Denuncia y efectismo
El viaje de Nisha
Dirección: Iram Haq Intérpretes: Maria Mozhdah, Adil Hussain, Ekavali Khanna, Rohit Saraf
Producción: Noruega-SueciaAlemania, 2017. Duración: 106 minutos. Drama Además de realista en su formulación visual, El viaje de Nisha es real, en tanto que película de carácter autobiográfico, según declara su propia autora, la realizadora y guionista Iram Haq. Cuenta, con voluntad de denuncia, una de esas historias que ponen los pelos de punta y suscitan la más encendida indignación. Nisha es una adolescente que vive en Noruega, más que dividida, atrapada entre dos culturas, la pakistaní a la que pertenece por sangre y la de su país de acogida. De puertas para afuera, lleva una vida como la de cualquier otra chica de su edad: amigos, discotecas, deporte... Pero en el hogar, la tensión y la intolerancia se palpan en el ambiente. Y el día en que el padre pille a Nisha con su novio, en su propio cuarto, empezará su calvario, una serie de castigos ejemplares que pasarán finalmente por llevarla, a la fuerza, a pasar una temporada con su familia en Pakistán, una experiencia más dura y cruel que la de Ben-Hur en galeras. Y vejatoria hasta extremos impensables.
Allí, en el largo tramo de Pakistán, y en escenas como la brutal de la policía en el callejón o la de pa- dre e hija al borde del acantilado, es donde el segundo largometraje de Iram Haq muestra sus cartas más discutibles, se revela una obra programática, tan efectista como El expreso de medianoche. No ponemos en duda lo que cuenta, pero sí el sensacionalismo con que lo expone: su discurso viene ya masticado y con subrayados, el espectador no ha de hacer el mínimo esfuerzo para comprender o reflexionar. Impecables, eso sí, todas las composiciones, particularmente las de Maria Mozhdah, una Nisha muy verosímil, y Adil Hussain, el padre (y padre de Pi en La vida de Pi), que empieza siendo un personaje cordial, afable (la escena de su cumpleaños), y en menos que canta un gallo se convierte en ogro, en monstruo indescriptible.