La camiseta de Ripoll
El Consistorio trabaja en un plan de convivencia porque la idea que tenía de integración era errónea
“A diario tenemos flashes de cómo era la vida con nuestros amigos de antes, es imposible olvidar”, explican Diego, Atef y Usma desde un muro de la pista polideportiva donde a menudo se encontraban con sus amigos que resultaron ser terroristas. Hablan con pocas ganas de recordar y sin apenas apartar la vista de sus teléfonos móviles. “Habían cambiado. Estaban diferentes. ¿Más nerviosos? Al contrario, estaban mucho más relajados. De un día para otro uno dejó de salir de fiesta. Otro empezó a frecuentar la mezquita. Atribuimos ese cambio de comportamiento a que tenían algún problema en casa. Pero jamás sospechamos lo que estaban tramando”, explican los chicos, que aún no han cumplido los veinte.
Aquellos jóvenes aparentemente “integrados” que se criaron en Ripoll, que hablaban perfectamente el catalán, que trabajaban en industrias de la comarca, algunos de ellos con puestos de responsabilidad, y que no provenían de familias desestructuradas burlaron la confianza de sus amigos y de todos aquellos vecinos que los conocían porque nadie fue capaz de detectar ningún comportamiento sospechoso. “Si aquellos chicos que tan bien conocías han sido capaces de matar, es normal que la desconfianza se haya acrecentado”, se justifica una panadera del barrio Ripoll 60, donde residen algunas familias de los jóvenes que perpetraron la masacre. Algunos marroquíes como Bassou, un vecino de Sant Joan de les Abadesses que visita con regularidad Ripoll, asegura haber notado miradas recriminatorias. “Es fácil ponernos a todos los musulmanes en el mismo saco”, indica una joven con hiyab que en cambio dice haber recibido numerosas muestras de apoyo desde los atentados tanto en el trabajo como en sus clases de administrativa. “Para mí ha sido una sorpresa, pensé que la gente se cerraría pero no ha sido así”, afirma.
Dos caras de una misma moneda que demuestran que en Ripoll la he- rida aún no ha cicatrizado. “Todavía no se ha pasado página”, afirma Montserrat Mioche, trabajadora de una inmobiliaria. El recelo y el resentimiento existen. También la rabia y el enfado, que parecían haber desaparecido meses después de los atentados, han vuelto a aflorar en el sentimiento colectivo de Ripoll tras hacerse público el sumario y haberse conocido detalles de cómo aquellos hermanos, liderados por el imán Abdelbaki es Satty, prepararon los atentados.
Detectar cualquier síntoma de radicalización y prevenirlo es el objetivo que persigue la administración desde entonces: la policía local ha recibido formación específica y los profesores y profesionales de los
servicios sociales están más atentos a cualquier síntoma. También se incidirá en las familias, las primeras en observar comportamientos extraños de sus hijos. El Consistorio trabaja en un nuevo Plan de Convivencia, consciente de que la idea de integración que tenían hasta entonces ha resultado ser errónea.
El alcalde Jordi Munell (PDESi Cat) apela al “concepto de pertenencia”, a la necesidad de sentirse reconocido, valorado y no excluido de la sociedad. Considera que es el “eslabón perdido” de la integración y pone como ejemplo el Barça, un colectivo en el que conviven muchas nacionalidades y religiones pero que cuando sus integrantes salen al campo lucen y se sacrifican por la misma camiseta. “Aquí deberíamos conseguir lo mismo: que en los patios, en las escuelas, en los equipos deportivos, en el trabajo... todos salgan con la camiseta de Ripoll”, dice. Sin embargo no resulta fácil interiorizar la idea de pertenencia cuando se tiene la sensación de no ser ni de un sitio ni del otro. El portavoz de la mezquita Annour, Ali Yassine, explica que cuando va de vacaciones a Marruecos, allí le consideran como “el de aquí” y en cambio aquí, sus vecinos catalanes, siguen viéndole como “el otro”.
La plataforma Som Ripoll, creada de forma espontánea días después del 17-A por un grupo de vecinos, aporta su pequeño grano de arena a la causa. El nuevo plan de convivencia deberá dar las herramientas para fortalecer el sentimiento de pertenencia. Que los nuevos catalanes participen con normalidad en juntas deportivas, en las AMPA de las escuelas o en otras entidades serían algunos de los éxitos de un plan que busca cohesionar a los 11.000 habitantes de 58 nacionalidades que viven en Ripoll. Ayer se conmemoró el aniversario de los atentados con unas jornadas de convivencia, pero hay tarea para todo el año.
No es fácil interiorizar la idea de pertenencia si se tiene la sensación de no ser de aquí ni de allí
La publicación de una parte del sumario ha hecho aflorar rabia, enfado y decepción