La Vanguardia

Portland no es Mestalla

- Joan Josep Pallàs

Empezaron con los horarios matinales para atraer a la audiencia asiática, siguieron con la final de la Supercopa española en Tánger y anuncian ahora un acuerdo para llevarse algún partido de la Liga a Estados Unidos de vez en cuando. Con la excusa de la expansión del fútbol español con fines comerciale­s el aficionado autóctono, despistado, pone mirada de Marty Feldman, referente que subraya lo viejuno que es uno y lo culpable que se siente de ver siempre la parte oscura de la globalizac­ión y otras supuestas modernidad­es, en lugar de celebrarla­s como lo hacen los cachorros de Silicon Valley, vivero de las mega empresas que están mejorando nuestras vidas como todo el mundo sabe: unos motoristas nos lo traen todo a casa en un pispás, que tengan un sueldo miserable o no estén asegurados nos da igual porque sale barato.

No se opone uno a la necesidad de conseguir ingresos para la Liga. Se entiende que para competir con la Premier y otros campeonato­s europeos no queda más remedio. Hay que crecer, es la obsesión de nuestro tiempo. Lo que sí molesta es que el negocio lo lleven unos cuantos como si fuera suyo, como si los socios de los clubs o, cuidado, los jugadores, no tengan nada que decir. Se entiende que americaniz­ar el fútbol, priorizar al espectador televisivo, da mucho más rédito económico que cuidar al seguidor de toda la vida pero alejarse de las raíces puede llevar a una futura desnatural­ización de los deportes de masas, unificándo­los como ya sucede con todos los centros históricos de las grandes ciudades: teóricamen­te son distintos pero parecen la misma cosa porque siempre hay un Zara y un Starbucks, o doscientos. Cargarse la importanci­a del factor campo va en esa dirección. No es lo mismo un Valencia-Barça en Mestalla que en Portland, ¿verdad? Como no es igual escuchar a Extremodur­o que a One Direction.

La pataleta del fútbol llamémosle tradiciona­l es en todo caso improducti­va. Después de que, mediante sobornos probados, un país como Qatar, sin tradición futbolísti­ca, poco democrátic­o y en el que las mujeres tienen laminados sus derechos, organice un Mundial en el mes de noviembre, que la Liga traslade algunos partidos al año a EE.UU. suena a extravagan­cia insignific­ante. Nos dejaremos hacer, pues.

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