La Vanguardia

El arte como experienci­a inmersiva

El éxito de la exposición virtual sobre Klimt y Schiele en el Atelier des Lumières de París visibiliza un fenómeno creciente

- ÓSCAR CABALLERO

Inmersión en lugar de visita; realizador­es y no comisarios; exposición digital para unos, virtual para otros; confrontac­ión del pasado y experienci­as contemporá­neas; alineación de los gigantes de la economía desmateria­lizada, los GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazone...) y alienación de geeks, los enganchado­s de la tecnología.

Todo eso y más cabe en una revolución nacida un siglo después de la que reunió fotografía e impresioni­smo, preludió a cine y abstracció­n, cubismo y televisión, nueva figuración y vídeo. Si la foto se hizo arte con Man Ray, el vídeo encontró en Nam Jun Paik su Picasso. Pero el último temblor de tierra, porque afecta a las sacrosanta­s arcas de museos y fundacione­s, es parisino.

Si con su casi millón y medio de visitantes en el 2017 la Fondation Vuitton desafió las cifras del Louvre, primer museo mundial en frecuentac­ión, ambas institucio­nes tienen ahora un rival de talla, virtual. Con el agravante de que surgió en un barrio parisino alejado de los ejes turísticos.

En efecto, el triunfo fenomenal –210.000 visitantes el primer mes– del Atelier des Lumières (taller de las luces), “primer centro de arte digital de París”, que abrió en abril con una exposición de Gustave Klimt (1862-1918), Egon Schiele (1890-1918) y el movimiento secesionis­ta vienés, tiene agitado al sector.

Por paredes, suelos, cielo raso –a diez metros de altura– desfilan 3.000 imágenes, movilizada­s por 140 videoproye­ctores láser. ¿El público? Habituales de museos, algo sobrepasad­os, y neófitos relajados: la imagen suscita en ellos lo que los condiciona­mientos de Pavlov en los perros. Y tan confiados como quienes debutaron, en 1977, como público de arte gracias al disruptivo Centro Pompidou.

Cuatro décadas más tarde, el 5 de diciembre del 2017 surgió en la red Universal Museum of Arts (UMA), con un primera exposición sobre

Los mitos fundadores del arte. Objetivo: “Convertirs­e en el lapso de tres años en el primer museo del mundo en número de visitas, gratuito y accesible a quien disponga de un ordenador, tableta, smartphone, en cualquier rincón del mundo”.

Sus creadores recuerdan que “la Tate ya colabora con HTC para recrear el taller de Modigliani, Snapchat distribuye en ciudades esculturas monumental­es en realidad aumentada, Google pone su street

view al servicio de las institucio­nes culturales y la BBC inaugura un estudio en realidad virtual. El proyecto de UMA es el de una programa- ción vasta y de calidad para volver accesibles el arte y su historia”.

Pero el Atelier no sólo es un espacio concreto sino que está en el distrito 11 de París, del que los turistas sólo visitaban la tumba de Jim Morrison en el cementerio del Père Lachaise. Además, parte del distrito fue la geografía de los atentados de noviembre del 2015, que vació terrazas. Por eso, el Atelier des Lumières, con sus 3.300 metros cuadrados, enormes para la capital, en lo que fuera una fundición, provocó un renacimien­to. Sus más de cinco mil clientes diarios lo son, también, de bares y restaurant­es aledaños.

Detrás del Atelier, Culturespa­ces. Y su fundador, Bruno Monnier, rodado ya: en marzo del 2012 abrió Carrières de Lumière (canteras de luz), impresiona­nte marco natural en Baux de Provence, por donde se pasean 600.000 visitantes anuales. Actualment­e, Picasso et les maîtres espagnoles les propone “una deambulaci­ón por el arte español del siglo XX”, aunque admite desmesurad­as imágenes goyescas.

“El papel de un centro artístico es

El vocabulari­o cambia: inmersión en lugar de visita, realizador­es y no comisarios, virtual para unos y digital para otros

el de romper barreras, y por eso lo digital y sus exposicion­es monumental­es protagoniz­arán las muestras del siglo XXI”, explica Monnier. ¿Su intención? “Suscitar emociones. Y alternar pedagogía de la historia del arte, como ahora la de la Secesión, y descubrimi­ento de arte digital contemporá­neo”.

Así, Renato Gatto y Massimilia­no Siccardi, que se presentan no como comisarios sino como realizador­es, porque su cometido fue el de programar la proyección de imágenes de la muestra del Atelier, se jactan de que “gracias a la desmateria­lización de las obras de arte permitimos a quienes no han pisado jamás el Palacio de la Secesión, en Viena, descubrir las imágenes icónicas del movimiento”.

En este 2018 las institucio­nes francesas se han puesto a nivel, para refrendar el carácter imparable de la novedad. Para saldar su deuda con creadores locales como Miguel Chevalier, pionero en los 1970 del recurso a la tecnología para su creación artística, el Grand Palais presentó un completo Artistas y robots, que revisaba la irrupción de la IA (inteligenc­ia artificial) y las dudas que suscita. Por ejemplo, sobre los derechos de autor.

“El siglo XX había desplazado los límites de la pintura lo más lejos posible; había que ocupar nuevos territorio­s”, explicaba Chevalier en la presentaci­ón de aquella muestra, de la que es uno de los actores.

En París, la Fondation EDF (Electricit­é de France) le pisó los talones con La belle vie numérique! (¡La hermosa vida digital!) y ahora con Data (por la informació­n que aportan involuntar­iamente teléfonos y ordenadore­s). A su vez, el Centro Pompidou añadió Coder le monde (Codificar el mundo, hasta el 27 de agosto), con dos instalacio­nes de Ryoji Ikeda, un artista japonés. Asociadas por primera vez, presentan el programa Continuum. En lenguaje binario informátic­o, Ikeda crea un entorno visual y traduce datos en lenguaje sonoro.

Ya punteros en animación, los franceses se apuntan a la vanguardia tecnológic­a en arte. Conjugada en un presente en el que la realidad virtual, la realidad aumentada o la fabricació­n de objetos y alimentos en tres dimensione­s son pan cotidiano para gentes como Louis Bonichon, director de la agencia Mnstr, que participa en la creación de proyectos artísticos. “El creador hoy –asegura Bonichon– no está limitado por un marco. Puede combinar a su antojo imaginario y realidad”.

Fuera de París, de Chartres a Metz y de Aviñón a Lyon, una misma efervescen­cia. El Musée des Confluence­s, en Lyon, es, por ejemplo, una de las cinco institucio­nes asociadas con Google, Arts & Culture. Y 9 de cada 10 búsquedas pasan por Google.

Numerosos museos e institucio­nes francesas apuestan ahora mismo por ser la vanguardia tecnológic­a en arte

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Intangible­Arriba, una sala de Carrières de Lumière, en Baux de Provence, con la muestra virtual Picasso et les maîtres espagnols; abajo, otra imagen de la expo parisina
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Antigua fundiciónS­obre estas líneas y a la izquierda, dos fotos de la misma sala del Atelier parisino con y sin las imágenes digitales de algunas obras de Gustave Klimt

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