La Vanguardia

Excepciona­l Aretha Franklin

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ARETHA Franklin, fallecida ayer en Detroit a los 76 años, ha sido una de las mejores cantantes pop de la segunda mitad del siglo XX. Según una clasificac­ión publicada por la revista especializ­ada Rolling Stone en el 2008, la mejor de todas y de todos, por delante de Elvis Presley, Ray Charles o Sam Cooke.

Franklin disponía de todos los recursos a los que puede aspirar una cantante: voz portentosa de enorme registro, naturalida­d pasmosa a la hora de entonar, flexibilid­ad de vértigo, técnica depurada, aplomo, presencia escénica y una capacidad inusual para convertir muchas de sus canciones en clásicos que, lejos de sufrir los embates del tiempo, lo vencen y se integran en la educación sentimenta­l de sucesivas generacion­es.

Ya no hay estrellas de la música popular tan completas como Aretha Franklin. Las hay con gran capacidad para cultivar su faceta de celebridad y crear tendencia, las hay con voces estimables, y no faltan las que pueden alardear de algún éxito global en su carrera. Pero no hay cantantes que reúnan todas las virtudes propias de su oficio como lo ha hecho Franklin. No, al menos, en la escena de la música popular.

Hija de un afamado pastor baptista, Franklin cantó desde su infancia canciones góspel en la iglesia y admiró desde primera hora a figuras del jazz como Mahalia Jackson, Ella Fitzgerald o Dinah Washington. La música religiosa y después el jazz fueron, pues, los estilos que cultivó inicialmen­te, grabando su primer disco a los catorce años, todavía adolescent­e. Pero su camino a la fama iba a hallarlo en el soul, la corriente de música negra que en los años sesenta revolucion­ó el pop. Si Otis Redding, fallecido hace ya medio siglo, fue el gran cantante soul masculino, Franklin se convertirí­a en la gran cantante soul femenina.

A pesar de que concentró los grandes éxitos de su carrera –Respect, Chain of fools, I say a little prayer, You make me feel, Think…– en un periodo relativame­nte corto, la segunda mitad de los años sesenta, cabe afirmar sin gran margen para el error que Franklin no ha sido destronada. Ni Madonna ni Whitney Houston ni Beyoncé ni Lady Gaga, todas ellas de constante presencia en los medios y de enorme notoriedad, la han superado como cantante. Y no debe descartars­e que, una vez muerta, y por tanto afianzada en su condición ya legendaria de clásica de la música popular, retenga durante tiempo su posición en la cima. Porque el modo excepciona­l en que cantó, Aretha Franklin permanecer­á muy probableme­nte en el recuerdo de sus seguidores sin perder un ápice de intensidad.

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