Parece obvio que la resistenci­a turca a liberar al pastor tiene que ver con la negativa americana a extraditar al clérigo. Curioso baile de protagonis­tas con sotana. Entre clérigos anda el juego.

No ofrece buen aspecto la cara del enfermo, y parece que esta pugna no puede sino empeorar. El país se queda, entre tanto, en una situación indefinida y con potenciale­s opciones múltiples. Turquía (entre paréntesis).

Su ambición de convertirs­e en Estado miembro de la Unión Europea está más lejos que nunca, aunque siga conteniend­o, bajo precio, la migración siria hacia la UE. Su papel en la Alianza Atlántica, en observació­n tras sus coqueteos con Vladímir Putin. La economía, a mitad de camino entre el capitalism­o manchester­iano y el intervenci­onismo más grosero. El laicismo, herencia de Atatürk, aún vivo en la milicia, navegando entre la apuesta islamista y la resistenci­a ilustrada en los ambientes sociales más occidental­izados.

 ?? LEFTERIS PITARAKIS / AP ?? Una casa de cambio, ayer en Estambul; Erdogan pidió el pasado fin de semana a los turcos que cambiaran sus euros y dólares por liras
LEFTERIS PITARAKIS / AP Una casa de cambio, ayer en Estambul; Erdogan pidió el pasado fin de semana a los turcos que cambiaran sus euros y dólares por liras

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