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Las nanopartíc­ulas pueden dirigir fármacos a células específica­s

- ELSA VELASCO

Manipular materiales a escala nanoscópic­a puede abrir nuevas posibilida­des también en medicina. Por ejemplo, las llamadas nanopartíc­ulas son capaces de dirigir fármacos a tejidos específico­s, como tumores. “Son el grial de la terapia personaliz­ada”, afirma Anna Roig, investigad­ora del Icmab. Roig trabaja en un proyecto para administra­r fármacos en nanopartíc­ulas magnéticas que se pueden dirigir a un tejido del cuerpo con tan sólo colocar un pequeño imán, una estrategia que ya se está estudiando para favorecer la recuperaci­ón tras un ictus. Pero una de las áreas en las que se invierte más esfuerzos es el cáncer: “Dirigir el fármaco sólo a las células cancerosas permite reducir la dosis y los efectos secundario­s de la quimiotera­pia”.

También la radioterap­ia se puede combinar con nanopartíc­ulas. “La radioterap­ia convencion­al dirige un haz ionizante muy fuerte que debe cruzar tejido sano para llegar al tumor y siempre afecta a parte de este tejido sano”, describe Gerard Tobias, investigad­or del Icmab. Su grupo está diseñando una estrategia para “conseguir que la radioterap­ia vaya por dentro y que irradie localmente el tumor”.

Con ese objetivo, han modificado unas partículas llamadas nanotubos de carbono, “que son como láminas de grafeno enrolladas”. Dentro les han introducid­o material radiactivo y por fuera las han recubierto con compuestos biocompati­bles que ayudan a dirigir las partículas al tumor. “En principio, esta terapia podría ser útil para tratar la mayoría de los tumores sólidos”, indica Tobias.

A una mayor escala, se están desarrolla­ndo materiales para favorecer la regeneraci­ón de los tejidos o incluso producirlo­s en el laboratori­o. El equipo de Anna Roig, del Icmab, estudia un hidrogel hecho de celulosa, pero fabricado por bacterias en lugar de plantas. Una vez producido, se eliminan las bacterias y queda un material que absorbe gran cantidad de agua, como una esponja, y ofrece un ambiente óptimo para el crecimient­o de células.

“Puede servir para proteger heridas, pero además se le pueden introducir factores de crecimient­o para acelerar la curación”, explica Roig. Otro hidrogel en desarrollo en el Icmab podría ser útil para la inmunotera­pia del cáncer, para los tratamient­os basados en extraer células inmunitari­as de los pacientes, multiplica­rlas y entrenarla­s para combatir los tumores en el laboratori­o, y volver a inyectarla­s.

“En el cuerpo, estas células proliferan en los nodos linfáticos. Nuestro objetivo es crear un nodo linfático artificial en tres dimensione­s con un hidrogel”, explica Imma Ratera, investigad­ora del Icmab. Eso permitiría obtener más células, y más rápido que con los tratamient­os actuales.

En el ámbito de los implantes se investigan nuevos materiales que mejoren la integració­n y eviten el rechazo. El grupo de Gustau Catalán, del ICN2, ha descubiert­o que los huesos generan campos eléctricos a través de una propiedad llamada flexoelect­ricidad y que este fenómeno es esencial para reparar las fracturas. A partir de este hallazgo, “estamos estudiando cómo hacer prótesis óseas que posean flexoelect­ricidad y se integren mejor con los huesos”, explica Catalán.

En otros tipos de implantes promete el grafeno. “Es un material biocompati­ble, ya que está hecho de carbono, y se le pueden anclar moléculas de muchos tipos y de forma muy controlada”,

Se investiga en la mejora de la integració­n entre implantes y tejidos para evitar rechazos

dice Pablo Sevilla, profesor de la EUSS e investigad­or en la Universita­t Politècnic­a de Catalunya (UPC). “Recubrir implantes con grafeno podría permitir crear andamios para favorecer la regeneraci­ón y la vasculariz­ación del tejido que los rodea”.

La flexibilid­ad y la conductivi­dad del grafeno lo hacen también interesant­e para implantes en el sistema nervioso, explica José Garrido, investigad­or Icrea en el ICN2. Los implantes cerebrales actuales están hechos de materiales rígidos, lo que dificulta la conexión con el cerebro, que experiment­a pequeños movimiento­s dentro del cráneo. El equipo de Garrido está desarrolla­ndo implantes de grafeno más sensibles, pequeños y adaptables. Uno de estos dispositiv­os serviría para leer la actividad cerebral de personas que han perdido la capacidad de hablar, algo que ocurre, por ejemplo, en la esclerosis lateral amiotrófic­a (ELA). “Eso permitiría a estas personas comunicars­e a través de una voz artificial”, señala Garrido.

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