Elsa Jiménez
DIRECTORA DEL CRAM
Elsa Jiménez dirige la Fundación para la Conservación y Recuperación de Animales Marinos (CRAM), una de las entidades que luchan contra el grave problema que suponen los vertidos de plásticos para la fauna del mar.
“Más de las mitad de las tortugas que entran en nuestro centro excretan plásticos al cabo de unos días de ingresar”, nos explica Elsa Jiménez, directora de la Fundación para la Recuperación y Conservación de Animales Marinos (CRAM), en este recinto junto a la playa de El Prat. Las tortugas ingresan aquí por causas muy diversas (pesca accidental...), pero lo que más llama la atención a sus cuidadores es la cantidad y variedad de los plásticos que expulsan. “¡Mira, los hay de todo tipo!”, exclama Jiménez señalando una de sus bandejas con su muestrario: trozos de bolsa de plásticos, films o plástico rígidos, muchos de ellos de más de 5 milímetros. En diversos mares, se ha visto que los plásticos causan el bloqueo intestinal de las tortugas, aunque esto no se ha dado en los 20 años de funcionamiento de CRAM (donde ingresan unas 50 tortugas al año). “Los más frecuente son los enmallamientos. Las tortugas que quedan enganchadas con redes, cuerdas y cabos sueltos”, añade Jiménez. Y no faltan redes de nailon. Las tortugas quedan estranguladas en sus extremidades y sufren falta de riego sanguíneo y necropsias, por lo que en ocasiones no hay más remedio que amputar. Los artículos plásticos de usar y tirar tienen también efectos muy dañinos. Han debido ser atendidas tortugas cuya boca quedó bloqueada por bastoncillos de las orejas o palitos de caramelo. Otros objetos también les impiden alimentarse. En general, “las interferencias con plásticos reducen la capacidad de natación de las tortugas, aumentan la probabilidad de que se ahoguen y las hacen que sean más vulnerable a los depredadores”, explica. Sí se han dado casos en que la tortuga ha sufrido la obstrucción de intestino por la ingestión de toallitas húmedas, lo que le ha obligado a emplearse a fondo para extraerla. “Se debería regular estos productos. No puede ser que se invite a seguir arrojándolos al lavabo”, se lamenta Jiménez.