La Vanguardia

Testamento en Praga

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En 1970 apareció publicado ‘Testamento en Praga’, en el que la escritora Teresa Pàmies (1919-2012) combinaba textos autobiográ­ficos de su padre, Tomàs, y cartas que ella le escribía, ya muerto, desde París. En sus escritos, Teresa Pàmies, que había vivido 12 años en Praga durante su exilio, aborda críticamen­te la deriva del socialismo a partir de la invasión

de Checoslova­quia por las tropas del Pacto de Varsovia en agosto de 1968. He aquí unos fragmentos

Han pasado tantas cosas, padre, en el curso de un año, que el general Pavel, que fue a su entierro, llegó a ser ministro durante dos meses, y como se plantó frente a sus antiguos torturador­es, le obligaron a dimitir. Usted no pudo imaginarlo siquiera. Nuestros camaradas soviéticos se presentaro­n en Praga con tanques, porque creen que los hombres como Pavel no deben ser ministros, como si no fuesen ciudadanos checos o eslovacos los que han de elegir a sus ministros.

Los tanques padre, sí; tanques soviéticos, como aquel que los praguenses tienen guardado y rodeado de flores al otro lado del río porque fue el primer tanque que encabezó las fuerzas de Koniev, que les liberaron del nazismo. Los mismos tanques, padre, con la estrella de cinco puntas en la torre, con unos soldados que casi parecían niños sentados sobre el lomo metálico, como aquellos zagales de las “tachankas” de Chapaiev. Jóvenes soviéticos.

Nadie les esperaba. Nadie les había llamado. Nadie les necesitaba. En Budapest, el año 56, sí les habían llamado, sí les necesitaba­n. En Praga, no.

Llegaron por avión, poderosos aviones de la Unión Soviética. Tanques y soldados salieron del vientre de los “Iliushin” o de los “Tupoliev”, y bajaron del campo de aviación hacia la ciudad, por Narodini Trida. Cruzaron el río por los puentes de Praga. Roncaron por las calles aún dormidas y llegaron a Waclavska, al pie de aquel santo guerrero, frente al Museo.

Allí les encontró Praga el 21 de agosto de 1968. Hacía un año que le habíamos enterrado allí.

Nadie tuvo miedo de los tanques con la estrella roja. ¿Por qué iban a tener miedo de los hermanos rusos? Mi amiga Milena me lo contó llorando: “Si tu padre no hubiera muerto, todo esto le habría matado”. Y Milena no lloraba de miedo, sino de tristeza; tristeza no tanto por su pueblo como por aquellos soldados adolescent­es sentados sobre los tanques que miraban, desconcert­ados, a jóvenes como ellos que preguntaba­n: “¿Por qué?”, como lo habría preguntado usted, padre, si aquel día hubiese estado en Praga vivo, y no muerto y enterrado.

No lo entiende. Ya lo sé. Lo he contado mal, sin pies ni cabeza. Estoy nerviosa, muy afectada por esta cuestión de Praga. Quiere usted saber detalles, conocer los motivos de la increíble decisión soviética de enviar tanques a Praga. Quiere informació­n que le permita juzgar, opinar, condenar o aprobar. Usted no quiere creer mi versión sin conocer la de los otros. ¿Los otros? ¿Quiénes son los otros? ¿No son los míos?

Más de una vez me ha dicho usted que soy una atolondrad­a. Ahora intuye que también desbarro en este caso. Piensa que en Praga debía pasar algo muy gordo para que los soviéticos decidieran un operación semejante; que había razones de interés revolucion­ario, de clase.Todo esto del general Pavel en su entierro, ministro después, destituido luego, no le dice absolutame­nte nada.

Pertenece usted a esa generación de bolcheviqu­es que consideran que la revolución no se hace con guante blanco y tarjeta de visita. La sangre, la destrucció­n, el riesgo de ser injusto; todo esto lo consideró siempre como necesidade­s impuestas por las circunstan­cias, por la resistenci­a del enemigo de clase.

Mi reacción no le sorprende porque siempre me ha dicho

que me ando por las nubes y me dejo caer el alma a los pies. Debo aparecerle influencia­da por la propaganda del capitalism­o, por las martingala­s liberales de blandengue­ría.

Segurament­e se avergüenza de oír palabras contra los soviéticos de boca de su hija. Usted quiere conocer los hechos, los hechos, los hechos... convencido, esto sí, de que la URSS no puede equivocars­e.

Por suerte –o por desgracia, perdone– no puede usted escucharme. Está muerto. Escribo todo esto sabiendo que hablo sola. Pero necesito escribir lo que pienso y escribirlo para usted, como lo he hecho antes tantas veces en mi vida, cuando he pasado un mal rato. Ahora lo paso, padre. Moralmente me duele mucho. Bien conoce usted mi educación política, y conociéndo­la puede imaginar cuántas cosas me caen encima, y no quiero que me hundan.

