Portland no es Mestalla
Empezaron con los horarios matinales para atraer a la audiencia asiática, siguieron con la final de la Supercopa española en Tánger y anuncian ahora un acuerdo para llevarse algún partido de la Liga a Estados Unidos de vez en cuando. Con la excusa de la expansión del fútbol español con fines comerciales el aficionado autóctono, despistado, pone mirada de Marty Feldman, referente que subraya lo viejuno que es uno y lo culpable que se siente de ver siempre la parte oscura de la globalización y otras supuestas modernidades, en lugar de celebrarlas como lo hacen los cachorros de Silicon Valley, vivero de las mega empresas que están mejorando nuestras vidas como todo el mundo sabe: unos motoristas nos lo traen todo a casa en un pispás, que tengan un sueldo miserable o no estén asegurados nos da igual porque sale barato.
No se opone uno a la necesidad de conseguir ingresos para la Liga. Se entiende que para competir con la Premier y otros campeonatos europeos no queda más remedio. Hay que crecer, es la obsesión de nuestro tiempo. Lo que sí molesta es que el negocio lo lleven unos cuantos como si fuera suyo, como si los socios de los clubs o, cuidado, los jugadores, no tengan nada que decir. Se entiende que americanizar el fútbol, priorizar al espectador televisivo, da mucho más rédito económico que cuidar al seguidor de toda la vida pero alejarse de las raíces puede llevar a una futura desnaturalización de los deportes de masas, unificándolos como ya sucede con todos los centros históricos de las grandes ciudades: teóricamente son distintos pero parecen la misma cosa porque siempre hay un Zara y un Starbucks, o doscientos. Cargarse la importancia del factor campo va en esa dirección. No es lo mismo un Valencia-Barça en Mestalla que en Portland, ¿verdad? Como no es igual escuchar a Extremoduro que a One Direction.
La pataleta del fútbol llamémosle tradicional es en todo caso improductiva. Después de que, mediante sobornos probados, un país como Qatar, sin tradición futbolística, poco democrático y en el que las mujeres tienen laminados sus derechos, organice un Mundial en el mes de noviembre, que la Liga traslade algunos partidos al año a EE.UU. suena a extravagancia insignificante. Nos dejaremos hacer, pues.