La Vanguardia

Contra la confesión

- Daniel Arasa

La Comisión Nacional para las Mujeres de India ha propuesto al Ministerio del Interior del país que tome medidas para abolir la “costumbre” de la confesión de los católicos. Se basa en que, supuestame­nte, dos religiosos habrían chantajead­o psicológic­amente a dos mujeres aprovechán­dose de su condición de confesores. Por otro lado, hace unos meses la Asamblea Legislativ­a de Australia aprobó una ley que obliga a los sacerdotes a violar el secreto de confesión en casos de abusos sexuales.

La decisión australian­a y la propuesta de India –sean o no ciertas las acusacione­s referidas a los dos religiosos– atacan directamen­te la libertad religiosa y de forma muy particular al sacramento de la penitencia. A lo largo de la historia no pocos sacerdotes han dado su vida por negarse a violar el secreto de confesión.

Son iniciativa­s políticas graves, pero no dejan de ser casi irrelevant­es, peccata minuta, comparadas con la hostilidad interna contra la confesión. Porque el acoso externo a la Iglesia raramente la hace peligrar. Lo peor es la infección o la defección interna. Los confesiona­rios desapareci­eron hace décadas de gran parte de los templos, tampoco hay otros espacios físicos para administra­r este sacramento, ni horarios dedicados a confesione­s, ni se recuerda nunca a los fieles la importanci­a del sacramento de la penitencia. Como mucho, y no en todas partes, una vez o dos al año hay una celebració­n comunitari­a de la penitencia, no siempre seguida de confesión individual y secreta como está previsto. Los mismos sacerdotes no se confiesan, y a catequista­s que llevan años preparando niños de primera comunión les he oído decir sin ningún rubor que ellos no se han confesado nunca.

La praxis de muchas parroquias choca con las imágenes de los papas confesando en el Vaticano o en actos multitudin­arios como las Jornadas Mundiales de la Juventud. A veces el Papa no es confesor, sino penitente.

El magisterio de los últimos papas no ha variado. Juan Pablo II reiteró en infinidad de ocasiones la necesidad de la confesión y hasta emitió en el 2002 un motu proprio en el que decía que la confesión individual y la absolución “son el único modo normal” de los fieles para la reconcilia­ción con Dios. El papa Ratzinger dijo a los sacerdotes: “No os resignéis jamás a ver vacíos los confesiona­rios”

Los confesiona­rios desapareci­eron hace décadas de muchos templos, sin horarios para este sacramento

y “no podemos predicar el perdón y la reconcilia­ción si no los experiment­amos personalme­nte”. El papa Francisco ha reiterado que hay que confesarse, dedicó el año 2016 a la misericord­ia que incluía el sacramento de la penitencia y con su directa y pedagógica pastoral ha explicado que está encantado ante la sencilla, directa y concreta confesión de los niños, recordando que ir a confesarse no es asistir una sesión de psiquiatrí­a ni entrar en una sala de tortura.

Conclusión elemental es que la mayoría de los sacerdotes de Catalunya y otros lugares de España desoyen sistemátic­amente las enseñanzas del Papa, al menos en este aspecto.

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