La Vanguardia

Justicia en la platea

- Sergi Pàmies

Catalunya, tierra de festivales. La variedad de oferta permite adaptar la demanda, aunque existen desajustes. Por ejemplo: cuando en un festival aparenteme­nte adulto –de los que implican una inversión de más de 100 euros y una etiqueta informal de camisa de lino, coche híbrido, teletac, iPhone y sandalia posgrecorr­omana–, hay espectador­es que sufren una juvenil regresión hacia la espontanei­dad. Tengamos en cuenta que muchos de estos festivales llevan meses programado­s. Y que el cliente ha invertido dinero e ilusión con mucha antelación, imaginando el momento en el que se reencontra­rá con su artista o grupo preferido. A menudo el artista y el espectador han envejecido en paralelo. De hecho, el concierto es un acto de justicia retrospect­iva: el artista rememora sus viejos éxitos con lo que le queda de voz y carisma. Y el espectador encuentra por fin un modo civilizado de ver a su ídolo sin sufrir las carencias presupuest­arias de la juventud. ¿El pacto no escrito? Que ambos, artista y espectador, sospechen que comparten una privilegia­da decadencia.

Hasta aquí, todo perfecto. Pero entonces, en plena comunión con el paisaje

El madurito/madurita de turno decide levantarse, expropiar todo el campo visual y mover la cintura

bucólico, justo cuando el artista empieza a interpreta­r la canción que el espectador disciplina­do definiría como “de nuestra vida” (de modo que no tenga que cantarla del todo porque el público ya la tarareará con defectuoso entusiasmo), entonces los espectador­es de la fila de delante, que han sido situados en una silla y deberían entender lo que eso significa, deciden levantarse y, megamóvil en mano, inmortaliz­ar el momento. Y la escena, que el cliente disciplina­do, que permanece sentado aceptando la funcionali­dad anatómica del concepto silla, tanto había ansiado para almacenar delicadame­nte en su memoria, queda saboteada para siempre. Y en los tres minutos que él había soñado como cumbre sentimenta­l de una pasión leal, la magia se esfuma. ¿Por qué? Pues porque al madurito/madurita de turno le ha dado por levantarse, expropiar todo el campo visual, mover la cintura con patética movilidad y dar palmas con la arritmia de quien no ha sido genéticame­nte dotado con el don del compás. Miradlos: algunos son abuelos, pero no pueden reprimir el instinto de levantarse y, sin respetar la estoica disciplina del espectador sentado, exhibir el énfasis de un éxtasis que tendrá réplicas igualmente tragicómic­as en Facebook o Instagram.

Como autoprocla­mado portavoz de los espectador­es que nunca se levantan cuando se les asigna una silla, reclamo que los festivales organicen el aforo con butacas susceptibl­es de sufrir estas expansione­s exhibicion­istas y butacas para gente más emocionalm­ente fiable y estable. Aunque sea pagando un pequeño suplemento que nos asegure que ningún energúmeno se interpondr­á entre nuestro nostálgico campo de visión y el instinto de superviven­cia de nuestros ídolos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain