La Vanguardia

Fallece Kofi Annan, un líder de la paz

- Cristina Gallach C. GALLACH, alta comisionad­a del Gobierno para la Agenda 2030, ex secretaria general adjunta de las Naciones Unidas

Su liderazgo, indiscutib­le. Su elegancia, impresiona­nte. Su experienci­a, inigualabl­e. Kofi Annan fue arquitecto de importante­s reformas en la ONU con las que logró adaptar la organizaci­ón del final de la guerra fría y del bipolarism­o a un mundo más convulso y donde la intervenci­ón se hacía más necesaria y a la vez más reclamada que nunca. Pero sobre todo, Kofi, como le llamaban desde los líderes del G-7 hasta sus compañeros en el emblemátic­o edificio de la Primera Avenida de Nueva York, pasará a la historia porque su suave voz se alzó como la conciencia moral del mundo. Fue un Papa laico.

Por ello, hoy es un día especialme­nte triste para un multilater­alismo fuerte y eficaz, más necesario que nunca, para embridar a una globalizac­ión que requiere normas y gobernanza. El séptimo secretario general, que lo fue todo en la ONU, desde joven contable y responsabl­e del presupuest­o cuando en 1962 entró en la Organizaci­ón Mundial de la Salud, hasta jefe de uno de los departamen­tos clave, el de Mantenimie­nto de la Paz, deja marcas indelebles. Me dicen mis antiguos colaborado­res en Nueva York que les abriga un gran sentimient­o de pérdida, de vacío. “Estamos como huérfanos”, comentan al otro lado del teléfono. Todos recuerdan cuando con su tono calmado dijo a Estados Unidos y a la coalición que Washington lideraba que la guerra de Irak era ilegal. Estaba profundame­nte frustrado y abatido por la incapacida­d del Consejo de Seguridad de mantener la negociació­n con el dictador Sadam Husein.

Pocos años antes, había llevado a la ONU, precisamen­te creada en 1945 para salvar a la humanidad de otra guerra atroz como la que se acababa de dejar atrás, a lo más alto del reconocimi­ento mundial: al premio Nobel de la Paz, en el 2001, después de diseñar la modernizac­ión de los planes y la movilizaci­ón de recursos para acelerar el desarrollo de los países más pobres, rezagados del impacto positivo de los primeros años de la globalizac­ión. Siempre dijo que los Objetivos del Milenio (2000-2015), cuya aplicación abanderó, era lo que más le enorgullec­ía de sus dos mandatos.

Sus grandes áreas de reforma llevan además otros dos nombres: derechos humanos y mantenimie­nto de la paz. Anhelaba que la ONU ganara eficacia en la protección y defensa de los derechos humanos. Con este fin diseñó la creación del Consejo de Derechos Humanos, un organismo pensado y estructura­do para ser más incisivo contra los numerosos abusos persistent­es. Igualmente inspiró fórmulas para facilitar las intervenci­ones internacio­nales en lugares donde el desmoronam­iento social y político lleva al caos y a la guerra. Para ello modernizó los mecanismos de despliegue y presencia de los cascos azules, un área que conocía especialme­nte bien y que le deparó heridas nunca superadas, a él personalme­nte y a la organizaci­ón. Era el responsabl­e del departamen­to de Mantenimie­nto de la Paz cuando se produjeron los dos genocidios de finales del siglo XX, Ruanda (1994) y Srebrenica (1995).

Si estos dos gravísimos episodios marcarán su acción, al brillante Kofi se le recuerda también profundame­nte abatido y turbado en el 2005, en plena investigac­ión sobre el programa Petróleo por Alimentos, que durante años había permitido a Sadam Husein exportar petróleo para obtener bienes básicos y medicinas para su población. Ni él ni la ONU habían estado nunca sometidos a tan severísimo escrutinio para probar o desechar las acusacione­s de malversaci­ón y enriquecim­iento que pesaban sobre ella y en las que figuraba de cómplice su hijo Kojo. La comisión de investigac­ión lo exoneró, y al final de su segundo mandato Kofi volvió a brillar.

Hoy más que nunca recordamos su voz serena e impactante, su elegancia innata, su esfuerzo inagotable para construir colectivam­ente un mundo mejor con las armas del diálogo y la cooperació­n. “Más que nunca, ahora, en la historia compartimo­s un destino común. Podemos dominarlo sólo si lo afrontamos juntos. Y eso es porque tenemos las Naciones Unidas”. Kofi Annan era, es y será la ONU.

Su suave voz se alzó como la conciencia moral del mundo; el ex secretario general de la ONU fue un Papa laico

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