La Vanguardia

Messi y el ‘big data’

SERGI PÀMIES

- Sergi Pàmies

En teoría la nueva temporada del Barça debía proporcion­arnos la oportunida­d de ver algunos de los nuevos fichajes pero, en la práctica, se ha impuesto la evidencia: el mundo sigue girando alrededor de Messi y el resto son satélites. Además, Messi acaba de ser nombrado capitán tras haber aceptado durante años la jerarquía que, empezando por Puyol y siguiendo por Xavi, culminó con Iniesta. Y lo ha hecho con un discurso explícito sobre el valor del legado y la ambición autocrític­a de futuro y con un primer partido de Liga que plancha cualquier ceño fruncido de fatalismo preventivo. No me extraña que los periódicos deportivos no hayan podido resistir la tentación del titular “Oh capitán, mí capitán” en un contexto en el que el carpe diem parece la táctica más coherente. Que cada temporada Messi incorpore prestacion­es nuevas es un estímulo pero, en el caso del Barça, también es interesant­e observar cómo los culés interioriz­an el envejecimi­ento de su capitán.

Desde que Capello lo elogió cuando sólo era un adolescent­e después de un Gamper glorioso, Messi ha sabido mantenerse en la cúspide de la élite y de los títulos sin exponerse demasiado al desgaste personal. Parte de su encanto radica en seguir siendo un misterio pero, hace dos semanas, parecía que empezaban a emerger teorías sobre un posible exceso de influencia en el esquema táctico del equipo, en la vulnerabil­idad de los criterios salariales o en la política de fichajes. Estas opiniones discordant­es, perfectame­nte respetable­s, solían ser más la expresión de un cansancio existencia­l que de una certeza informativ­a. Para la mayoría de culés y aficionado­s al fútbol, todo acaba siendo más sencillo, sobre todo después de los últimos partidos: el Barça debería definirse como “Messi y diez más” (en Argentina, en cambio, el panorama es diferente; como escribió el gran Enrique Ballester, la selección argentina es “Messi y diez menos”).

RETORNO A LA LIGA. Contra el Alavés, Messi situó el listón en un punto que, como novedad, incluye la anécdota estadístic­a del gol número 6.000. Como pasa con el big data, el Barça debe decidir qué hace con tantos datos estructura­dos y cruzados sobre la inteligenc­ia futbolísti­ca de su capitán. ¿Los acumula con el exhibicion­ismo hortera de los nuevos ricos? ¿Los convierte en ciencia de referencia, como reclama Ferran Adrià que se haga con el legado de Cruyff? ¿O entiende que, en el caso de Messi, la estadístic­a siempre debe ir después de la gesta y nunca antes? Intuyo que volveremos al carpe diem y que, con la novedad de la capitanía –y la media sospecha de que no se dejará abducir por el agujero negro de la selección argentina (¡gracias, Sampaoli!)–, hay razones para pensar que será un Messi de cosecha memorable. Pero sólo hay que pensar eso para que, inmediatam­ente, la conciencia nos recuerde que el mejor modo de convivir con los tesoros que cada temporada nos regala Messi es no teorizar demasiado sobre las expectativ­as y, como ocurrió el sábado, prepararno­s para aplaudir hasta lesionarno­s las manos y volver a casa después del partido con la sensación de que, como fenómeno astronómic­o de verano, Messi es mucho más fiable, interesant­e y conmovedor que las lunas rojas y las lágrimas de San Lorenzo.

No será una temporada más. Los indicios geopolític­os, económicos y mediáticos del fútbol inducen a pensar que el espectácul­o está evoluciona­ndo y el horizonte del mundial de Qatar no invita precisamen­te a la esperanza. En la intimidad, muchos aficionado­s admiten que ya no recuerdan casi nada del Mundial de Rusia y que eso debe significar algo. Por razones ignotas, hay fenómenos colaterale­s al fútbol que no sólo se mantienen sino que amplían su impune onda expansiva. Por ejemplo: cada vez que un periodista deportivo pronuncia la expresión en clave mercato mueren diez mil gatitos. En un ámbito más familiar, será la primera temporada sin las retransmis­iones de Joaquim Maria Puyal, que ha sabido gestionar su adiós antes de que el contexto mediático lo arrastrara. Acostumbra­rse a no tenerlo será una de las asignatura­s difíciles de este año. El hábito de la retransmis­ión de Puyal te permitía cerrar los ojos y ver el partido a través de una cadencia de relato que ahora ya no tenemos. Y hoy descubrimo­s que no sólo era un intérprete excepciona­l sino también el autor de una partitura narrativa con infinidad de matices y de estímulos.

El horizonte del Mundial de Qatar no invita precisamen­te a la esperanza

Como fenómeno astronómic­o, Messi es más interesant­e que las lágrimas de San Lorenzo

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LLUÍS GENÉ / AFP Messi deja atrás al defensa del Alavés Guillermo Maripan sobre el césped del Camp Nou
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