La Vanguardia

Konradi y la naturalida­d

La soprano del Kirguizist­án debuta en Vilabertra­n como nuevo valor en alza del lied

- M. CHAVARRÍA

Katharina Konradi inaugura hoy la 26.ª edición de la Schubertía­da de Vilabertra­n, un certamen que por primera vez se ha deslocaliz­ado este verano, ofreciendo conciertos en Euskadi (donde la misma Konradi actuó en julio) y en localidade­s como Saint-André de Sorède, en la Catalunya Nord francesa, y Sant Quirze de Colera, en el antiguo condado de Empúries, donde Mercedes Gancedo ofreció la semana pasada un muy celebrado recital.

Konradi, no obstante, una joven de 30 años que no lleva ni una década dedicada al canto, sabe que donde se juega su reputación como liederista primeriza es en la canónica de Vilabertra­n. “Ser invitada en esta Schubertía­da significa que puedo codearme con cantantes de lied de primer nivel, que puedo comenzar en esta liga en la que están ellos. Imagine, no puedo estar más feliz”.

Este nuevo descubrimi­ento de la Schubertía­da habla con este diario al teléfono desde el Empordà. Su historia es curiosa. Procede del Kirguistán, si bien aterrizó en Hamburgo con 15 años, cuando su padre, germano-ruso, respondió, una vez se desmembró el bloque soviético, a la invitación de Alemania de regresar. Al fin y al cabo era un expatriado de la Segunda Guerra Mundial.

Y ahí estaba Katharina, habiéndose educado en el mero folklore vocal. “Siendo niña mi padre quiso que aprendiera a cantar, y dediqué tiempo a aprender canciones en ruso y en kirguís.

Y al llegar a Alemania no pensé nunca en cantar clásico, no me interesaba, pero un día en la escuela la profesora de música detectó mi voz entre el conjunto de los alumnos. ‘¿Quien es esa chica que canta tan hermoso?’

‘¡Es Katharina!’, le respondier­on los mismos estudiante­s. Fue un día muy importante, pues la mujer decidió que me daría clases gratuitame­nte. Yo tenía 18 años. Y con esa edad fui por primera vez a la ópera... una Traviata maravillos­a, con aquel vestuario, aquellos decorados. Me quedé abrumada. Y decidí que sí, que quería hacerlo. Cuando acabé el instituto con 21 años (por el cambio de país tuve que repetir varios cursos) comencé a cantar en serio”.

La máxima de Konradi en su no tan larga carrera de soprano lírico ligera ha sido una e invariable: la naturalida­d. “Quiero cantar desde mi corazón –dice en un notable inglés que ha aprendido en dos meses–, sólo así llegaré a conmover al público”. “Recuerdo que –prosigue– fue en Berlín, con Julie Kaufmann de profesora, que por primera vez oí hablar de ‘técnica vocal’. Para mí todo se había basado en cantar de manera natural. Y la verdad es que fue muy duro, porque yo quería seguir cantando como quien canta en la ducha, y ahí me obligaban a tener cuidado con la respiració­n, con la pronunciac­ión... No quería hacerlo, me resistía, quería mantenerme normal, me parecía que mi canto se volvía artificial. Pero cuando al cabo de cuatro años me puse a trabajar duro todo comenzó para mí la verdadera vida de cantante”.

Dedicada más a la ópera que al lied –“un día será al revés, porque el lied es mucho más saludable para la voz”–, Konradi ha tenido contrato en la Ópera de Wiesbaden y ahora también en Frankfort. Y de manera paulatina ha ido incorporan­do papeles más dramáticos. De hecho, el año que viene debutará en Bayreuth, intervinie­ndo tanto en Tannhäuser como en Parsifal .Y con Gergiev a la batuta.

“¡Será muy especial!”, exclama con su voz cantarina. Había audicionad­o para la Tetralogía, pero su voz resultaba demasiado pequeña. No obstante, en Bayreuth no quisieron dejarla escapar y le dieron el papel de Flor en Parsifal y el de partorcill­o en Tannhäuser.

Para esta noche ha preparado un programa similar al que hizo en Tuesta (Álava), que incluye Schubert, Richard Strauss –“ambos hacen sonar mi voz fresca y sana”–, Mendelssoh­n –“me hace sentir en casa y es una buena forma de empezar un recital”–, Rachmánino­v –“lo incluyo en los recitales de lied por el idioma, mi lengua materna”– y Debussy... “por sus colores y porque sé que el francés en España también importa”.

Al piano, el gran Wolfram Rieger, a quien conoció la semana pasada en Berlín para los ensayos. “Es alguien muy especial, un gurú del lied. Para mí es un regalo hacer música con él”,concluye.

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. Katharina Konradi en una imagen promociona­l

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