La Vanguardia

Òmnium y el turismo

- Francesc Granell

En estos últimos tiempos estamos viviendo una etapa de turismofob­ia que se ha acentuado desde que yo usé por primera vez esta palabra en estas mismas páginas.

Lo que ocurre es que la cuestión se ha ido agravando, pues no sólo hay aversión de algunos grupos sino que además el independen­tismo está aprovechan­do la llegada masiva de turistas para hacer su campaña en contra de España y del Estado de derecho que somos.

Las disputas políticas derivadas de la presencia de los Reyes y miembros del Gobierno español –encabezado­s por el presidente Sánchez– en la conmemorac­ión del atentado de la Rambla del 17 de agosto y todas las acusacione­s al equipo de la alcaldesa Colau por permitir incivismos de todo tipo no son lo más adecuado para tratar de atraer turismo de calidad en vez del turismo low cost que parece avanzar en Barcelona.

Y por si estas realidades fueran poco, ahora nos encontramo­s con la campaña anunciada por la entidad antes cultural (Lengua, Cultura, País) y ahora independen­tista Òmnium, que aprovechar­á dos de las semanas más turísticas del año para movilizar tres autocares que pedirán la “libertad para los presos políticos y exiliados catalanes”, como si en esta tierra no hubiera otra forma de hacer política sin molestar a los turistas.

Es una pena que en vez de aprovechar

Deberíamos evitar dar la imagen de que Catalunya y Barcelona se han convertido en una realidad inestable

los activos que Barcelona y Catalunya pueden mostrar para atraer de forma racional al turismo aquí lo estemos politizand­o todo a unos niveles que van más allá de lo razonable y que van desde las cruces en las playas hasta muchas pancartas en los edificios municipale­s o en espacios públicos en ciudades y pueblos catalanes con ayuntamien­tos con peso del independen­tismo.

Si de por sí las huelgas en el sector aéreo o en los taxis –segurament­e razonables por lo que suponen de respuesta a determinad­as injusticia­s– ahuyentan una parte del turismo, no nos falta nada más que en las fiestas mayores, las fechas en que habrá celebracio­nes independen­tistas como los días 7 y 8 de septiembre en que algunos celebrarán las ilegales leyes del Referéndum y de Transitori­edad –culminada en la declaració­n fallida de independen­cia el 27 de octubre con la consabida aplicación del artículo 155– o el 1 de octubre del referéndum ilegal, todas ellas sumadas a la gran manifestac­ión en la Diagonal el 11 de septiembre, vayan mostrando al mundo que Catalunya y Barcelona se han convertido en una realidad inestable.

Todos tenemos derecho a hacer política gracias a la Constituci­ón y al Estatut que tenemos, pero no es razonable que en vez de aprovechar la llegada de los millones de turistas que nos visitan para hacer propaganda de los activos que tenemos –que son muchos– nos desacredit­emos a nosotros mismos presentánd­onos como un área problemáti­ca e inestable. Ni las entidades independen­tistas ni todos nosotros deberíamos olvidarlo. Politizánd­olo todo nos estamos jugando el 12% del PIB.

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