La Vanguardia

La carta del ‘alpino’ Pettinà

- Antoni Puigverd

Una nota simpática de Italia a todos nos vendrá bien. Veámosla. El adjetivo alpino se refiere a un aspecto cualquiera de los Alpes: un paisaje alpino, el esquí alpino. Pero en Italia un alpino es, por antonomasi­a, un miembro de Gli alpini, cuerpo del ejército fundado en 1872 para defender los límites montañosos del país. Destacan por un típico sombrero de fieltro verde grisáceo, de forma vagamente cónica, con el ala trasera alzada y una pluma negra. Pues bien, este mes de agosto un alpino veteranísi­mo, Giovanni Pettinà, ha cumplido 105 años. Llegar a esta edad ya no es noticia. No se hablaría del alpino Pettinà de no ser por la carta que recibió hace un par de meses. La envió su hermana María en 1944.

Como es sabido, liberada Sicilia, el rey de Italia firma en septiembre de 1943 una alianza con los aliados y cesa a Mussolini. Pero Hitler reacciona, frena a los aliados en el sur y rescata a Mussolini, que crea la fantasmagó­rica República de Salò en el norte del país. En la confusión del momento, el ejército italiano, disperso entre los Balcanes, el Egeo y el Frente Oriental, queda dividido. Una parte obedece al rey y lucha con los aliados; otra es desarmada por los alemanes; y una tercera parte se subordina a Hitler y lucha contra sus connaciona­les. El alpino Pettinà fue hecho prisionero por la Wehrmacht en Albania y deportado a un campo de internamie­nto alemán. Trabajos forzados. Podía enviar cartas y recibirlas, pero a menudo la Italia mussolinia­na de Salò bloqueaba la correspond­encia de los prisionero­s para que no se supiera que 600.000 italianos estaban siendo esclavizad­os.

Giovanni pasó muchas penurias, pero se salvó. Volvió a Malo, su pueblo, cerca de Vicenza. Ha sido labrador. Una vida discreta: apenas contó sus peripecias bélicas. Un historiado­r local, Stefano Tortora, ha encontrado en un archivo militar la carta que le envió su hermana. María, que ahora tiene 94 años, le decía en el sobrio y convencion­al lenguaje rural de aquellos años: “Caro fratello, recibimos agradecido­s tu carta, sabemos que disfrutas de buena salud, como, en el presente, también nosotros. Esperamos reencontra­rte pronto en casa”.

Pettinà, que ha sido siempre un tipo parco y lacónico, se ha hartado de llorar al leer esta carta tantos años después. Entrevista­do por Il Corriere, explicó algunos detalles, pocos, de la vida en el campo de prisionero­s. Recuerda sobre todo una patata que encontró, pero que los alemanes le requisaron. Pasaba mucha hambre.

Preguntado por el secreto de su vida tan larga y sana, Giovani Pettinà responde: “Una vida normal, vivida en el trabajo, con los principios fundamenta­les que deberían guiar la existencia de todas las familias y las buenas personas, allí donde la civilizaci­ón se impone a la mala educación”. El viejo Pettinà, agricultor, exprisione­ro y exsoldado alpino, no ha hablado mucho en sus 105 años de vida, pero con esta frase ha redactado, sin saberlo, el programa que necesita su país (y el nuestro).

No se hablaría de Pettinà de no ser porque hace un par de meses recibió una carta de 1944

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