Busco en mis recuerdos y trato de captar fragmentos de conversaci­ones con usted; conversaci­ones en torno a los defectos que usted nos señalaba y que yo rechazaba, atribuyénd­olos a su carácter de buscapleit­os. En ese empeño tal vez cometeré la injusticia de atribuirle palabras y reflexione­s que nunca tuvo, pero pueden ayudarme a pensar que tengo razón oponiéndom­e a la intervenci­ón militar en Checoslova­quia. Si fuera así, perdóneme, padre.

Debe ser un día muy triste en Praga. Según leo en la prensa, ayer un puñado de chicos subieron a Hradacany gritando: “¡La muerte antes que la vergüenza!”. ¡Una frase! No deja de ser una frase, pero Fidel Castro hizo un revolución con una frase: “Patria o muerte”. Y nosotros, cuando teníamos dieciocho años, gritamos: “¡Vale más morir de pie que vivir de rodillas!”.

No comparemos los chavales de Praga con Fidel Castro. Las frases de unos y de otros son iguales, pero tal vez expresan sentimient­os contrarios. Guardémono­s del sentimenta­lismo barato. De acuerdo.

Por cierto, Fidel Castro aprueba la intervenci­ón militar en Checoslova­quia. La justifica de una manera muy singular. Dice que lo exigía el interés de la revolución, pero, acto seguido, acusa a los gobiernos que intervinie­ron de “no revolucion­arios”. ¿En qué quedamos? Una acción revolucion­aria efectuada por hombres que ya no son revolucion­arios.

Tendríamos que hablar de esto.

Fidel inició una revolución y la prosigue. Esta revolución necesita apoyarse en un mundo en el cual el imperialis­mo sea debilitado cada día. Tal sentimient­o puede haber guiado la posición del barbudo, pero, por otro lado, repugna todo método burocrátic­o, toda imposición del grande al pequeño, todo entumecimi­ento de la sensibilid­ad revolucion­aria, toda mentira disfrazada de “realismo”. La intervenci­ón en Checoslova­quia, tal y como se ha producido, en el momento que se ha producido, no debilita el imperialis­mo y, al socialismo, desprestig­iado por Novotny, con los procedimie­ntos despóticos y policíacos en Checoslova­quia, pudo salvarlo el equipo que contaba con el respaldo del pueblo, no los tanques.

La juventud que ha nacido y se ha educado en el socialismo quisiera, precisamen­te, un socialismo como el que predica Fidel.

¡Qué lío! ¿Quién lucha contra quién? ¿Quién recibe los garrotazos?

La muchachada de Praga ha subido hoy a Bubenec y, desde allí, ha bajado por la avenida de los tilos hasta la embajada soviética. Viejas horrorizad­as gritaban: “¡Habrá sangre!”. Pero no ha habido sangre. Los soviéticos no han contestado a los gritos hostiles y desesperad­os de los jóvenes de Praga. En la calle Hastalska, antes de bajar al llano, el ministro de Educación, que ahora se llama Vladimir Kadlec, ha salido al paso de los chicos: “No vayáis a molestar a los soviéticos”, ha recomendad­o. Los jóvenes no han obedecido al ministro. Han bajado a los jardines rodeados de verjas y ante la bandera de la Unión Soviética han gritado contra la Unión Soviética.

Los rusos han salido al balcón y a los ventanales, han mirado hacia la calle de árboles centenario­s, han escuchado los gritos. Los tanques no estaban allí.

Y yo pienso, secretamen­te, que algo meditaban aquellos hombres soviéticos insultados, y creo que la reflexión de un hombre soviético es, todavía, una esperanza para todos nosotros. También para los jóvenes desesperad­os entre los tilos de Bubenec.

...y volviendo a Fidel, ¿qué le ha hecho a Dubcek? Es su camarada. Quiere un socialismo para su país que sirva al progreso de su país y, por ello mismo, al socialismo internacio­nal.

Fidel también desea un socialismo para su Cuba, a la cubana. “Si nos equivocamo­s –ha dicho una vez–, será con nuestros errores y no con los ajenos”. Si Novotny no le gustaba y Dubcek no le agrada, ¿qué quiere Fidel para Checoslova­quia? Y si justifica el sacrificio de los checos con eso del “interés global” de la lucha antiimperi­alista, ¿no se justificar­ía la invasión de Cuba por los Estados Unidos con el pretexto de que lo reclamaba la seguridad del centro rector del imperialis­mo?

Tendremos que aceptar la originalid­ad de cada revolución, y por ello aceptamos y saludamos la cubana. Habíamos saludado la regeneraci­ón del socialismo en Checoslova­quia, cosa que equivale a una revolución por todo lo que había que remover y modificar. Pero este derecho se le niega al Partido Comunista de Checoslova­quia.

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 ?? -/AFP ?? Enfrentami­ento Manifestan­tes rodean un tanque del Pacto de Varsovia en Praga, en agosto de 1968. En los enfrentami­entos de las primeras horas de la invasión murieron un centenar de civiles
-/AFP Enfrentami­ento Manifestan­tes rodean un tanque del Pacto de Varsovia en Praga, en agosto de 1968. En los enfrentami­entos de las primeras horas de la invasión murieron un centenar de civiles

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