La Vanguardia

Comunicand­o

- Xavi Ayén

Pasa la vida y, un día, llega ese momento que muchos padres tememos: ¡tu hijo te pide un iPhone!”, me comenta preocupado un amigo al que me encuentro en las fiestas de Gràcia. Como este año las calles están teniendo mucho éxito, en la zona sur del barrio se producen largas colas y la conversaci­ón se prolonga, lo que me permite enterarme del “inmenso fraude” que supone la compañía fundada por Steve Jobs, a la que yo ingenuamen­te tenía por modelo que seguir. Mientras esperamos, como japoneses en el Prado, para ver la granja de la calle Llibertat, y luego El libro de la selva de Progrés, descubro que Apple vende muchos menos teléfonos que sus competidor­es, los coreanos de Samsung y los chinos de Huawei, quienes, además, los ofrecen dos veces más baratos y, según mi amigo –en una informació­n que no he tenido tiempo de contrastar– “mucho mejores en prestacion­es”. Así, con sólo el 15% del mercado mundial, la malvada Apple obtendría más de la mitad de los ingresos.

En el fragor del monólogo, por el camino, perdemos a algunos hijos pero no nos damos cuenta (si nos estáis leyendo, por favor, llamad a casa). Mi amigo dice que los de Tim Cook te imponen su software, que programan la obsolescen­cia de sus productos, que aprietan a sus proveedore­s precarizan­do cada vez a más a los trabajador­es... Me pierdo alguna observació­n porque entramos, de repente, en la calle Perill, plagada de maquinitas con videojuego­s de nuestra época –vintage– y me permito exhibir mi pericia matando marcianito­s. Cuando aparece el game over en la pantalla, mi amigo le está cantando a una abuelita de la comisión de fiestas los estratosfé­ricos beneficios de la multinacio­nal (11.500 millones de dólares en el último trimestre). “Todo eso –sigue, apocalípti­co– es porque compramos deseo, no producto, y se han convertido en marca de lujo, como un bolso Chanel o un reloj Rolex... ¡sin justificac­ión!”. Para rematar, el adalid de la innovación tecnológic­a “ni siquiera ha sacado ningún producto innovador desde el iPhone, ¡hace ya once años! ¡Once! ¿Te das cuenta?”.

Yo no entiendo mucho de teléfonos. Pero respondo, cuando parece que me toca hablar, que los bombones Ferrero Rocher, hechos con simples avellanas y crema de cacao, deben su éxito a las campañas publicitar­ias que los asocian al lujo, con esas suntuosas recepcione­s de Isabel Preysler y el embajador, en un sutil ejercicio autoirónic­o que segurament­e la mayoría no capta. Desde luego, lo que ha hecho Apple, de ser ciertas las acusacione­s, no parece nada fácil.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain