La Vanguardia

El lector expone

Y de repente, el silencio

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Cuántas cosas suceden en un año. El tiempo pasa a una velocidad vertiginos­a; es la crueldad de ese reloj de arena en que los granos se deslizan más rápido de lo que quisiéramo­s, en que los momentos que importan parecen lejanos de un día para otro. El inexorable paso del tiempo a veces nos lleva a un olvido prematuro, irreversib­le. Pero no siempre es así. Hay momentos que se quedan grabados a fuego en la memoria, no sólo personal sino también colectiva. El 17 de agosto del 2017 fue uno de ellos.

La ciudad que me ha visto crecer, la Rambla por la que caminé de arriba abajo para ir a mi facultad, fue por unos días protagonis­ta de unos hechos que hacen cuestionar la naturaleza de la humanidad. Días en que la crueldad y el dolor se mezclaron con la bondad y la empatía. La Rambla se tiñó de lágrimas, se embelleció con flores, se llenó de mensajes, de esas palabras que brotan directas del corazón; cantos de paz y de solidarida­d. Porque si una cosa está clara es que en las peores situacione­s sale a relucir la esencia de cada uno, aquello que nos define como personas.

Hubo silencio, mucho silencio. Esa pausa dramática que es la antesala a la reacción, a la gesta, a la respuesta. Y en esos días de agosto, después de un silencio atroz, hubo un canto unánime. Un “No tinc por” que se alzó entre los escombros de tanta tristeza. Una frase que contenía un desafío pacífico, un clamor unánime para resquebraj­ar las bases del terrorismo.

Un año más tarde, recordamos y nos quedamos en silencio de nuevo. Las imágenes y las palabras salen de la caverna de los recuerdos para llenar de nuevo las primeras posiciones de nuestra memoria. Pero una vez más, después de este silencio, saldrá una voz renovada, enérgica, que volverá a salir a la calle a repetir el mensaje, a desafiar la injusticia, a reclamar un mundo en que el silencio no sea la antesala de la acción. Sea, solamente, silencio.

MARTA FERNÁNDEZ ESPINEL

Barcelona

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