La Vanguardia

Más d 20 000 i ig antes ha e ado e tea oala costas españolas atra ndo el Mediterrán­eo.

Más de 20.000 inmigrante­s han llegado este año a las costas españolas. Son personas con nombre y apellido que se juegan la vida en el trayecto

- (Texto y fotos) Algeciras

Mariam Bouhoro, de 18 años y originaria de Costa de Marfil, habla angustiada con un miembro de Salvamento Marítimo a bordo del barco de rescate Luz de Mar mientras llegan al puerto de Crinavis, cerca de Algeciras.

–“¿Estamos en Europa? ¿No nos devuelven a Marruecos, verdad? ”

–“Estate tranquila que hoy duermes en España”.

Se desploma con un gesto en su cara mezcla de felicidad y agotamient­o, y abraza con fuerza a su pequeño de cinco meses, Cheick Soumahoro, que no deja de moverse intranquil­o. Lo lleva envuelto en una manta para protegerlo del frío.

Ella es una de los más de 20.000 inmigrante­s que han llegado a las costas españolas en lo que va de año. Más de 20.000 personas con nombre, apellido y una historia personal a sus espaldas. Explica que hace unos cuatro días naufragaro­n cuando salían de la costa marroquí, y que al volver a nado a la playa se separó de su marido. El mar los había separado, no sabía si seguía con vida, hasta que al día siguiente él la contactó a través de un conocido para decirle que había sobrevivid­o y había llegado a España en otra embarcació­n. Ahora su marido la está esperando en Bilbao, desde donde planean seguir hacia Francia y construir juntos su nuevo hogar.

En los últimos años las cifras de inmigrante­s que llegan a Europa se han convertido en eso, simplement­e en cifras, en gráficos comparativ­os anuales que recuerdan más a activos de bolsa que a cifras de personas. El ministro del Interior italiano, el ultraderec­hista Matteo Salvini, ha transforma­do la inmigració­n en su gran bandera política, con un discurso duro y agresivo en contra de los inmigrante­s y cerrando sus puertos a barcos de rescate de las oenegés. Aquí en España el nuevo líder del PP, Pablo Casado, se subió al carro de Salvini: “No es posible que haya papeles para todos y que España pueda absorber millones de africanos”. El líder de Ciudadanos no quiso quedarse atrás y corrió a fotografia­rse junto a la verja de Ceuta, rodeado de agentes de la Guardia Civil. En cambio, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez , decidió el 11 de junio ofrecer València para que el barco de rescate Aquarius pudiese atracar. Muchos aún se preguntan por su cambio de opinión de los últimos días.

Conocedore­s todos, como políticos experiment­ados, aunque algunos más que otros, que la política migratoria puede reportarle­s esos votos tan deseados, el fenómeno migratorio en Europa se está convirtien­do en el ring político más fundamenta­l para la mayoría de partidos políticos y gobiernos.

Pero sobre el terreno cae la no-

Mariam y su bebé alcanzan Algeciras tras ser rescatados; en tierra los llevan a un centro de control

che, sopla viento de levante y eso crea en la bahía de Algeciras un incisivo frío que va calando si uno se queda quieto. Los voluntario­s de la Cruz Roja han proporcion­ado ropa seca a Mariam, que parece más tranquila, y Cheick Soumahoro disfruta comiendo una magdalena ajeno a lo que acaba de vivir. El pequeño no es consciente de que se acaba de jugar la vida en una barca hinchable sin motor y que hacía aguas por todos sitios. “Dos años”, repite incansable Mariam en francés. “Dos años escondida en Marruecos, malviviend­o, esperando mi oportunida­d para cruzar a España”, dice entre sollozos.

En la esquina opuesta del barco, otra mujer, Dorcasse, también de Costa de Marfil, descansa apoyada sobre unos cables. “No sé qué voy a hacer, ni dónde voy a ir, simplement­e estar viva hoy ya es una alegría”, dice. Su cara transmite tranquilid­ad al mismo tiempo que refleja la dureza de alguien que ha sufrido mucho para llegar a Europa.

El olor a diésel es intenso y el ruido ensordeced­or. El barco de Salvamento Marítimo inicia las maniobras de atraque en el puerto para poder desembarca­r a los inmigrante­s que acaba de rescatar. Una enorme grúa transporta una pasarela de hierro pesada que unirá el decrépito muelle de Crinavis con la embarcació­n. Esta zona portuaria casi abandonada y en desuso, a medio camino entre Algeciras y Gibraltar, ha sido la elegida para crear un nuevo centro para inmigrante­s, y esta vez lo han bautizado como CATE, Centro de Atención Temporal a Extranjero­s. El nombre parece ideado para dejar claro a los recién llegados lo que serán en España, extranjero­s. Empiezan a bajar del barco y cuatro agentes de la Guardia Civil los esperan.

Son más de las once de la noche y aún les aguarda una sorpresa más. No hay vehículos para transporta­rlos hasta el centro. El único autobús destinado al transporte de inmigrante­s en esta zona está ocupado en otro puerto. Por lo que los inmigrante­s tienen que caminar la distancia desde el muelle al centro de detención, que es como debería llamarse, ya que acaban de ser oficialmen­te detenidos.

Sorprende que después de más de veinte años de llegada de inmigrante­s a esta zona de España, el nuevo centro designado para recibir inmigrante­s sea una antigua nave industrial abandonada adecuada con prisas, y unas tiendas de campaña naranjas llenas de literas. Los inmigrante­s empiezan a caminar en fila, envueltos en sus mantas rojas, en silencio y acompasado­s llegan hasta la puerta de la nave. Los policías, protegidos con mascarilla­s, los registran y les confiscan sus pertenenci­as. Mariam se acomoda sobre la que será su cama hoy, deja a su pequeño sobre el colchón y por fin Cheick Soumahoro parece tranquilo. Son sus primeras horas en la tierra que soñaban, y ya son oficialmen­te inmigrante­s ilegales sin papeles.

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SAMUEL ARANDA
 ?? SAMUEL ARANDA ?? Mariam Bouhoro sostiene a su pequeño, Cheick Soumahoro, en la cubierta del barco de Salvamento Marítimo
SAMUEL ARANDA Mariam Bouhoro sostiene a su pequeño, Cheick Soumahoro, en la cubierta del barco de Salvamento Marítimo
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SAMUEL ARANDA Centro de detención. A la entrada del nuevo CATE, la policía los espera y registra, protegida con mascarilla­s
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SAMUEL ARANDA Primeros controles. Al llegar al puerto de Crinavis, y ante la falta de transporte, los inmigrante­s tienen que caminar escoltados hasta el centro de detenciónU­n nuevo futuro.

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