Lieder para el recuerdo
El crítico musical Jorge de Persia elogia el virtuosismo de la soprano Katharina Konradi: “Dispone de una voz potente y muy dulce a la vez, suave, que gestiona con riqueza de color en la narrativa, y un timbre muy bello, y estupenda gestión del aire”.
Inauguración de la Schubertíada de Vilabertran Intérpretes: Katharina Konradi, soprano Wolfram Rieger, piano
Lugar y fecha: Santa Maria de Vilabertran (17/VIII/2018)
Como siempre, un aspecto fundamental para un recital de lied es la correcta elección del repertorio, y si se trata de un intérprete que va haciendo sus primeras armas como en este caso de la excepcional Katharina Konradi, más aún, ya que la selección debe responder a sus posibilidades más definidas. Y, como ya anticipó en estas páginas Maricel Chavarría, una de las características sobresalientes de esta joven cantante es la naturalidad.
Y este es el perfil (lo natural, exento del conflicto) de las canciones interpretadas, de Mendelssohn, Schubert, Debussy, Rachmáninov y Richard Strausss. Una panoplia de idiomas además, en la que Konradi parece encontrarse cómoda, en particular en el alemán y el ruso. Algo que nos lleva a reflexionar sobre la capacidad de dicción y la articulación de la narración, algo particularmente feliz en el canto I de Suleika de Schubert, gran ocasión para que el maestro Rieger muestre su sensibilidad en el trabajo de matices.
Y subrayo primero este aspecto de la excelente labor de Konradi-Rieger ya que una de las características del repertorio es la contemplación de la naturaleza, la noche, los sueños, la primavera en el joven Debussy, la belleza y paz, sólo alterada en algún momento por el aire danzario en torno a Belcebú, y en la selección de Schubert por cierta agitación necesaria en Suleika II en la prisa por llegar al amado, que Konradi dijo con la natural inquietud y dulzura que caracterizan su capacidad expresiva, muy bien acentuado –sin exceso– el giro melancólico schubertiano.
La mélodie debussysta asumió su carácter en este contexto puntualizando la mirada al futuro de la gracia de los Pulcinella, y mostró la precisión en la afinación –con naturalidad– de la cantante en Paysage sentimental o Mandoline. Las canciones de Rachmáninov parecían a su medida, sin alteraciones en la línea dramática, disfrutando de la contemplación y a la vez mostrando características propias del canto ruso en el registro bajo, con especial lirismo, gracia y belleza en Oni otvetxali, que repitió como propina.
Konradi dispone de una voz potente y muy dulce a la vez, suave, que gestiona con riqueza de color en la narrativa, y un timbre muy bello y estupenda gestión del aire. Las canciones de Strauss resultaron de gran elegancia, cantadas con carácter y sensibilidad expresiva, en ese ámbito en el que se comparte la interioridad con el oyente, sin sobresaltos, salvo en la constatación de la belleza.
Konradi dispone de una voz potente y muy dulce a la vez, suave, que gestiona con riqueza de color