Sánchez ante el atolladero catalán
EL principal logro de Pedro Sánchez ha sido hasta ahora la composición de un Gobierno que reunió más elogios que críticas. El ramillete de profesionales a los que el líder del PSOE convenció para embarcarse en una incierta travesía que será necesariamente corta quiere presentar una hoja de servicios aceptable cuando finalice el mandato y que no desmerezca su reputación. Así que las ministras y ministros esperan que, al menos, la legislatura dure un año y medio. Y es lo que tiene en mente Sánchez, incluso aunque no consiga aprobar un presupuesto propio. En ese tiempo, el presidente deberá ofrecer al votante unas cuantas obras tangibles pese al escaso apoyo parlamentario, desplegar un atractivo catálogo de posibles políticas que realizar si se contara con más respaldo y ejercer un talante distinto al del PP. Todo acompañado de acierto a la hora de afrontar las crisis que, a buen seguro, surgirán por el camino.
En el horizonte inmediato, el atolladero catalán. La intención de Sánchez es ofrecer diálogo en todo lo relacionado con la gestión. De hecho, la relación es fluida en el ámbito económico con el vicepresident Pere Aragonès, de ERC. Sobre el conflicto de fondo, cautela. Un ejemplo es la respuesta que ayer dio la número dos del Ejecutivo, Carmen Calvo, al president Quim Torra, quien afirmó que había que “atacar al Estado español injusto”. Calvo se limitó a replicar que era una “frase inaceptable”, pero que se trataba sólo de declaraciones, y dedicó más tiempo a reprochar al PP y Cs su partidismo en este asunto. Pese a ello, en el Ejecutivo de Sánchez creen que poco se podrá avanzar en el diálogo con la Generalitat si se insiste en que se va a “implantar la república”. El discurso del PP y Cs que dibuja un Gobierno en manos de quienes desean romper España no ha cuajado por ahora, según las encuestas, pero puede hacerlo conforme el independentismo ponga en práctica su estrategia de movilización y se instale la posibilidad de otro intento de separación unilateral.