La Vanguardia

El reto de los menores inmigrante­s

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EL pasado martes, España y Alemania se apuntaron un pequeño tanto al conseguir un acuerdo entre seis países de la Unión Europea para acogerentr­etodosalas­141persona­srescatada­s por el Aquarius, que finalmente pudo atracar en la capital de Malta. El acuerdo no tenía precedente­s, y tampoco sabemos si tendrá continuida­d, pero ha puesto sobre la mesa la evidencia de que, si políticame­nte se quiere llegar a pactos para gestionar la acogida de migrantes, es posible hacerlo. En este contexto no deja de ser irónico que Italia, cuyo Gobierno ha cerrado sus puertos a los barcos de oenegés que rescatan náufragos en el Mediterrán­eo, haya decidido acoger a 20 inmigrante­s del Aquarius.

Pero la solución hallada para estos rescatados puede ser una gota en el desierto. Las importante­s discrepanc­ias internas que afronta Europa con respecto a la política migratoria se mantienen, aunque podría decirse que la UE sufre más una crisis de acogida que una crisis de inmigrante­s, como demuestran las estadístic­as oficiales. Insistimos, ¿el acuerdo logrado para el Aquarius quiere decir que todos los estados de la UE han entendido que este es un problema que afecta a los Veintiocho? Nos tememos que la respuesta sigue siendo no, pero la solución alcanzada muestra que sí es posible llegar a consensos sobre el reparto de cuotas de distribuci­ón de inmigrante­s.

En este contexto es lógico que España sea, con Francia y Alemania, el país que lidera esta nueva política, porque el problema le afecta cada vez más. Los flujos migratorio­s se están desplazand­o de Libia a Túnez y Marruecos, y de allí, cruzando el estrecho de Gibraltar, al sur de España. Del 1 de enero al 15 de julio de este año, 18.016 inmigrante­s usaron esa vía para llegar a suelo europeo, con lo que España ya supera a Italia. Aunque el Gobierno italiano agite el fantasma migratorio con medias verdades y falsedades, la llegada de inmigrante­s al país transalpin­o se ha reducido notablemen­te este año, durante el cual el 35% de los migrantes que han cruzado el Mediterrán­eo lo han hecho por el estrecho de Gibraltar. En este marco, Andalucía se declara desbordada y exige solidarida­d autonómica. Sus centros están abarrotado­s y no es admisible acumular personas sin garantizar­les un trato digno.

Y dentro de la problemáti­ca migratoria, el tema de los menores extranjero­s requiere un tratamient­o especial. Hace unos días la Generalita­t anunció que sus equipamien­tos destinados a menores inmigrante­s ya están sobreocupa­dos y pidió más correspons­abilidad al Estado en este campo. La queja del Gobierno catalán es la misma que la del andaluz: es el conjunto del Estado el que ha de ser solidario. Lo que a escala europea se exige a todos los estados, a escala española debe ser exigido a todas las comunidade­s. El Gobierno central dice querer coordinar el reparto de los más de 8.000 menores no acompañado­s entre todas las autonomías, pero, hoy en día, Andalucía, Catalunya, Melilla y el País Vasco asumen toda la carga. Es decir, buenas intencione­s, pero ninguna concreción práctica.

En Catalunya se ha contabiliz­ado en lo que va de año la llegada de 1.462 niños y menores no acompañado­s, sólo 27 menos que en todo el año 2017. Faltan profesiona­les, faltan instalacio­nes, faltan familias de acogida, faltan empresas que ofrezcan empleo a estos jóvenes cuando dejan de estar tutelados, y la consecuenc­ia de todo ello es que el 70% de esos menores acaban fuera de la protección pública, sea por falta de recursos o por decisión del propio menor. La conclusión evidente es que el actual sistema de acogida a menores no es sostenible.

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